martes, 30 de abril de 2019

Regando la manteca



Hay cosas que suenan mejor cuando las piensas que cuando las dices.

Cuando la conexión entre el cerebro y la boca tiene falso contacto o un problema con el filtro, pasa que, como decimos en mi rancho, riegas la manteca. Y si insistes en componer la burrada que acabas de decir, luego terminas cavando más el pozo en donde solito te metiste.

Hay una genial anécdota de Quevedo y el rey Felipe IV que ejemplifica esto. La referencia es seguramente apócrifa pero como ya sabemos, una buena historia no requiere ser verdadera, sino verosímil:

El rey le decía a Quevedo que siempre había que disculparse al causar una ofensa; Quevedo decía que no, que disculparse podía empeorar las cosas. El rey no podía creer semejante cosa y le dijo al escritor que se lo demostrara. En un descuido, mientras don Felipe volteaba para otro lado, Quevedo le agarró las nalgas. Al ver al rey sorprendido ante semejante osadía, el poeta le dijo, “Perdone Su Majestad, pensé que era la reina.”

Si eso en realidad pasó, don Felipe seguramente quedó convencido de que en efecto querer componer una barrabasada no siempre es lo mejor, y la honestidad a veces hace que uno riegue el tepache de peor manera.

Yo no es que le haya agarrado las naylons a alguien por equivocación, pero en la última semana he cometido un par de despropósitos. El primero fue cuando una amiga que conozco desde hace 13 años, publicó una foto suya de cuando tenía 20, era deportista internacional y se veía como diosa griega. Como estábamos conversando cuando la publicó, le quise hacer un cumplido pero no salió exactamente como esperaba. El diálogo fue más o menos así:

-          - ¿Eres tú de chiquita?
-          - ¡Sí!
-          - ¡Qué bonita estabas!
-          - …
-          - Bueno sigues estando, claro. Pero quiero decir que, ¡qué bonita es la juventud!
-          - … ajá.
-          - Eh, bueno, eh… ¡y sigues teniendo los mismos ojazos!
-          - Sí, gracias.
-          - Eh, um… ¡oye te busco al rato, me está entrando una llamada! ¡Bye!

Afortunadamente mi amiga sabe que soy un cavernícola. Me parece que le doy como ternura cuando digo idioteces así.

Más recientemente, volví a decir otra cosa pero ahora en Twitter. Me encanta Twitter porque puedes comentar acerca de cualquier discusión de tu interés que esté en vivo en ese momento, e incluso interactuar con gente que de otra forma nunca hubieras conocido.  Así, en una discusión de derechos animales, filosofía e historia, conocí a otra chica hace poco: abogada, amante del debate, y muy guapa.

Lo de lo guapa viene al caso.

En esta ocasión, alguien dijo lo siguiente: “¿Se han dado cuenta de que en Twitter, las mujeres guapas obtienen seguidores muy rápido?”

La abogada guapa contestó: “Pues yo soy guapa y no me sigues.”

Estos eran los únicos dos comentarios en el hilo en el momento en que lo leí. A mí, la aseveración del fulano me pareció una obviedad, así que decidí contestarle:

“En otras noticias, el agua moja.”

El problema es que contesté de forma que ambos lo vieron, pero parecía que la respuesta era para lo que ella dijo, o sea que pareció que dije: “obvio que eres guapa”, en vez de “obvio que las mujeres guapas obtienen seguidores rápido.”

La respuesta de ella, fue poner un par de besos.

La primera reacción que pasó por mi cabeza fue aclarar la confusión, pero recientemente escarmentado con mi amiga, imaginé el diálogo en mi cabeza:

-         -  Jaja no, no te decía a ti, sino al que posteó el mensaje.
-         - 
-         -  Um, eh, o sea pero sí eres guapa, claro. Eh… LOL?
-         -
-          - Eh, um… ¡me está entrando una llamada! ¡Bye!

Mejor no puse nada y me fui a YouTube a buscar videos de gatos con mala dicción. Ahí es más difícil regar la manteca.

martes, 16 de abril de 2019

¡Falso de toda falsedad!


Getty Images

“Falso de toda falsedad” es una frase correcta.

Pero es un calificador, no un enfatizador; y tampoco implica una doble negación, como podría parecer. El problema y la confusión radican en cómo ha llegado a escribirse, y para dilucidar este misterio, tenemos primero que abordar una trascendente pregunta relacionada:

  ¿Cuánto dura un santiamén?

Un santiamén, me dirán, impíos, que dura muy poco, que dura sólo un instante, y que no hay más que decir del tema.

Pero si entre ustedes hay alguien, devoto como yo (y en especial de San Quilmas Petatero), de inmediato tendrá en la mente todas las veces que, ante una situación espeluznante, se ha persignado rápidamente para alejar cualquier demoníaca influencia. ¿Cómo se persigna uno? Pues “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, amén.”

Ahora bien, en una situación terrorífica igual no podemos darnos el lujo ni tenemos la presencia de ánimo de hacer las pausas prescritas en esa oración. Se nos olvidan las comas, vamos. Y por un bien conocido proceso lingüístico de simplificación de sonidos, llegamos a la conocida contracción que proviene del final de la oración: “... delespíritusantiamén.”

Ese es el lapso de tiempo que dura un santiamén. Nadie lo ha expresado aún en femtosegundos, pero espero que algún científico emprendedor tome la asignatura pronto.

El mismo fenómeno de contracción se aplica a nuestra frase en cuestión, en donde una “Y” que era un conectivo en el original, se dejó de lado para fundirse con la “O” final de “falso”. Esto es, que la frase primigenia era “falso y de toda falsedad”.

Y como todo en este mundo tiene que ver con la poesía, esa frase es otra simplificación, de las que frecuentemente vemos en sonetos en donde cantamos nuestros amores y en donde omitimos palabras implicadas que son fácilmente entendibles. En este caso, la palabra sobreentendida es un “ES” al principio. O seáse:

  “es falso y de toda falsedad”

De modo que aquí tenemos el porqué esta frase no es un enfatizador al modo de “falso, completamente falso”.

De hecho, aquí vemos dos usos distintos de la palabra falso, que es lo que nos conduce a la otra confusión, la de pensar que existe un doble negativo:

- el primer FALSO está usado en su significado común: NO VERDADERO.

- el segundo, FALSEDAD, se usa en su acepción de IMPOSTURA ó ENGAÑO. Actuar con falsedad.

Afirmar algo falso, no es lo mismo que actuar con falsedad. Veamos dos ejemplos:

Pongamos soy una persona completamente ignorante (en sentido descriptivo, no peyorativo) y alguien me dice que las vacunas provocan autismo y que es mejor la homeopatía. Con esta información recién adquirida, voy más adelante y la repito. Si la persona que me escucha sabe del tema, me dirá: lo que afirmas es falso. Y si tiene paciencia, me sacará de mi error. Pero en esta instancia no estoy actuando con falsedad.

Si, por otro lado, yo afirmo que las vacunas causan autismo y es mejor la homeopatía, y al mismo tiempo sé del tema y tengo un negocio de homeopatía, entonces estoy actuando con falsedad. Estoy afirmando algo falso a sabiendas.

Después de todo esto, vemos que la frase “es de toda falsedad” significa, dicho en una forma florida, que estoy diciendo mentiras: que estoy actuando con doblez.

De modo que ahí lo tenemos: FALSO DE TODA FALSEDAD es una contracción de una frase más larga y más matizada, que quiere decir:

  "Lo que afirmas es falso, y es de toda falsedad afirmarlo".

O sea: lo que dices no sólo no es verdad, sino que estás actuando de mala fe al afirmarlo, porque sabes que es falso.

QED.