Rousseau y Voltaire, esos dos gigantes del siglo XVIII, dieron ejemplos del respeto de la opinión
ajena, de sus límites y de la fina línea que divide idealismo e hipocresía.
Jean-Jacques Rousseau (1712—1778) es un famoso pensador de la época de
la Revolución Francesa, que influyó muchísimo en la filosofía de su tiempo y la
de siglos siguientes. Entre sus obras, “Emilio,
o La Educación” es una de las más importantes, y es precursora de
movimientos como el Montessori, siendo una de las primeras en oponerse a la
educación rígida e inflexible y proponiendo la libertad de exploración del
niño. Uno podría pensar que semejante autor sería un padre excepcional. Y de
hecho sí, si por “excepcional” entendemos
“alguien que abandona a sus hijos en el orfanato.” Porque eso es lo que
hizo Rousseau con los CINCO hijos que le dio su pareja, Therese Levasseur. Los
entrgó al orfanato.
Voltaire (1694—1778), que era enemigo jurado de Rousseau, lo denunció
públicamente por abandonar a sus hijos a las puertas del orfanato, a lo que
Rousseau increíblemente —y de forma patética— contestó que “nunca los había
abandonado en la puerta, sino que los había llevado dentro.”
WOW. Qué bestia, la verdad.
Ciertamente es difícil descalificar la obra completa de Rousseau, porque
leída objetivamente, es revolucionaria y brillante, pero enterándose de estas
cosas, no hay manera de evitar matizar bastante la admiración por el autor.
Y ahora pasemos a Voltaire, ese famosísimo librepensador a quien se le
atribuye la frase de “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con
mi vida tu libertad para decirlo.” De hecho él nunca escribió eso, sino su
biógrafa Evelyn Beatrice Hall, pero bien la pudo haber dicho porque era un
acérrimo enemigo de la censura de todo tipo. Bueno… de todo tipo EXCEPTO en
contra de Rousseau.
Voltaire odiaba a Rousseau como ideólogo, y ya había escrito que su obra
maestra, El Contrato Social, no era
más que “un librito escrito por un antisocial.” Pero cuando Rousseau publicó su
obra Cartas Escritas Desde la Montaña,
a Voltaire le pareció tan mala e insidiosa que le dijo a uno de los
aristócratas de la ciudad que había que quemarlo.
Sí, quemar un libro. Dicho por el campeón de la Libre Expresión. De
hecho, Voltaire le escribió al miembro del Consejo de la Ciudad diciéndole que “…
se le debe castigar con todo el peso de la ley… como a un subversivo que
blasfema contra Jesucristo y que quiere destruir a su país disfrazado de
ciudadano.” Para ser justos, la parte de
Jesucristo está escrita pensando en que el receptor de esas líneas era una
persona muy religiosa; pero el resto es realmente alarmante viniendo de quien
viene.
El caso es que hay un nivel muy alto de complejidad en las relaciones
humanas, y las cosas que pensamos y decimos difícilmente son siempre absolutas:
podemos pensar que respetamos un principio, pero las diferentes situaciones nos
pueden hacer ver que las palabras muchas veces no son adecuadas para dar
vestido a nuestras ideas. A veces hay que tener el valor de decir “esto es una
estupidez”; a veces hay que hacer espacio para la flexibilidad de un “excepto
cuando…”; a veces hay que optar por el silencio. Y en toda ocasión, hay que ver
cómo se relacionan las cosas que creemos con las que expresamos en palabras o
en acciones.
Alfonso: Sería interesante precisar las consecuencias de "respetar una opinión", es decir, qué implica, a qué lleva.
ResponderEliminarSiempre me ha parecido una actitud "política" sin trascendencia. Porque, "yo respeto tu opinión"... Y???
Así es, totalmente de acuerdo. Es más una postura para mostrar "qué abierto soy" que para actuar en concordancia.
ResponderEliminarSi sin duda ! Yo respeto algunas opiniones aun si no estoy de acuerdo pero las ideas lesivas , la religion fanatizante y otras estupideces como loso vnis la homeopatia o los que no se vacunan son realmente PELIGROSOS
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