sábado, 23 de agosto de 2014

El pinche ayudante



Pocas cosas son más graciosas que las equivocaciones de significado; entender una cosa por otra y de ahí llegar a más y más tonterías. De hecho una de las mejores rutinas cómicas de la historia moderna, Who’s On First, de Abbott y Costello, está basada en esa premisa, así como La Comedia de las Equivocaciones de Shakespeare, como ejemplo clásico.

En 1991 vivía yo en España y más o menos a diario decía barbaridades porque en la Madre Patria muchas palabras se usan con significados diferentes, y en aquel entonces que no podíamos encontrar respuestas con dos clicks ni ver tutoriales en YouTube, éramos digamos, más insulares. Así que un día causé revuelo en la oficina refiriéndome a alguien de Mercadotecnia como ‘fulana’ y otro día estuve discutiendo un cuarto de hora con la de Pagos porque le pedía ‘feria’ y ella me decía que la Feria era hasta abril. Y cómo me iba a esperar yo cuatro meses para poder subirme al camión.

Pero la madre de todas las confusiones fue una vez que mis amigos españoles me pidieron que les hiciera una cena mexicana. Así que compramos todos los ingredientes necesarios y nos juntamos en casa de uno de ellos. Lo que yo no sabía es que en España, las palabras “pinche” y “ayudante de cocina” se usan de forma indistinta, así que el diálogo que siguió se fue haciendo cada vez más mortificante para mí:


- Ya todo listo Alfonso, y bueno, ¡yo quiero ser tu pinche!
- Ehh… ¿cómo?
- ¡Tu pinche!
- Mi… ¿pinche qué?
- ¡Ayudante!
- ¿Mi pinche ayudante???
- Bueno, sí.
- ¿Pero por qué tan feo?
- ¿Cómo feo? ¡Si soy buenísimo!
- ¿Entonces por qué pinche?
- ¡Porque soy el mejor de los que estamos aquí!
- ¿El mejor ayudante?
- ¡Sí!
- ¿Y aún así eres pinche?
- ¡Sí!
- Ehhh…

En eso entró a la cocina la hermana de mi solícito amigo y la conversación pasó a territorio surrealista:

- ¡Hey! ¿Ya empezaron?
- Ehh… pues tu hermano me quiere ayudar…
- ¡Soy su pinche!
- Ehh.. dice que quiere ser mi pinche ayudante, ¿tú crees? Dile que por qué se desprecia.
- ¡Magnífico!
- ¿Magnífico? Pero ¿por qué pinche?
- Pinche, ayudante, es lo mismo.
- ¿Lo mismo que qué?
- Pues uno que otro.
- ¿Uno que otro qué?
- Pues significado.
- ¿Significado de quéeeee? ¿Estamos hablando todos español aquí?
- ¡Pues significado de ayudante!
- A ver vamos a empezar otra vez. Tú dices que quieres ser mi pinche ayudante.
- Sí, da lo mismo.
- ¿Pues qué no estabas muy emocionado?
- Sí, sí estoy.
- Pero pues ahora dices que te da lo mismo.
- No, que me da lo mismo cómo digas.
- ¿Cómo diga qué?
- Pues “pinche” ó “ayudante”, da lo mismo.
- ¡Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…!





jueves, 21 de agosto de 2014

El pequeño Alfonso vs. Mateo 20:16




Como dije una vez en otro post, mi abuela materna, que era una santa por cierto, me enseñó a leer siendo muy chiquito, y esto tuvo muchas consecuencias maravillosas en mi vida. También hubo otras consecuencias, un tanto menos maravillosas, y una de ellas fue que en primero de primaria me aburría muchísimo porque mientras que yo podía leer, la maestra Marina nos hacía hacer planas de rayas y de bolas. Y aunque estaba enamorado de la maestra, eso no me quitaba el aburrimiento, lo que causó que me cambiaran a segundo y de ahí en adelante siempre fui no sólo un nerd, sino el más chico de la clase.

