La maravillosa Ursula K. LeGuin (1929-2018), famosa por sus novelas de ciencia ficción especulativa, también escribió una hermosa serie de libros de fantasía con magos, dragones y tierras exóticas. Sin embargo la primera historia que hizo, A Wizard of Earthsea (1968), en donde construye su mundo, fue un encargo de sus editores. Ella al principio no quería tomarlo, aventurándose en un estilo que hoy llamamos “young adult” (YA) que no le era familiar y del que además criticaba su narrativa altamente formulaica.
Sin embargo cedió ante la insistencia y creó el mundo de Earthsea, un archipiélago en donde la magia y lo sobrenatural están siempre presentes, pero las historias son íntimas y humanas, dejando de lado las épicas comunes de este tipo de libros.
Años después, en un comentario a una edición completa de las historias de Earthsea, doña Ursula habló de lo que la motivó a aceptar ese primer encargo y trastocar el género. Para empezar, casi todos sus héroes son de piel morena y oscura, y esto fue un problema desde el principio porque por varios años ninguna editorial se atrevió a poner a un personaje así en la portada, disfrazándolo o haciéndolo perderse entre imágenes de castillos, magos y dragones. Cuando por fin salió una portada poniendo en primer plano al mago Sparrowhawk de Gont, ilustrado con piel bronceada por Ruth Robbins, ella dijo que esa “era la primera portada verdadera”.
Pero hay mucho más en lo que hizo, y aquí está su comentario acerca de cómo se acercó al oficio de la fantasía, y sus reflexiones acerca de las razones y las esencias mismas que se agazapaban detrás del género en su tiempo:
“Mi cuento tomó su propia dirección, dejando de lado la tradición de qué es lo que hace a héroes y villanos. Los cuentos de héroes normalmente colocan a un héroe justo frente a un villano malvado, en una guerra que el primero casi siempre gana. Esta convención es tan común que es algo que se da por hecho: por supuesto que la fantasía heroica se trata de buenos y malos en esa eterna Guerra del Bien Contra el Mal.
“Pero en Earthsea no hay guerras. No hay soldados ni ejércitos ni batallas. No hay nada de ese militarismo heredado del ciclo artúrico y que para hoy es casi obligatorio, dada la ubicuidad de juegos de guerra en la fantasía.
“Mi mente no funciona en términos de guerra; mi imaginación se rehúsa a meter por la fuerza a un campo de batalla todos los elementos que hacen una historia interesante: el peligro, el riesgo, el reto, el valor. No encuentro interés alguno en un héroe cuyo heroísmo se reduce a matar enemigos, y detesto las orgías bélicas de nuestros modernos medios visuales: la matanza mecánica de incontables batallones de demonios vestidos de negro, con dientes amarillos y ojos rojos.
“La guerra como metáfora moral es limitada, limitante y peligrosa. Si reduces las posibles acciones a un simple “guerra contra...” cualquiera que sea la cosa, estás creando una división del mundo entre Nosotros (los buenos) y Ellos (los malos) y reduces la complejidad ética y la riqueza moral de la vida a una simple dicotomía de Sí/No; un interruptor de Encendido/Apagado.
“Esto es pueril, engañoso y degradante. En un cuento, esta actitud evade cualquier solución que no sea la violencia, y no ofrece al lector otra cosa que explicaciones infantiles. Con frecuencia el héroe de esos cuentos se comporta de manera indistinguible del villano, actuando con violencia irreflexiva. Pero como él se encuentra “del lado correcto”, será él quien prevalezca. La narrativa es que la razón le da la fuerza, pero es más bien que la fuerza le da la razón, cuando lo único que hay en la mesa es la guerra. Por eso no juego esos juegos.
“En A Wizard of Earthsea, el mago Ged debe primero saber qué es su enemigo real, debe encontrar qué significa ser él mismo. Y esto requiere no de una guerra sino de una búsqueda, de descubrimiento. Tal búsqueda lo lleva a través de peligros, pérdida y sufrimiento, pero su victoria no es la victoria del final de una batalla, sino del principio de una vida nueva.”
GRACIAS, me encantó y como lectora asidua de UKLG mucho más...
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