domingo, 22 de septiembre de 2019

Dios mío, no lo dejes morir

Por Petra Campbell
(Ver original en: "Oh God please don´t let him die")


“Dios mío, no lo dejes morir, no dejes que quede como vegetal.
No le puede pasar eso, no es posible. No puede ser real.
No puedo aceptar que se va a morir.
Por favor no dejes que se muera. ¡Dios, por favor!
Voy a rezar por él, lo juro.”


La noche del 26 de mayo de 1977 le rogué a Dios que salvara a Stephen Grunders.
Stephen iba rumbo a un juego de baloncesto en la Secundaria Spingwood. Normalmente el entrenador los llevaba a sus partidos, pero ese día no pudo, así que Stephen y sus compañeros tomaron el tren.
Vi a Stephen esa tarde en la estación, le deseé suerte. Le dije, “Espero que ganen.” Al bajar en la estación a Katoomba, los chicos empezaron a caminar rumbo al gimnasio, y fue entonces cuando un conductor ebrio atropelló a Stephen. Su compañero Mark Willmot trató de resucitarlo, pero las lesiones que había sufrido en la cabeza lo pusieron en coma. Cuando me enteré de esto, le rogué a Dios que no se lo llevara. Prometí rezar si Dios salvaba a Stephen.
Recé y recé.
Mis padres intentaron consolarme, pero mi padre se hubiera sorprendido si hubiera sabido que yo estaba rezando. “Rezar no pone comida en la mesa”, nos dijo una vez. En casa no crecimos con la promesa del cielo ni con la amenaza del infierno. Si desobedecía los códigos éticos de la familia, se me quitaba algún privilegio por todo castigo, y viceversa. La actitud de mis padres hacia la religión era la misma que su actitud hacia el sexo: espera a que tengas 18, y ya entonces lo evaluarás por ti misma.
De todas formas, tenía ahí una Biblia de hojas delicadas y forrada en un paño color azul bebé, que mi católica abuela me había regalado. Muchas veces intenté leerla, para ver de qué iba todo ese alboroto; pero la verdad es que mis Aventuras de Nancy Drew eran más emocionante y más fáciles de seguir, mientras que ese Dios era un viejo barbón que no hablaba bien el inglés y que no sabía nada de chicas australianas. ¿Y cómo iba a saber? Si mi Australia no existía cuando el Nuevo Testamento fue escrito y reescrito, más o menos 400 mil veces, según mis cálculos.
De vez en cuando me dejaban acompañar a mis amigos a la escuela dominical: recuerdo esas veces, de pie entre las bancas con un libro de himnos en las manos y moviendo los labios como si me supiera la letra. En esas ocasiones me preguntaba si no hubiera sido mejor idea quedarme en casa y limpiar los baños como me lo pedía mamá.
La única vez que vi a mis padres en una Casa del Señor, fue en una foto: frente al portal de la iglesia, cuando se casaron. Fue una ceremonia organizada por mi abuela, ya que papá y mamá de hecho ya se habían casado por lo civil en el ayuntamiento de Hendon.
Mamá obtuvo su vacuna contra el catolicismo tras una traumática experiencia en una escuela religiosa. No experimentó ahí cariño alguno, y más bien fue maltratada por (supuestas) vírgenes viejas, frustradas sexualmente, y de fiera disciplina. Aunque había varias escuelas católicas cerca de casa, nuestros padres tenían claro que nosotros íbamos a tener una educación laica.
“Ninguna escuela les va a meter a Dios por el cogote a mis niños”, dijo papá. Y mi mamá estuvo de acuerdo.
De todas formas, mamá era casi una monja.


