Via Amazon |
No, no son tres hermanas que se apellidan
Jiménez, aunque viéndolo bien sí que podrían serlo.
(NOTA: NO le ponga Apofenia a su hija).
En realidad dos de esas palabras se refieren a ciertas condiciones de la
percepción humana, y la otra es un ejemplo de una de ellas. Vamos a ver una por una.
La Apofenia es un error de percepción. La
palabra la inventó en 1958 el siquiatra alemán Klaus Conrad, para referirse a
una condición de los esquizofrénicos, por la que se “percibe un significado anormal
a partir de la experiencia percibida, pero que no revela nada de la realidad
sino que es una imagen auto-referente y proyectada.” Después, tanto en
sicología como en estadística, se empezó a usar la misma palabra para referirse
al fenómeno de percibir patrones o significados en datos al azar, porque el ‘proyectarse’
no es una condición exclusiva de esquizofrénicos, sino que todos lo hacemos en
mayor o menor grado. Por ejemplo, los casos más comunes son cuando los apostadores
empiezan a ver ‘patrones’ en los números de lotería o en los resultados de la
ruleta, tratando de hallar una estructura identificable para con ella predecir los
números afortunados.
La Apofenia no es sólo un caso de error involuntario.
Siendo una condición intrínseca del cerebro, que quiere encontrar patrones significativos
en todos lados, es un fenómeno que se presta al abuso. Como dicen, hay mentiras
chicas, mentiras grandes, y estadísticas. En su excelente libro “El Tigre Que
No Está” (Océano, 2009) Michael Blastland y Andrew Dilnot hacen un interesante
recuento de estas prácticas en la vida pública: cuando los números se usan de
forma sesgada, incompleta o abiertamente abusiva para hacer creer que algo es
beneficioso o perjudicial.
Uno puede pensar, “¿Qué hay más confiable
que los números?” , y precisamente basados en esta idea inocente, las
estadísticas que se usan en el discurso público pueden ser mostradas para
apoyar de forma ‘incontestable’ una opinión cualquiera, o su completa negación.
Por ejemplo: “Vamos a aumentar el
presupuesto de educación en 20%”, suena muy bonito y edificante. Pero si el
presupuesto ahora mismo es de mil pesos, aumentarlo en 20% no es nada. Si el
presupuesto ahora mismo es de mil millones, es mucho. Pero tanto mil como mil
millones, ¿qué porcentaje son del presupuesto total? ¿Y de cuántas personas
estamos hablando para dividirlo? Todas
estas son preguntas de sentido común, pero lo único que llega al titular de la
noticia es la parte del “20%”.
La Pareidolia es un caso específico de
Apofenia: es cuando vemos imágenes significativas en lugares al azar. Esto es
muy común con imágenes religiosas, cuando cada dos por tres alguien descubre
una imagen del rostro de Cristo en un pan tostado o a la Virgen María en unapared humedecida. Pero en todas las culturas ha existido siempre esta tendencia
a ‘antropomorfizar’ todo tipo de cosas naturales, desde el Conejo en la Luna -
que vieron desde los aztecas hasta los chinos - hasta la moderna Cara en Marte.
Aquí hay un ejemplo de Pareidolia:
Esa foto es un cristal de Pirita, un
mineral de hierro también llamado “oro de los tontos”. La Pirita tiene una
estructura molecular muy especial que le permite, de manera completamente
natural, formar figuras simétricas que se antojan imposibles sin la ayuda de un
diseñador: cubos y romboides perfectos, ‘ordenados’ de manera que recuerdan
cuerpos humanos o animales, son comunes en este curioso mineral.
Otra forma de Pareidolia - esa hermosa manía
que tenemos de buscar significado - es
cuando damos cualidades humanas a las cosas, aunque su imagen en sí misma no
nos recuerde directamente algo humano, sino más bien la forma en que se
contextualiza con su ambiente. Un ejemplo famoso es el anuncio de ‘La Lámpara
de Ikea’ (2002):
La pobre lámpara de modelo viejo es echada
a la calle por su dueño. Doblada, viendo hacia el suelo, parece triste y
derrotada al lado del bote de basura en la calle solitaria. Y luego, la lluvia
y la noche hacen que no podamos evitar verla como un ser consciente, que se
halla triste y abandonado.
Cuando la música dramática está por
hacernos llorar, la realidad emerge de forma tan brutal que se pasa directo al
humor, protegiéndonos de la caída emocional: el actor que habla directamente a
la cámara y dice “’¡Las lámparas no sienten! Cómprate un modelo nuevo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario