martes, 14 de octubre de 2014

El Arte de la Distracción




Si una actividad considerada más o menos banal se realiza con profundidad y con una consumada maestría, se puede convertir en arte. Y de igual manera, una actividad que se percibe como artística como la música o la escritura puede ser una porquería si no tiene alma ni destreza.

Ahora bien, “Distracción” tiene varios sentidos, así que primero quiero decir que no estoy usando el sentido de “entretenimiento” ni el de “engaño”, aunque ambos sí que pueden ser también artes, si tenemos en cuenta la definición de más arriba. De hecho en los antiguos tratados chinos acerca de la guerra, se dice que “nunca puede haber demasiado engaño en la guerra” o incluso que “la guerra es el arte del engaño”. En Las 36 Estratagemas, uno de los ensayos chinos más famosos acerca del tema, la segunda estratagema para conseguir una ventaja sobre el enemigo está ilustrada con la frase “Sitiar a Wei para rescatar a Zhao”; esto es, aparentar que nuestro objetivo es uno menor, para poder lograr otro más importante mientras el adversario se distrae. 

Ejemplos hay muchísimos en la historia de las guerras. Uno de mis favoritos por lo impactante está relatado en Los Nueve Libros de la Historia, del griego Heródoto, en donde narra el sitio de Babilonia por el rey persa Darío. Viendo que la ciudad estaba bien equipada para un sitio largo y que después de un año y siete meses no podían hacerla caer, Darío estaba desesperado. Zópiro, un noble de alto rango, decidió mutilarse de forma espantosa: se cortó la nariz y las orejas, se rapó y se azotó la espalda con un látigo, y así fue a presentarse ante Darío, que preguntó quién había hecho tal cosa para matarlo de inmediato. Pero Zópiro le contestó que eso era parte de su plan: en ese estado lamentable iría a Babilonia y les diría que por una falta menor había sido castigado de forma atroz, por lo que quería unirse a ellos como desertor y ayudarlos a repeler al ejército persa, ya que sabía de los inminentes planes de ataque. Los babilonios le creyeron y lo aceptaron en su ciudad, confiándole en poco tiempo incluso las llaves de las puertas. Y así, haciéndoles creer que los ayudaba durante uno de los ataques, abrió dos de las puertas que no estaban resguardadas para que el ejército finalmente pudiera entrar y conquistarla. Heródoto refiere que más tarde Darío dijo que “Preferiría que Zópiro no se hubiese mutilado, a ser el amo de veinte Babilonias”.


Y aún más, volviendo al Oriente: el taoísmo, esa corriente filosófica que ha modelado el pensamiento chino más que ninguna otra, ha sido descrito a veces como “el arte del camuflaje”, pues según su libro fundacional, el Tao Te Ching, el sabio “aparenta inacción, pero no deja nada sin completar”.

Pero bueno, ya desde el primer párrafo me salí por peteneras y me puse a hablar de lo que no es la distracción. ¿Qué es entonces? Es algo más cercano a una escena referida con mucha gracia por Agatha Christie en uno de sus cuentos de detectives. No recuerdo si es en El misterio de la guía de Ferrocarriles, o en Asesinato en el Orient Express, pero en cualquier caso la escena transcurre en un vagón de tren con el detective Poirot y su siempre presente amigo el capitán Hastings:

Estando todo mundo perplejo por los misteriosos detalles del caso, el insufrible y meticuloso Poirot le dice a Hastings que se den veinte minutos de silencio para pensar en la cadena de hechos que conocen, y analizaros de forma fría y lógica para poder hacerlos cuadrar. Después del tiempo acordado, Poirot dice “¡Ya lo tengo!”, mientras que Hastings, cuyo cerebro no es una máquina de deducciones, se sorprende porque sus ilaciones de pensamiento lo habían terminado por llevar a pensar en las carreras de caballos. 


Y bien, eso no es arte porque es lo que nos pasa sin querer, pero si lo sabemos domar puede convertirse en algo delicioso, más parecido a cuando Cortázar dice que 

   “quizás había otros caminos y que el que tomaron no era el único y no era el mejor, o que quizá había otros caminos y que el que tomaron era el mejor, pero que quizá había otros caminos dulces de caminar y que no los tomaron.”

De modo que este Arte de la Distracción al que me refiero es tal vez más bien como el Arte de Perder el Hilo, pero no para perderse sino para explorar relaciones, caminar más caminos, aprovechar y hacer conscientes los juegos que la memoria hace, usando todo lo que hemos experimentado: un Arte de la Buena Conversación de Café, si se quiere. Tomar una idea que sea una guía vaga, un leitmotiv cuando mucho, y ver cuántos pedazos de rompecabezas podemos unir en su espalda y ver qué forma extraña resulta, pero nunca para presumir, sino para jugar. Y a propósito de presumir, me acuerdo de una imagen escrita por Michael Ende que ejemplifica perfectamente el vicio de estilo que a veces puede resultar:

   “Con algunos autores tengo siempre la impresión inevitable, de que cuando escriben, estiran el dedo meñique y redondean los labios. Por lo general son celebrados por la crítica como grandes estilistas. A mí la cosa me irrita, más bien. Cuando estoy leyendo y me invade la sensación de que el autor levanta las cejas y me mira a través de sus líneas como si me preguntase: ‘¿Has notado tú también con qué rara exquisitez he vuelto a expresarme?’, pierdo las ganas de seguir leyendo y cierro el libro.”

Y bueno ¿qué estaba yo diciendo? Ah sí, pues que no podemos ser como Poirot ó Sherlock Holmes, que son inhumanamente concentrados; la mente gusta de divagar y si esa es cosa dada, usémosla para explorar placenteramente cuando se pueda porque la inmortalidad del cangrejo también puede venir a colación en algún momento. En su excelente y divertidísima novela Vida y Opiniones de Tristram Shandy, Laurence Sterne pone la idea de otra forma:

   “cuando un hombre se sienta a escribir una historia… no tiene ni la menor idea de todos los obstáculos que hallará en su camino, o qué son bailará por alguna u otra razón, antes de haber llegado al final.” 

Sabiendo que podemos bailar cualquier son, entonces, distraigámonos pero no con una película para embotarse un rato o como el boxeador que no ve venir el gancho por cubrirse del jab; sino como se distrae un niño que camina y encuentra una hoja una entre millones y le da vueltas en su mano, viendo lo hermoso de sus capilares verdes, y se sienta en la tierra a ver si es posible irla rompiendo para hacer una forma determinada, y se queda media hora tomando una hoja tras otra.  O como estar limpiando cajones con tu amante y encontrar algunas cartas viejas, y empezar a leerlas y perder el hilo con besos hasta que de pronto te das cuenta de que se ha hecho de noche y el cajón sigue abierto y sin arreglar.




VIDEO DEL DÍA


Este es uno de los mejores videos que he visto en mucho tiempo: Natitu hace algo tan simple, tan significativo y tan hermoso como agarrar unos aros, ponerse a jugar con ellos, subir a una montaña, y dedicarle el video a su hermano. 

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