Estoy muy muy agradecida de que mis padres no estuvieran mal de la cabeza. Para cuando iba a la preparatoria, no me importaba en absoluto brincarme la clase de religión, mientras mis compañeros asistían a esas “sesiones de lavado de cerebro” como las llamaba papá.
Aún así, Dios estaba en mi vocabulario. Mis diarios estaban llenos tanto de blasfemias como de súplicas. No podía acudir a mamá y papá, porque por lo regular era de sus castigos de los que me quejaba con Dios.
Hasta 1984 cantábamos “Dios salve a la Reina” en las asambleas de la escuela. Algunos nos preguntábamos, de qué tenía Dios que salvarla. Mi papá me dijo que “del maldito socialismo.” Y pensé, si toda la escuela tiene que ponerse de pie, ver al cielo con reverencia y pedirle a Dios con voz afinada que salve a alguien tan importante como la reina, ¿qué se necesitaría para salvar a Stephen Grunders, un niño comatoso de 15 años en una de las colonias más lejanas de la reina? Aparentemente era pedir demasiado, aún con toda la comunidad de Blue Mountains orando.
Dios no escuchó nuestras plegarias. Tomó la vida de Stephen.
Al siguiente día de asamblea, el director nos dijo a toda la escuela que Stephen había fallecido. Se equivocó al decir su nombre y la hora de su muerte, lo que hizo que las chicas rompiéramos en llanto, incluyendo a su hermana que estaba de pie detrás de mí. Nos fuimos corriendo de salón en salón, a la biblioteca, al muelle, a donde fuera, en busca de consuelo.
Cuando llegué a casa me fui directo a mi diario y confronté a Dios al estilo del reverendo Scott, de La Aventura del Poseidón:
“Está muerto. Murió anoche.
Dios, ¿por qué? ¿Por qué Stephen? Por favor dime por qué.
¡Por qué lo hiciste, por qué lo hiciste? ¿Por qué?
¿Qué te hizo él a ti?
Bastardo. De todas formas no creo en ti.
Lo que eres para mí, es alguien a quien pregunto y le imploro,
y ahora mira lo que has hecho.
Y lo haces a diario. ¡¡¡Por qué!!!”

