Se hizo del poder alentando odios étnicos, exacerbando sentimientos nacionalistas y aprovechándose de tensiones de mucho tiempo atrás. Por años había sido evidente la intención de hacer limpieza étnica y de crear un estado unificado, apropiándose de tierras pertenecientes a gente indefensa. Las campañas sistemáticas de crímenes, abusos y desposesión eran abiertas y sancionadas por el estado con ayuda de la policía y el ejército. Cada protesta, violenta o pacífica, era contestada con cada vez más violencia, hasta llegar a un punto de quiebre: un acto de rebelión abierta, contestado con brutalidad inaudita.
Alrededor de un millón de gente desplazada de sus hogares, y diez mil muertos, casi todos civiles.
Diez mil.
Ante los
ojos del mundo, crímenes de lesa humanidad y violaciones flagrantes de
leyes de derecho humanitario: limpieza étnica por medio de expulsiones
masivas, destrucción indiscriminada de residencias, detenciones
arbitrarias, ataques a escuelas, hospitales y sitios religiosos. Actos
inhumanos causando sufrimiento masivo, con total indiferencia ante las
convenciones modernas de la guerra. La palabra usada fue genocidio.
Me refiero, por supuesto, al criminal asqueroso de Slobodan Milosevic durante la Guerra de Kosovo en 1998.
Hace un cuarto de siglo. En ese entonces, la comunidad internacional intervino, lo destituyó, apresó y juzgó por sus múltiples crímenes.
Los términos usados en este artículo son todos sacados de los reportes y análisis internacionales, así como del juicio en La Haya de Milosevic y otros funcionarios de su gobierno.
Y por supuesto que no me refiero sólo a él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario