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Había una vez una selva. Los animales vivían ahí sin preocupaciones que
no fueran las propias de su naturaleza. Hasta que un día llegó el tren.
El tren les llevó
preocupaciones que no eran propias de ellos. Hacía un ruido infernal y el humo que arrojaba
ensuciaba el aire. Los animales estaban alarmados por esta situación y no sabían qué
hacer. Así que decidieron llamar a un consejo.
El león presidía la junta y dijo, “Este asunto del tren es grave. Viene más y más seguido, y está trastornando
nuestro hogar. Quisiera saber si hay alguien que tenga una idea para
detenerlo.”
El elefante se adelantó y dijo, “Pues bien, yo soy el animal más grande,
así que mañana cuando pase el tren, lo embestiré para detenerlo.” Todos
vitorearon al elefante. Desgraciadamente, cuando el elefante embistió al tren
no corrió con suerte. En la siguiente junta, la pequeña rana dijo, “¡Yo puedo
detener al tren!” Pero el león y los otros animales no la escuchaban. El
rinoceronte dijo, “El error del elefante fue embestir de frente. Mañana, yo lo
embestiré justo en la curva, y así lo descarrilaré.” Todos estuvieron de
acuerdo. Pero al día siguiente, vieron que tampoco esta idea había sido muy
buena. Después de mucho trabajo para enterrar al elefante y al rinoceronte, los
animales estaban más alarmados que nunca.
Cuando el león volvió a pedir voluntarios, la pequeña rana se volvió a
ofrecer, pero otra vez fue ignorada y hecha callar. Los patos dijeron, “Volando
en parvada, podemos incluso derribar aviones, así que con el tren podemos hacer
lo mismo.” Sin embargo, los patos corrieron con peor suerte aún que los otros
animales.
Ya descorazonado, el león volvió a pedir voluntarios. Tan sólo la rana
dijo, “Yo conozco ciertos entrenamientos especiales y puedo detener al tren.
Pero necesito tres días para prepararme.” Como no había más voluntarios, los animales aceptaron. Muy intrigados,
vieron cómo la rana entrenaba día y noche, brincando, golpeando el aire con sus
puños y dando gritos. ¡Quizá la rana sabía algún arte de combate secreto!
El día acordado, la rana estaba en medio de las vías, respirando
pausadamente y en total concentración. Todos estaban expectantes. Al acercarse
el tren, la rana se puso en guardia, se preparó. Los animales la veían
conteniendo la respiración.
La rana jaló aire una última vez y, en el momento en que el tren ya estaba
encima de ella, dio un gran salto y lo golpeó con su puño.
Desde luego, la rana fue aplastada.
No porque creas que puedes, puedes.
De nada sirve un razonamiento válido, sin capacidad real para respaldarlo.
Muy bueno Alfonso! Gracias por copartir! :)
ResponderEliminarExcelente moraleja. Muchas veces me ha aplastado el tren y debo aceptar que en el fondo siempre supe que sería aplastada, pero ganó el pensamiento mágico de lo irracional "las ganas de creer que sería capaz de lograr las metas sin necesidad de realizar un esfuerzo real" Al final los problemas siempre requieren que uno posea o desarrolle la capacidad real para afrontarlos, para lo cual es indispensable que uno tenga primero la humildad para aceptar que no es capaz.
ResponderEliminarGracias por compartir. Saludos querido Alfonso.
ResponderEliminarYo pensé que iba a saltar al tren y darle sus macanazos al conductor, resolviendo el problema desde otro ángulo.
ResponderEliminarBuenísima enseñanza, gracias como siempre
ResponderEliminarExcelente!
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