Dios ha matado a mucha gente a mi alrededor en mis pocos 15 años, empezando con mi tío Peter, que tenía 19 cuando tuvo un accidente de motocicleta el año en que nací y en honor de quien me dieron mi nombre. Luego fue Vicky Barton, de 9 años, violada y asesinada por un chico de 15. Mis dos abuelos por parte de mi padre, que fallecieron cuando yo tenía dos años así que nunca los conocí. Mi abuelo materno, en el cumpleaños de mamá; por cierto, Dios, qué cosa más desagradable es hacer eso. El Sr. Skerrit y su nieto, quemados vivos cuando se incendió su casa; ¿por qué Dios querría que un niño inocente que aún no ha ni visto el Evangelio muera así?  Luego fue el Sr. Anderson y otras 82 personas cuando Dios decidió que un tren debía descarrilarse en Granville, en Bold Street Bridge. También la esposa de mi profe Bahai de inglés: a Dios se le ocurrió dejarle caer un árbol encima. Y ahora Stephen. Y habrá más antes de que termine la escuela.
¿Qué clase de dios amoroso haría eso? O bien Dios no existe, o no es amoroso. Si existe, sólo podría ser un sicópata asesino en serie que merece ser desterrado de la mente humana por toda la eternidad. Que le diesen una sentencia de por vida, eterna y sin posibilidad de libertad condicional, por la maldad que ha cometido contra la vida en este mundo desde que se nos ocurrió soñarlo.
Estaba teniendo una epifanía tipo Charles Darwin: como la que él tuvo cuando murió su hermana, pero en versión quinceañera y sin estudios de biología. Se suponía que Darwin iba a estudiar al seminario pero, afortunadamente para la humanidad, se hizo hombre de ciencia. Tuvo la suerte de poder estudiar a la naturaleza en el más brutal escenario de “supervivencia del más fuerte.” Los animales no tienen pecado original que dé sentido a sus historias; no hay ningún Bambi comiéndose unas hierbas en un monte prohibido y atrayendo la furia vengadora para toda su descendencia. Entonces ¿por qué han sido castigados los animales? ¡Mucho más que los seres humanos! Darwin concluyó que la muerte es parte de la naturaleza, que no es buena ni mala, tan sólo es y siempre ha sido.
Darwin escribió en su autobiografía:
“Un ser tan poderoso y lleno de conocimiento que pudiese crear el universo es, para nuestras mentes finitas, omnipotente y omnisciente, y el suponer que su benevolencia no es ilimitada hace violencia a nuestro entender, porque ¿qué ventaja puede haber en el sufrimiento de millones de animales a través de los milenios?”
Otro Charles, pero éste Charles Templeton, un famoso evengelista que rechazaba el cristianismo y que murió en 2001, estaba de acuerdo con Darwin y así escribió en 1996, en su libro “Adiós a Dios”:
“Los genetistas dicen que es un sinsentido el creer que el pecado original es la “razón de todo el crimen, la pobreza, el sufrimiento y la maldad en general del mundo. La verdad inescapable es que la vida está predicada en la muerte; cada ser carnívoro debe matar y devorar a otra criatura, no tiene opción”… “¿Por qué el Gran Diseño de Dios requiere de criaturas con dientes diseñados para triturar huesos y desgarrar la carne, con veneno que paraliza, bocas que chupan la sangre, anillos que comprimen y ahogan, mandíbulas que se desencajan ara poder devorar entera y viva a su presa?... ¿Cómo podría un Dios amoroso y omnipotente crear los horrores que contemplamos?”
Los teólogos cristianos alegan que Dios creó esos horrores y se llevó a Stephen, al Sr. Skerrit y a su nieto de dos años, a la Sra. Kerrison y la gente del tren a Sydney, a 200 millones de europeos durante la Peste Negra, a 9 millones más durante la Primera Guerra Mundial, a 50-100 millones con la Influenza Española, a más millones de chinos durante el cambio de régimen, y que envía toda clase de desastres naturales… todo por la estupidez de un solo fulano llamado Adán. Ese bruto que se comió una manzana cuando Dios le había dicho que no lo hiciera.
Para ser justos, hay muchos casos de un solo hombre cambiando el curso de la historia para mal, así que supongo que quien se inventó ese cuento debe haberse inspirado en cosas que vio a su alrededor…
Pero luego Dios nos dio una segunda oportunidad, enviando a su hijo Jesucristo… pero otros bestias lo volvieron a estropear todo, rechazándolo y clavándolo en unos maderos.
Y eso es más o menos todo lo que tenemos que saber para ver porqué Dios, amoroso y omnipotente como es, no usa su poder para detener la maldad, el sufrimiento, el dolor y la muerte.
Pero momento, hay más. En All About God Dot Com’ dicen que Dios puede ser cruel y ser bondadoso: “Un ser todo amoroso, omnipotente y omnisciente puede permitir la maldad que desee, sin por ello dejar de ser amoroso; siempre y cuando por cada acto de maldad exista un bien mayor” ... “La maldad es un efecto secundario del amor. La maldad sirve el propósito limitado de establecer relaciones de amor verdadero entre el Creador y la creación, y esa maldad desaparecerá cuando se cumpla ese propósito.” Estas y otras justificaciones igualmente estúpidas están ahí escritas, aprobando que los seres humanos se sigan haciendo cosas horrendas unos a otros.
Yo hubiera pensado que un concepto como “bondad cruel” sería inmoral, pero yo qué sabía. No he aceptado la Buena Nueva y según los teólogos, eso quiere decir que no sé lo que es moralidad, o sea la diferencia entre bien y mal, porque sólo Dios es el creador y dador de la moralidad. Por otro lado, si creía en Dios y aceptaba el evangelio, sería ipso facto una persona moral (independientemente de que lo fuera en realidad o no).