Ser nerd ya es de por sí invitación al bullying y si a eso le agregamos ser un niño flaco y sin interés en el deporte, pues no pinta bien. Me salvaba el hecho de que no era introvertido porque ahí sí hubiera sido el acabóse pero sí  que supe lo que era que nadie me escogiera en el equipo, y que no pudiera comprar un dulce en la tienda durante el recreo porque no podía abrirme paso entre la horda de niños.

Pero bueno, la verdad es que tampoco era para tanto; después de todo estaba yo en una primaria marista así que las cosas no se ponían demasiado cavernícolas. Y sí, estuve en una primaria católica donde nos llevaban a misa cada semana y teníamos clase de Moral. Muchos amigos me han preguntado que cómo terminé siendo un hereje, pero la cosa es que mis papás me metieron ahí después de un largo debate. Mi papá definitivamente no era fan de los religiosos, pero mi mamá lo convenció porque esa escuela tenía muy buena fama de nivel educativo, así que mi papá se contentaba diciéndome, “Tú pon atención a las matemáticas y lo que te digan esos curas no les hagas mucho caso.”

La verdad es que no tenía tanto de qué preocuparse. Sería que estaba demasiado pequeño para comprender pero la verdad es que las misas me aburrían indeciblemente; aún hoy creo que puedo dibujar de memoria el vitral completo de la iglesia de la Purísima y recitar las letanías de la Virgen que están escritas en el techo (no significaban nada para mí pero me gustaba cómo sonaban), porque eso es lo que me pasaba viendo en vez de escuchar los sermones.

El problema es que, siendo nerd con altas calificaciones, estaba sujeto a otra situación que era mitad beneficio y mitad hostigamiento: los profesores siempre escogían a los promedios más altos para algún honor, como ser monaguillo.

Sí, fui monaguillo. En DOS ocasiones. La primera fue en la capilla de la escuela y realmente estaba más de adorno porque casi todo el trabajo lo hizo otro compañero, pero la segunda fue en una misa formal en la iglesia, y fue mi última: sí me había aprendido bien las instrucciones de llevar la copa y sonar la campana, pero definitivamente me había vuelto a aburrir y estaba viendo de nuevo lo de Trono de Sabiduría, Torre de Marfil, Rosa Mística… cuando el sacerdote estaba en plena consagración de la hostia. Sobra decir que el monaguillo auxiliar me dio un zopapo, el cura me echó unas miradas más bien diabólicas, y yo me puse a sonar la campana como si estuviera vendiendo helados en la calle. Después de eso los hermanos decidieron que esto de ser monaguillo no era para mí.

Pero la estampa definitiva vino más tarde.

Un día cualquiera, el temible Coordinador llegó al salón de clase a preguntar por mí y a llevarme a la oficina del Director. Yo iba lívido, por supuesto, porque eso no podían ser más que malas noticias. Pero al llegar, ambos muy contentos me avisaron que había sido escogido, junto con los otros dos promedios más altos de la escuela, para irnos de ‘vacaciones’ cinco días, con diez en todas las clases por default. Me explicaron algo más pero yo sólo recordé lo de las vacaciones al explicárselo a mis papás, que desde luego hablaron a la escuela a saber de qué se trataba eso.

Lo que era en realidad era un Retiro Cristiano, a donde iban a asistir 200 niños igual de devotos, de todo el país. Claro que iba a haber piscina y juegos y todo eso, pero a mi papá nomás no lo convencía eso de estar rezando todas las noches. Pero al final por supuesto que mi mamá lo convenció.

El Retiro era una maravilla y en verdad eran vacaciones en un rancho, y no me molestaban los rezos porque me la pasaba igual de distraído que en misa, así que, misma cosa. Lo que sí me tenía aterrorizado desde el primer día era la hora de comer: desayuno, comida y cena eran servidos en una especie de cafetería al aire libre. El problema es que el método era sonar la campana y esperar la estampida de niños que llegaban a hacer cola. Estampida que yo, por supuesto, NUNCA podía vencer y terminaba invariablemente al final de la cola, llegando por la comida fría. Al cuarto día esto me tenía realmente mortificado y aún yo que era un flacucho y comía poco, estaba muriéndome de hambre, así que ese día estuve jugando toda la mañana cerquita de la cafetería, con un ojo a la campana y otro a los juegos.

