lunes, 5 de octubre de 2020

Innovación de Emergencia: Vietnam y México

Vietnam ha sido uno de los casos emblemáticos de buen control epidémico. Con una población de 97 millones, está en la posición 15 del mundo; pero ha tenido tan sólo 1096 casos de Covid-19: la posición 165. Increíblemente, ha registrado tan sólo 35 muertes.

Además de sus medidas inmediatas de contención, la comunicación con la gente siempre ha sido excelente, pero hay un aspecto que se menciona poco: la constante y exitosa innovación. Han inventado, aprobado y producido sus propias mascarillas, kits de pruebas, y ventiladores. Incluso inventaron “cajeros automáticos” dispensadores de arroz.

Este tipo de innovaciones ante una emergencia no es propio de Vietnam; pero el éxito que ha tenido ciertamente no es gratis: la respuesta es la Política de Innovación Inclusiva que se activó en el país. Los puntos más importantes son:

(1) El gobierno actuó muy rápido para poner en la misma mesa a todos los posibles actores relacionados con la innovación

(2) Se crearon alianzas entre ministerios, iniciativa privada y academia, totalmente enfocadas en la crisis.

(3) Muchas empresas adaptaron sus modelos de negocio casi de la noche a la mañana, mostrando mucha flexibilidad e incluso aprovechando las nuevas circunstancias.

(4) Se dio espacio a los innovadores, desde los más pequeños, para presentar sus ideas y llevarlas rápidamente a la práctica.

 

Un panel especializado que se dio a la tarea de estudiar las innovaciones de emergencia de Vietnam, propone tres recomendaciones básicas para reproducir resultados en otros lugares:

(1) Preparar políticas para estados de emergencia, que sobre todo puedan sacarle la vuelta a las trabas burocráticas, las cuales entorpecen la innovación y la colaboración entre sector público y privado.

(2) Crear áreas piloto descentralizadas, donde se puedan llevar a cabo pruebas rápidas de cosas innovadoras.

(3) Definir “intermediarios de la innovación”: instituciones o entidades dedicados a ser hubs de colaboración. Esto es, crear un ecosistema adecuado, con nodos definidos, donde el conocimiento, los recursos y las pruebas puedan coincidir sin obstáculos.

 

En México no tuvimos falta de innovadores: desde marzo hubo noticias de jóvenes ingenieros, científicos y gente de todo tipo, dando ideas y presentando prototipos de mascarillas, protectores, ventiladores, sistemas de monitoreo y mucho más. El TEC de Monterrey, por ejemplo, creó un “task force” internacional llamado Reto Covid, en el que participaron cientos de innovadores, aportando desde soluciones de dispositivos médicos hasta apps de monitoreo.

El problema es que, a diferencia de Vietnam, no ha habido nunca una coordinación y cooperación a ese nivel, en el que los esfuerzos y las propuestas de los innovadores lleguen a un ecosistema especializado. No existe ese suelo fértil, en donde las propuestas de innovación puedan ser rápidamente canalizadas, probadas, fondeadas y puestas en práctica: primero en pruebas piloto y, en su caso, masificadas o por lo menos aplicadas de forma local o regional.

Mientras no nos pongamos serios en la construcción de un ambiente o ecosistema flexible, que cultive e impulse la creatividad y la ciencia, no podremos estar preparados para emergencias.

  

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