Este concepto tan simple nos dice que no tenemos poder individual sobre nuestra propia moral.
Para que la moral viniera de Dios, Dios tendría que existir primero, pero su existencia no ha sido probada, incluyendo su género, de modo que de ahora en adelante me referiré a Dios como “ella.”
Pero digamos que Dios existe. ¿Cómo sabemos que es moral? Hay alrededor de 4200 religiones en el mundo y muchos más dioses: tan sólo el hinduismo tiene 33 millones. Además las religiones difieren mucho de unas otras en la interpretación de lo que es “moralidad” (v.g. el estatus de cosas como poligamia, castigo, esclavitud, matrimonio infantil, venganza, divorcio, trato a las mujeres). Platón, en uno de sus famosos diálogos, hace a Sócrates preguntar “¿Lo que es moral: es ordenado por Dios porque es moral, o es moral porque es ordenado por Dios?” A esta cuestión se le conoce como el Dilema de Eutifrón.
Si es moral y es por eso que Dios lo recomienda, entonces la moral es independiente de Dios. Dios puede ser un observador, igual que nosotros; y las órdenes divinas de todos los dioses del mundo tendrían que ser siempre los mismos. ¡Pero no lo son! La moralidad es más bien la evolución de la conciencia humana, de su intelecto y sus emociones, y su posterior codificación en leyes seculares y códigos sociales de conducta.
Por otro lado, si algo es moral simplemente porque Dios lo dice, entonces la moralidad es arbitraria y subjetiva (aunque sea una subjetividad divina). Esto explica el porqué no hay consistencia moral entre religiones, y cómo existen grupos radicales como ISIS, curas pedófilos, fanáticos y líderes carismáticos que pueden esclavizar mujeres y niños, quemar brujas y empezar guerras injustas.
En palabras de la Alianza Atea Internacional, “los teístas que dicen que su moral viene de Dios tienen que afrontar una conclusión desagradable: o aceptan que siguen una moral arbitraria de un dios arbitrario, o aceptan que no es necesario un dios para que el ser humano entienda de moral.”
Aún las religiones aliadas, como las que componen el cristianismo, varían mucho en su entendimiento de la moral en temas como el aborto, las mujeres en la iglesia y la homosexualidad. ¿Por qué en una rama del cristianismo está permitido que la mujer use anticonceptivos o aborte, pero en otra está prohibido? Para algunos cristianos es moralmente aceptable que una niña violada deba además ser forzada a tener al bebé de su agresor y a compartir la custodia con él (esto de hecho es ley en nueve estados de EEUU). Más recientemente, tanto en EEUU como en México es moralmente aceptable encarcelar a una mujer que ha abortado, por homicidio.
Sólo podemos concluir que “si en verdad quieres aceptar tu moralidad como dada por un dios, no tendrás idea de si tus acciones son morales o no.”
La moral atea se deriva del entendimiento de cómo las acciones de un ser humano afectan el bienestar de otro. Hay también una evolución más avanzada que está ganando masa crítica en la parte más civilizada de los Homo Sapiens. Esto es, considerar no sólo cómo nuestras acciones afectan a nuestra propia especie, sino a otras especies y a nuestro entorno. Lo que hacemos con plantas y animales, ríos y montañas, la tierra y el aire, impacta a todo nuestro medio ambiente, del que dependemos para sobrevivir.
Estamos usando la ciencia y la razón en vez de antiguos edictos, para comprender que muchas de nuestras acciones hacia nuestro medio ambiente son moralmente reprobables.
Mientras algún fanático estaba sin duda calculando dónde se ubicaba Stephen Grunders en la escala moral que determine si se iría al Cielo o al Infierno, yo estaba ocupada no pudiendo creer que alguien a quien había visto hacía unos días ahora estaba muerto, en una caja de madera, a punto de ser depositado en las entrañas de la tierra.
“Cuando vi la carroza fúnebre y las flores por todos lados casi rompo en llanto. Entramos y nos sentamos y la gente empezó a llegar. Entonces me di cuenta de que el ataúd de Stephen estaba justo frente a nosotros y entonces empecé a llorar. El sacerdote me desagradó mucho, con su forma casual de llevar la ceremonia. Seguí llorando todo el tiempo y no pude leer los himnos a través de las lágrimas. Lo peor fue cuando levantaron el féretro y lo llevaron por el pasillo: me puse a llorar a gritos, no podía aceptar que ahí dentro iba Stephen. Cuando pusieron la caja en la carroza, con las flores, yo seguía aullando.
“Jim Mackenzie vino y me tomó la mano, me rodeó con el brazo y me trató de consolar, que fue hermoso porque necesitaba a alguien. Luego todo mundo se quedó de pie, los guardias de honor se alinearon, y luego los estudiantes de mi escuela y el resto de la gente, para que pasara la carroza. Empecé a llorar de nuevo.
“De ahí fuimos a Pinegrove. Por la carretera avanzaba la carroza, seguida por un auto negro donde iban los Grunders, y luego una larga fila de otros autos. Pinegrove era un cementerio muy hermoso en verdad; ahí la gente empezó a bajar y los compañeros de baloncesto de Stephen llevaron el ataúd hasta un gran hoyo abierto en la tierra. Lo colocaron en unas poleas y lo bajaron lentamente.
“No podía con la idea de estar caminando sobre los muertos, y que Stephen sería ahora uno de ellos. Cuando llegó al fondo del hoyo, volví a llorar y los demás también lo hicieron. El señor y la señora Grunders arrojaron unos puñados de tierra sobre el ataúd y las flores (polvo al polvo) y otra mujer arrojó varias flores. Me tapé los oídos porque no soportaba el sonido de las poleas y de la caja tocando la tierra al llegar.”

Fue mi primer funeral. Un funeral inglés clásico, solemne y deprimente. A los 15 años, nunca pensé que mi primer funeral sería el de un compañero de clase.
Pensé que Stephen regresaría al polvo de donde vino, no a un Cielo lleno de nubes mullidas ni a un infierno ardiente. Y aunque existiera el infierno, Stephen no hubiera ido ahí; Stephen era un buen chico.
“Polvo eres y en polvo te convertirás” viene de Génesis 3:19: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” Aunque me parecía de miedo eso del polvo al polvo me hacía sentido. Nacemos de la tierra, con toda esa comida que mamá empacaba y nos la hacía llegar por su cordón umbilical y luego con su leche y luego en nuestros platos del desayuno y de la cena. Y a la tierra volvemos, regresándole todos nuestros nutrientes al descomponernos; el ciclo incesante de la vida en el mundo. Estamos hechos de todo y de todos los que han pasado por aquí, de manera un poco “madre cósmica.” Una especie de reencarnación, pero no a través de cuerpos nuevos sino por los incontables átomos que forman el mundo y que con método y azar se rearreglan constantemente para formar nuevos bloques de vida.
 
Querido Diario, 1977
Sigo obsesionada con los chicos, esta vez es uno que se llama Stephen. Se salió de la escuela y parece que me ignora, pero por fin me dice que salgamos y vamos al cine en Sydney. Le digo que también me quiero salir de la escuela y hacerme mujer policía, y se poner a reírse. Me dice que no porque pueda arrojar un disco en la clase de atletismo, significa que puedo lidiar con borrachos en un bar.
De abril a mayo, mi diario está lleno de salidas a conciertos y problemas con chicos; Steve me gusta y yo no le gusto: vamos en un tren y a él no le interesa sentarse conmigo. Mi padre haciéndome ir de cross country y castigándome luego por algo que hice mal; salidas a películas aburridas y visitas a escuelas para partidos amistosos. Yo, entrenando un equipo de niñas de netball y comprando blusas satinadas que no me gustan mucho pero que quizá si tejo una bufanda roja se vean mejor.
La vida es simple aunque los problemas con los chicos sean recurrentes. Hasta llegar a:
Mayo 26.
Querido diario, la cosa más horrible ha pasado, Steven Grunders fue arrollado por un coche. Oh Dios, le pegó en Katoomba, la noche que lo vi en el tren y le deseé suerte. Ahora está en condición crítica y clínicamente muerto; está en coma y si sobrevive ¡quedará como vegetal! Dios mío, no lo puedo creer; Steven, es tan bueno y sus padres, ya tuvieron que verlo pasar por una cirugía de corazón. Lo que me revuelve el estómago es que el conductor tenía 19, estaba borracho e iba a más de 100 kilómetros por hora. ESTÚPIDO. Mark Wilmet le intentó dar respiración boca a boca y sigue en shock. Dios mío, cómo puede pasar esto. Justo estaba yo hablando con él, hace nada. No se puede morir, Dios mío no lo dejes morir o quedar como vegetal. No puede pasarle eso, no puede ser real, no puedo aceptar que se vaya a morir. Por favor no lo dejes morir, ¡Dios por favor! Voy a rezar, lo juro.
Mayo 27
Está muerto. Murió anoche. Dios, ¿por qué? Porqué Stephen. Dímelo, ¡por qué lo hiciste! Acabo de enterarme, Helen le dijo a Mark y él me lo dijo a mí. Me puse a llorar y me fui a la biblioteca. Jo, Debbie y JB fueron también y nos pusimos a hablar de la muerte y seguimos llorando y corrimos fuera de la biblioteca. En la asamblea anunciaron su muerte y dijeron mal su nombre, lloré de nuevo y su hermana también lo hizo, y también Helen, y Judy, Tracey, Lola y Jenny. Luego tuvimos una discusión muy larga y me sentí un poco mejor, pero no lo sé, ¿por qué él? Era tan bueno, lo último que le dijo a Mandy fue “te quiero”; su mamá nos dijo que el último mes y medio había estado más feliz que nunca. Todo el día ha sido una mierda y el lunes voy a su entierro. Dios, daría lo que fuera porque regresara, lo que fuera. Maldita sea, no es justo. ¡Por qué, por qué, por qué!
Wain me llamó, estaba borracho, me enojé con él y colgué. Estoy triste.
Mayo 30
Hoy fue el funeral. Fue horrible. El señor Cabell me recogió, cuando llegamos y vi la carroza y las flores casi me quiebro; entramos y nos sentamos y la gente llegó. Luego me di cuenta que el féretro estaba justo frente a mí y no pude más, me desmoroné. Lloré todo el tiempo y no pude ni leer los himnos.
Regresamos a casa después. Nadie dijo una sola palabra. He estado en casa sintiéndome como la mierda. Dios. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué? ¿Qué te hizo él a ti? Maldito, ni siquiera creo en ti de todas formas.
Tengo tres nuevos pollos y les puse Grunts, Grunt y Grundies.
Netball. Perdimos el partido. Wain estaba ahí.

Mayo 31
Hoy no ha pasado nada. Estoy triste por Stephen.


  

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