La situación en Gaza se hace cada vez más insostenible y las críticas no paran desde que comenzó la irracional y salvaje campaña de destrucción irrestricta. Netanyahu y los extremistas de su gabinete (en especial Ben-Gvir y Smotrich) se mantienen en sus posturas radicales pero cada vez son más públicas las discrepancias con otros altos funcionarios, amén de los cientos de judíos israelíes y de la diáspora que condenan la guerra.
El 2 de agosto de 2024, se hizo público un altercado en el que Ronen Bar, Jefe de la agencia de seguridad Shin Bet, dijo que “parece que el primer ministro no quiere usar el marco de trabajo que se ha puesto sobre la mesa”, refiriéndose al acuerdo para recuperar rehenes que tiene meses proponiéndose. El general Nitzan Alon, director de la División de Soldados Capturados de las IDF, le dijo directamente que “sabes que los parámetros que has añadido no serán aceptados y el acuerdo no pasará”, mientras que David Barnea, jefe de Mossad, añadió que “el trato está en la mesa; si no lo tomamos vamos a perderlo.” Netanyahu se limitó a decirles, con enojo, que todos ellos “son muy suaves.”
Por meses se ha denunciado que Netanyahu no quiere ningún trato, sino continuar con el conflicto bajo la influencia de los mencionados extremistas que lo han presionado también en público. En julio 9, Yitzhak Brik, general retirado y ombudsman de las IDF de 2009 a 2018, dijo lo mismo: “si Netanyahu sigue retrasando el trato, perderemos para siempre a los rehenes y nos acercaremos más al precipicio de una guerra regional.” La negativa a aceptar tratos también fue denunciada antes por Chaim Rubinstein, que fue representante de las familias de los secuestrados hasta que abandonó el esfuerzo por parecerle imposible negociar con la administración actual.
Ese mismo mes de julio en una carta pública, más de 30 firmantes lo llamaron “un peligro existencial para Israel.” Algunos de los signatarios fueron Tamir Pardo, ex director de Mossad; Avishay Braverman y Rivka Carmi, ex presidentes de la Universidad Ben Gurion; así como científicos y empresarios israelíes de mucho renombre. Añadieron que “por décadas Netanyahu ha estado dividendo a la sociedad, dañando el tejido social y... desgraciando nuestra imagen internacional.” En junio, Daniel Hagari, vocero del ejército israelí, declaró que “Hamas no puede ser destruido militarmente, porque es una ideología”, sumándose a las críticas a la falta de estrategia de los radicales del gabinete, que vienen de meses atrás y se han intensificado desde enero.
La carta mencionada vino justo antes del discurso de Netanyahu ante el Congreso de EEUU, como una indirecta para que fuera criticado ahí, pero no tuvo mucho efecto. La administración de Biden lo recibió para su discurso y la gran mayoría de los congresistas lo aplaudieron rabiosamente. Algunas personas como Pelosi y Sanders alzaron la voz, otros funcionarios menores criticaron y denunciaron, pero sin tener realmente ningún impacto en la política inamovible de seguir enviando armas sin ningún tipo de condiciones. Mientras, las masacres han continuado de forma rutinaria, con cientos de refugiados bombardeados en las “zonas seguras” cuya denominacion ya es un chiste cruel. Los medios internacionales ponen cada vez menos atención a estas atrocidades y varios, como el NY Times, hacen malabares para que sus encabezados suenen lo más aséptico posible.
Amira Hass es una periodista judía israelí que ha pasado los últimos 30 años viviendo en Gaza y Cisjordania (West Bank) y reporteando sus realidades. Hace poco asistió al colegio de periodismo de la Universidad de Columbia para dar el discurso de graduación, en el que cerró diciendo a los futuros periodistas: “resistan todo intento de normalizar el mal y la injusticia.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario