sábado, 11 de mayo de 2013

El Sol y las Alas




Nadie encuentra sentido en esto y sin embargo es terriblemente hermoso.
Aunque agradezco tus consejos, padre, no intentes disuadirme.
Ve a donde sea tu destino, si lo único que deseabas era salir y regresar.
Mas no dejes que tu mirada me siga, no deseo ofrecer una tragedia como amarga corona de tu sueño.

Es tan sólo por esta hermosura terrible que vale la pena subir.

Me viste... ¿por qué?
Te empeñaste en verme... ¿qué fue lo que viste? Una caída.
Ya jamás te podré decir tanta hermosura.
Polvo al polvo.

No te martirices: volveremos al laberinto, tú y yo. Nos perderemos y soñarás de nuevo. Quizá entonces te pueda convencer de que me sigas y nos abrazaremos antes de partir, partir solos. Te diré: padre, ven, toma mi mano. Sí, tómala. ¡Por esa belleza inefable!

Y subiré
aunque el sol queme mis alas.


- Telares, 10:8.





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