Weizigou, por
Fu Xiyun
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Por Yuan Bingfa
Tras la batalla, el jefe de división
de cocineros y dos soldados jóvenes - uno alto y el otro bajo - no habían
podido romper el cerco en el que los había encerrado el enemigo, habían perdido
contacto con el resto del pelotón y se hallaban rodeados en una colina de
nombre Weizigou.
Pasaron siete días durante los
cuales sobrevivieron comiendo hierbas silvestres y las cortezas de los árboles,
y ahora estaban los tres, apoyados a duras penas contra el grueso tronco de un olmo
y viendo con ansia la última ración de arroz frito que quedaba en su bolsa de
provisiones. La garganta del jefe se movió un poco, el soldado bajito tragó
saliva con fuerza, y la boca del soldado alto permanecía abierta… pero ninguno
se atrevía a tocar el arroz, porque la noche anterior el jefe había puesto la
regla - a punta de fusil - de que lo guardarían sólo para un momento crítico:
Justo después de dormirse, el líder
se había despertado por el sonido de algo que se rompía, para ver a los dos soldados
jóvenes peleando por la bolsa. Furioso, tomó su rifle, lo amartilló y les
gritó: “¡Malditos, dejen de hacer eso! Nadie va a tocar ese arroz hasta que no
sea absolutamente necesario. ¡Vuelvan a intentarlo y los mataré yo mismo!”
Era la octava noche, y la noche
estaba como boca de lobo. El líder tomó la bolsa con arroz y se acercó al
soldado alto, diciéndole, “Apúrate y come el arroz. Tienes que aprovechar y
pasar a través del cerco hoy que no hay luna. Nosotros dispararemos desde el
norte para atraer su atención, y tú escaparás a toda prisa por la ladera sur.
Ya fuera, trata de regresar con nuestros camaradas para que nos ayuden.”
Excitado, el soldado alto tomó la
bolsa y, tras dudar un momento, tomó el arroz en la mano. En eso llegó el
soldado bajito y tomando la bolsa, le dijo al jefe, “¡Permítame a mí comerlo,
soy más pequeño y ágil!”
El viejo soldado, enojado ante tal
osadía, tomó de nuevo la bolsa y le dio un puñetazo en la nariz al joven. Éste,
sin atraverse a volver a decir palabra, se limpió la sangre mientras sollozaba
por lo bajo.
El soldado alto se comió el arroz en
unos cuantos bocados, y el intento de romper el cerco comenzó. El pelotón
enemigo se desplazó al norte de la colina guiado por el fuego de fusil del jefe
y del sodado bajito. El sonido del fuego era todavía fuerte cuando el soldado
alto, habiendo cruzado las líneas del enemigo, miró hacia atrás hacia Weizigou.
Unos días más tarde, el soldado alto
regresó con la tropa para rescatar a sus compañeros, pero era ya tarde: encontraron
ambos cuerpos sin vida y llenos de balas enemigas.
El soldado alto lloró amargamente
por un largo tiempo. Ambos soldados caídos fueron enterrados en la ladera norte
de Weiziguo.
Décadas después, un general alto
regresó a Weiziguo para ordenar erigir un monumento conmemorativo en la ladera
norte. La inscripción decía:
“A los mártires de la revolución,
Liu Dongsheng e Hijo.”
*
Yuan Bingfa (1960- ) es un escritor
de la provincia norteña de Heilongjiang. Empezó a publicar en 1984, y en 2002 ganó
el Premio Nacional de Cuento Corto. El cuento aquí traducido está en la
antología ‘Anecdotal One Minute Stories’ (Chinese Literature Press, 1997).
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