Aparte de Confucio, Mencio fue uno de los más grandes sabios de la historia china, influyendo a las generaciones de estudiosos que vinieron después de él.
Cuando era un niño, Mencio vivía con su madre, la señora Meng, cerca de
un cementerio. El pequeño iba imitando lo que veía: se ponía a llorar con los
deudos que iban y venían, y hasta jugando con otros niños su diversión era
construir tumbas. La señora Meng pensó que este no era un lugar ideal para
criar a su hijo, y decidió mudarse a otro vecindario. Al poco tiempo se
cambiaron a una casa en el centro del pueblo.
El nuevo barrio estaba lleno de comerciantes, y no pasó mucho tiempo
antes de que la señora Meng se hartara de los gritos de ‘¡Compre, compre!’ que
no paraban nunca, además de que de nuevo, Mencio empezaba a imitarlos en sus
ademanes. Pensando que esta tampoco era una buena influencia para su niño,
decidió mudarse una vez más.
Al final encontró una pequeña casa en un barrio cercano a una escuela.
La señora estaba feliz: el pequeño estaría ahora en contacto con eruditos y
estudiantes, y naturalmente tomaría gusto por el estudio. Incluso en sus
tiempos de ocio, podría poco a poco familiarizarse con la etiqueta de los
letrados y poner atención a los ritos y las ceremonias formales.
Pero un día, Mencio se fue de pinta y regresó temprano a su casa, donde
la señora Meng estaba ocupada en el telar. Al verlo llegar a esa hora y
comprender lo que había hecho, enojada tomó unas tijeras y cortó en dos la tela
en la que había estado trabajando por días. Con expresión severa, le dijo a su
hijo:
“Estudiar es igual que tejer en el telar: es un trabajo que se va
acumulando centímetro a centímetro, hasta completar un metro y luego dos, para
luego poder hacer una túnica. Sólo con el paso del tiempo, la perseverancia te
recompensará con el carácter que has creado y que será útil en tu vida. Pero si
dejas las cosas a la mitad del camino, es como esta tela que acabo de cortar en
dos antes de terminarla: se ha vuelto inútil.”
Desde ese día, Mencio estudió con diligencia y asiduidad, y se convirtió
en el erudito más respetado de su tiempo…
Mencio vivió en el s. III a.C., y esta historia, que es bien conocida
desde siempre, se incluyó en el ‘Clásico para Niños’, un libro de moralejas
rimadas que los niños chinos aprenden a declamar desde el s. XIII.
(Publicado originalmente en Periódico Noroeste, Nov. 25, 2012)
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