jueves, 12 de septiembre de 2024

Israel y sus voces IV: dejar la ceguera

 

La mayoría de los sionistas no creen en Dios pero sí creen que les prometió las tierras de Palestina.

-- Ilan Pappé, profesor de historia, Centro Europeo de Estudios Palestinos, Exeter University. Miembro del movimiento de los Nuevos Historiadores israelíes.

 

Los medios amistosos se empeñan en decir que toda crítica es antisemitismo, pero la verdad es que judíos israelíes y de la diáspora han sido muy claros en su repudio no sólo al actual ataque genocida contra Gaza, sino a la perversa política de ocupación, deshumanización y apartheid del estado israelí. Aquí más gente que ha levantado la voz recientemente:

La directora Sarah Friedland, en su discurso de aceptación del premio a la mejor película de debut (Familiar Touch) en el Festival de Cine de Venecia, dijo: “acepto este premio en el día 336 del genocidio de Israel en Gaza, y en el año 76 de la ocupación. Es responsablidad de cineastas el usar nuestras plataformas para denunciar la impunidad de Israel ante la arena global.”  Con este gesto se une al director israelí Yuval Abraham (No Other Land), que hizo lo propio en el Festival de Berlín, y a Jonathan Glazer (Zone of Interest), en los Óscares.

El músico judío-alemán Michael Barenboim, director del departamento de Música de Cámara de la Academia Barenboim-Said en Berlín, dijo en una entrevista en septiembre que “Israel quiere presentarse como la única representación de los judíos, pero yo no quiero ser así representado. Todo lo contrario... Y sólo porque tengamos miedo de decir las cosas claras, no significa que las cosas no sean claras”, esto último refiriéndose a la ilegalidad de los ataques en Gaza y al sentir “miedo” de criticar a Israel, como si fuese algo malo en sí mismo.

Lo que menciona Barenboim es importante, en el sentido de que la parte ideológicamente extremista del movimiento ha cobrado mucha más fuerza con los años, y que por un lado ha buscado convertirse en el portavoz único de todo un pueblo esparcido por el mundo, y por el otro ha conducido una tétrica propaganda anti-palestina no sólo en su territorio sino en sus principales naciones aliadas.

Como ejemplo del primer punto, tenemos a Hillel Kook (alias Peter Bergson), un importante activista pro-sionismo, originario de Lituania. Kook renunció al extremismo tras muchos años, y declaró su arrepentimiento así: “el sinonismo fusionó la identidad judía con el nacionalismo, y tomó un hecho político como el ataque a los judíos europeos, para transformarlo en un tema emocional y metafísico. Los judíos nos convertimos así en víctimas de una ideología de redención y anhelo emocional, en vez de enfocarnos en la necesidad objetiva de salvar seres humanos.”

Finalmente, el famoso y siempre provocador Noam Chomsky relató que una vez impartiendo un seminario, comenzó a citar declaraciones de figuras públicas de Israel (funcionarios y académicos) en contra de los palestinos, pero en vez de decir “palestinos” sustituía la palabra “judíos”. Chomsky refiere que tales declaraciones parecían “sacadas de los archivos nazis” y que el público estaba cada vez más visiblemente furioso. Cuando al final les dijo, “bueno, los engañé, los ataques que he estado leyendo no eran contra judíos, sino contra palestinos”, vio cómo un sentimiento de alivio se apoderó de la sala.

En otra ocasión, el mismo Chomsky, discutiendo el 9/11 con un entrevistador hostil que le reclamaba comparar cosas que “no son moralmente equivalentes”, contestó “lo único que pido es simplemente usar la definición clásica de hipocresía". La hipocresía, dijo, es la actitud del que se rehúsa a aplicar en sí mismo la misma vara con la que mide a otros: “si reconocemos que una acción está mal cuando otro la hace, debemos tener la mínima integridad de reconocer que está mal cuando nosotros la hacemos.”

 

El odio ciego y el racismo sólo nos encolerizan si es en contra de nuestro equipo, y nos parece normal si es en contra de “el otro”.

 

 

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