Antes y después |
En Occidente, por convención, decimos que la Historia va hacia adelante.
Si le preguntamos a alguien que nos diga dónde queda el futuro, físicamente,
indicará con la mano hacia el frente, mientras que el pasado está detrás. Nuestro
lenguaje está lleno frases que usan esta convención: “mirar hacia adelante”, “dejar
atrás el pasado”, etc. Pero fuera de esta convención espacial, tenemos otra
idea —quizá un poco más peregrina— acerca del curso de la Historia, en la que
se la hace sinónimo de Progreso.
La forma moderna en que usamos este concepto nació allá por el siglo
XVIII, con el optimismo científico propio de la Ilustración, concretamente en
Francia, Inglaterra y Alemania. Como en esos años se estaban desarrollando
grandes progresos en las ciencias físicas, se llegó a la conclusión de que el
universo entero podía ser comprendido en un corto plazo en bases racionales y
mecánicas, y de hecho se llegó a mencionar que en el futuro el quehacer de la
ciencia se reduciría simplemete a “mejorar sus técnicas de medición”, ya que
todos los misterios fundamentales estarían explicados. Este optimismo se
extendió a la filosofía y la política, y se institucionalizó más o menos la
creencia de Progreso como definición de la historia del hombre, que es una forma
moderna de entender el mundo.
Aunque la versión puramente mecanicista del universo ha sido deshechada,
las repercusiones en nuestra mentalidad se sostienen. El futuro sigue estando
al frente y puede ser ya sea luminoso o distópico, pero el pasado se afianza
cada vez más como oscuro y primitivo, porque la ciencia sigue avanzando a pasos
de vértigo: podemos ver al otro lado del universo, jugar con el ADN y enterarnos
de estas cosas de forma casi instantánea en pantallas luminosas portátiles.
Todas estas maravillas de progreso no pueden ocultar,
desafortunadamente, el hecho de que también podemos matarnos con precisión
inusitada y que a pesar de toda la riqueza generada en el mundo, cientos de
millones de personas viven existencias infrahumanas.
Hay otra concepción del mundo, propia de culturas antiguas: la de un
pasado remoto que a la vez es ideal, una "Edad de Oro" que fue degenerando. La
mentalidad judeocristiana tiene este concepto pero con una historias lineal, o
apocalíptica: con un principio y un fin. La mentalidad china tradicional también
habla de una edad antigua donde abundaban las virtudes, pero prescinde del
apocalipsis y enfatiza más bien el constante esfuerzo por recuperar esas
virtudes antiguas en todas las épocas, ya sean de degradación o de fortuna,
pero a ninguna de ellas les llama Progreso, porque la naturaleza humana es
siempre más o menos la misma independientemente de la calidad de sus
herramientas.
Esta concepción se refleja —de forma contrastante con la nuestra— en
el idioma: en chino, la palabra usada para decir Después es yihou, y la partícula hou es
literalmente "detrás", mientras que la palabra Antes es yiqian, donde la partícula qian significa "delante". ¿Cómo es que pasado y futuro en chino están colocados así al revés?
La respuesta es sencilla: el pasado está ahí, registrado en crónicas y anales, está
ante nuestros ojos y puede ser estudiado. Se ve de frente.
El futuro, en cambio, es incierto. Y aunque se puede anticipar o
conjeturar, no es sino hasta que se hace presente que realmente lo podemos
tener frente a nuestros ojos. Por lo tanto, es como si viniera de nuestras
espaldas, quizá podemos oir sus pasos pero no lo podemos ver.
Independientemente del punto cardinal, una sana combinación de ambas
concepciones es lo que necesitamos para equilibrar nuestra forma de ver el
mundo; no dejar el optimismo, pero temperarlo con una pizca de cinismo
que no esté desprovisto de humor.
VIDEO DEL DÍA
Érase Una Vez el Hombre (1978) fue una serie animada francesa que en
26 capítulos contó la historia de la Tierra y la humanidad desde la formación
de la vida hasta el s. XX, de la mano de
una especie de "Tío Cosa" sabio que va apareciendo por todas las épocas. Si
bien la historia contada es totalmente eurocéntrica (sólo hay 3 capítulos que
hablan de cosas fuera de Europa), tiene un gran valor pedagógico:
Me gustan las dos formas de ver las cosas, la idea occidental de ir hacia adelante sin dejar lo que haz aprendido en el olvido y la idea oriental de que el futuro no lo puedes controlar, puedes predecir como va a ser pero nunca estar cierto !
ResponderEliminarSaludos !