Finalmente sonó la campana y de acuerdo a mi plan, corrí como desaforado la poca distancia que me separaba de las bandejas. Contentísimo, era el segundo en la cola.

Hasta que me dieron una lección de Biblia en el momento más inoportuno.

Ya estaba formada la cola entera, cuando llegó uno de los profesores y nos dijo a todos, “Hoy vamos a aprender una lección muy importante. Mateo 20:16 nos dice, ‘Los últimos serán los primeros’, así que para ejemplificarlo, todos van a cambiar de posición en la cola.”

What. WHAT.

No podía creer lo que estaba oyendo. En la única ocasión de mi infancia que recuerdo haber hecho un desplante semejante y en público, pensé “qué Mateo ni qué ocho cuartos”, enojadísimo aventé la bandeja al suelo y me fui a sentar en una mesa.

Se le ha de haber bajado la sangre a los pies al profe, porque ese tipo de cosa termina oyéndola todo mundo en especial los papás así que fue a mi mesa y me dijo que podía ir a servirme ya. Yo rehusé y le dije que no iba a comer, así que él mismo fue por comida que me llevó a la mesa. No la toqué por más ruegos que me hizo. Sobra decir que mi reputación subió como la espuma, por esas cosas raras de desafiar a la autoridad en público. Pero esa no era ni remotamente mi intención, simplemente me pareció una arbitrariedad increíble, perpetrada en mi estómago vacío.

Definitivamente no voy a decir que eso fue un punto de cambio en mi vida ni mucho menos. Fue el coraje de un niño. Pero cuando llegué a casa y conté el episodio, mi papá estaba encantado y no se le quitó la sonrisa en todo el día.




VIDEO DEL DÍA


Changes, Changes es un libro infantil de 1971 de la autora inglesa Pat Hutchins. Ha escrito casi 50 libros breves para niños pequeños (de 1968 a 2007), y varios de ellos han sido animados, pero de entre todos, ‘Changes’ me parece especialmente genial:



viernes, 15 de agosto de 2014

Canciones infantiles en español: racismo, violencia y muerte




Hoy en día todo tiene que ser políticamente correcto. Esto es importación del primer mundo, porque en Latinoamérica y en México en particular, nos importan bastante poco las sutilezas aunque hayan tratado de meter lo de ‘chiquillos y chiquillas’ al vocabulario. Somos de un cinismo ancestral aunque nuestra vida pública esté revestida de palabras rimbombantes; nuestras leyes y ordenanzas se expresan siempre en el más correcto y barroco castellano pero seguimos contando chistes crueles y chistes de negros, algo que me parece que nos viene directamente de la Madre Patria, que nunca tuvo empacho para esclavizar y explotar, por más que los altos ideales expresados en su noble lengua quisieran decir Civilización. Y por supuesto hijo de tigre, pintito.

Nuestra historia de racismo es menos dramática y extensa que la de nuestros vecinos al norte, y de hecho tiene un matiz muy diferente porque los españoles sí se mezclaron con singular alegría con cuanta etnia se les puso enfrente, y el apartheid inicial dio paso con el tiempo a un sistema de castas cada vez más suavizado. Eso no quiere decir que cantemos mal las rancheras, y desde niños vemos (o veíamos, por lo menos hasta los 80s) temas de racismo inculcados desde las canciones infantiles, muchas de las cuales eran originarias de España. Y además del racismo, la diaria ocurrencia de la violencia y la muerte son temas que se ven en rondas infantiles con suma frecuencia. Eran otras épocas. Seguramente para mi abuela, que vivó la pandemia de Influenza Española de principios del siglo 20, que mató a más de 14 millones de personas, no era la gran cosa enseñarle a su niña una canción hablando de muerte (infantil!).

Hay muchísimos casos de estos temas así que voy a poner algunos pocos a manera de ilustración. Si el lector tiene una edad que se aproxime a la mía seguro va a acordarse de muchos más.


RACISMO


La música latina es casi racista por definición, pero es más bien un racismo ‘con cariño’ si se puede decir así. Recordemos a Toña La Negra, una cantante celebradísima, y la larga lista de canciones que tenemos usando esa palabra. Y también el hecho de que todos en México tenemos por lo menos un amigo, o hasta una novia o un hijo al que le decimos El Negro ó La Negrita.

El contraste lo hacemos con EUA porque allá tienen una historia de segregación que duró hasta mediados del siglo 20 y muy mala conciencia por ello, así que ahora tratan de compensar y las cosas que ha nosotros nos parecen inofensivas, allá son motivo de escándalo. Se acordará el lector que hace unos pocos años se armó revuelo con los gringos por la decisión de poner a Memín Pinguín en estampillas mexicanas, y es comprensible porque la forma de dibujar a Memín recuerda a las caricaturas mega-racistas de los 30s y 40s, por ejemplo las de Tintín (que es francés, otros a quienes les importa poco la sutileza):



Pero estamos hablando de canciones infantiles, así que vamos a ver tres del campeón del racismo, nuestro tesoro nacional, Cri-Cri. Como digo, eran otros tiempos, así que vamos de menos a más:

Negrita Cucurumbé

   “… se fue a bañar al mar, para ver si las blancas olas su carita podían blanquear.”

Bueno OK, quizá esa negrita era ancestro de Michael Jackson. Y de hecho más adelante en la canción, un pescado le dice que no lo necesita, porque “así negra estás bonita”, de modo que se compensa. Si fuera esta la única canción usando esa palabra, pasaría, pero…


Negrito Bailarín

OK, bueno un negrito bailarín de entrada no parece tan ofensivo, hasta que vemos más detalles de la letra:

   “¡Hey, moreno! Lo compré para ver bailar a usté
     ¡Perezoso, mueva los pies!”

Uuups.  Sí, está hablando de un juguete de hojalata, pero ¿no podría haber sido un bailarín genérico? Bueno, dos ejemplos a la mejor no son concluyentes, pero vamos al tercero, que es mezcla entre el primer tema y el segundo, la Violencia:


Negrito Sandía

Para empezar:  ¿Negrito SANDÍA?  Wow. El ‘negro come-sandía’ es, junto con el pollo frito, uno de los estereotipos más ofensivos que hay. ¡No nos engañas, Cri-Cri, aunque digas que era un “negrito de cara angelical”! Y tanto se nos ha quedado la despreocupación por el uso de esos estereotipos que muchas veces ni sabemos que son ofensivos. Alguien podría de nuevo defender a Cri-Cri diciendo que eran otros tiempos (las tres canciones son de los 30s), pero veamos esto:

WOW. A la izquierda, la Compañía del Ballet Folklórico de Cancún, con su espectáculo “Mundo Mágico de Cri-Cri” de 2011. Y a la derecha, un Homenaje a Cri-Cri en el 2º Festival de Verano “Festín de las Artes” en Iraupuato. En 2012. Me encantaría ver la cara de unos turistas gringos que de repente se toparan con esos shows, con actores usando Blackface, una práctica originaria de 1830 que se descontinuó (por racista) en los 40s.

Pero procediendo a la historia del negrito, resulta que aunque parecía un querubín, era “más deslenguado que un perico de arrabal”, por lo que el narrador lo acusa con su tía, y no ahorra imágenes para describir lo que le va a pasar al pobre:

   “Y mientras ella te va a buscar, en los cajones he de encontrar
     una libreta para apuntar los garrotazos que te va a dar.
     Con el palo que utiliza, el castigo te horroriza;
     y después de la paliza me voy a morir de risa.”

Oh, qué bestia de plano, aunque el ritmo está muy bueno. Y es que en aquel entonces eso de que ‘la letra con sangre entra’ realmente no había caído en desuso. Lo que nos lleva al segundo tema…


VIOLENCIA


Violencia como la perpetrada contra el pobre negrito, o referencia a escenas que serían por lo menos perturbadoras hoy en día fuera de una canción de Heavy Metal:

Hospital de los Muñecos

   “Al viejo hospital de los muñecos,  
     llegó el pobre Pinocho mal herido,
     un cruel espantapájaros bandido le había robado, 
    robado el corazón.
     Llegó con su nariz hecha pedazos, 
    una pierna en tres partes astillada,
     una lesión interna y delicada, 
    y el médico de guardia lo atendió.”

