viernes, 2 de enero de 2015

Cómo se arreglan todas las cosas de este mundo




Pues siguiendo el método infalible de mi padre. 

No, no se necesitan filosofías arcanas, ni heroísmos, políticas, utopías ni mucho menos frases de Paulo Coelho. Ni poner la fe en ángeles ni en cristales, ni en sobadas místicas que les dicen reiki para darles caché. Nada de eso.

Yo vi a mi padre arreglar todos los problemas de este mundo, de uno en uno. Alguien podía llegar diciendo “Me despidieron del trabajo”, “Me cortó mi novia”, ó “Se murió mi tío”. Podían llegar con cualquier tribulación; cabizbajos y desesperanzados. Debiendo dinero, enojados, enfermos. La magia de mi papá comenzaba con estas pocas palabras: 

   “A ver, pónganle un plato de sopa. Y unas tortillas.”

Por más protestas que hiciera la persona, la sopa –y las tortillas– llegaban a la mesa. Y empezaba la plática, los regaños, los chistes, las anécdotas. Más sopa. 

Todos los problemas de este mundo. Al final mi papá cerraba con esta otra frase:

   “Lo que tenías era hambre.”

Quizá seguían debiendo dinero y estando enfermos. Pero el saber que tienes a alguien con quien puedes llegar y hablar, y de quien puedes recibir así un plato de sopa, no puede sino hacerte sentir mejor.



Te extraño, papá.
Voy por un plato de sopa. Y tortillas.





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