No sé quién escribió esa canción pero yo se la oí a Cepillín en los setentas, e incluso en aquel entonces eso de llegar con la nariz hecha pedazos y la pata partida en tres, me sonaba medio bárbaro. Y no, el espantapájaros bandido no le robó el corazón a Pinocho bajándole a la novia; literalmente se lo sacó de la caja torácica, en una escena que supongo ha de ser mezcla de SAW y Toy Story.

Pero igual que las imágenes de racismo, nos sigue importando poco a los latinos poner imágenes de violencia, como demuestra esta celebración del Día del Niño 2010 en Costa Rica, donde seguro han de usar un pedazo de carne sangrienta sacada de la charcutería de la esquina:
 
Al Dia


Diablito Loco

   “Una noche me di cuenta que el diablito se cayó
     se rompió la pierna izquierda y sin brazo se quedó,
     y el diablito seguía bailando.”

Ésta igual no está tan violenta, y además es un diablo así que probablemente se lo merece, pero mi punto es el mismo: además de la imagen de huesos rotos y miembros amputados, ¿qué diablos estaba fumando ese diablo, para seguir bailando? Eso tenía que ser algo muy potente, ¿y qué cártel era su proveedor?

Preguntas que quizá nunca vayan a tener respuesta porque la verdad quién va a ser el desocupado. Pero vamos al último tema…


MUERTE


En una sociedad que famosamente se burla de la muerte como es México, y con la larguísima tradición de corridos donde la gente es balaceada por cosas como no querer bailar o por ver feo a alguien, es normal que vayamos a encontrar también su presencia en canciones infantiles. Pero lo peculiar en ellas es lo trágico que son, a diferencia de lo semi-jocoso y aventurero de los corridos. O sea, más “Mamá soy Paquito, no haré travesuras”, que “sonaron siete balazos, Camelia a Emilio mataba.”


Dónde vas Alfonso XII

   “- ¿Dónde vas Alfonso XII? ¿Dónde vas triste de ti?
     - Voy en busca de Mercedes, que ayer tarde no la vi.
     - Si Mercedes ya se ha muerto, el entierro yo lo vi,
      cuatro duques la llevaban por las calles de Madrid. ”

Esta es española, pero qué barbaridad. O sea, el pobre rey no sólo no sabía que su esposa se había muerto, sino que tiene que enterarse por medio de un fulano cualquiera, y aparte ¡se perdió el velorio! Le deberían de dar ese guión a Milos Forman para que la dirija.


Tengo una muñeca

   “Tengo una muñeca vestida de azul
     con su camisita y su canesú;
     la saqué a la calle y  se me constipó
     la tengo en la cama con mucho dolor.”

Aparte de enseñarnos que ‘canesú’ es un vestido corto, algunas de las versiones (por ejemplo la que yo me aprendí) dice “la traje a la casa y se me murió”.


La Gallina Cocouá

   “Cuando era pequeña su mamá se fue
     y ella muy solita se quedó,
     y esta cancioncita no pudo aprender
    y de tristeza llora en su rincón.”

Más adelante en la canción, las otras gallinas le enseñan a cantar, pero de todas formas, qué manera de empezar: con una pobre huérfana deprimida. Pero si a esas vamos, la escena más infame de todas para abrir una canción de niños tiene que ser esta:


Papi di porqué

   “Papi di por qué, los niños como yo
     no tienen con quién jugar
     y no tienen una mamá.
     Papi di por qué lloras como yo
    ¿no tienes con quién jugar
     o también quieres una mamá?”


De repente tengo un nuevo aprecio por Barney.




VIDEO DEL DÍA


Para no pensar tanto en cosas deprimentes, aquí hay un video con seis miembros del Reino Animal que poco les falta para ser Wolverine el de los X-Men: