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Un día en el rancho, con uno de esos calores que no dejan salir,
llegaron dos rancheros corriendo a la presidencia municipal, que era más bien
la casa del presidente municipal, donde lo encontraron espantando moscas y con
una cerveza. Como de costumbre.
- ¡Oiga, don Poseidón, venimos de la milpa, y allá anda un geólogo!
- ¿Un qué?
- ¡Un geólogo!
- Ah… un… jólogo, ¿eh?
- ¡Sí !... ¿Qué hacemos?
Don Poseidón veía para todos lados, rascándose la cabeza y pensando que
este tipo de problema nunca lo había visto. Además, le interrumpía sus
actividades. Finalmente, después de un rato de aparentar estar en profundas
meditaciones, tomándose un trago de cerveza —que ya se le había entibiado—
respondió:
- Pos mátalo.
- ¿Lo matamos?
- Pos sí.
- Pos bueno.
Así que los dos rancheros se pusieron de nuevo las guaripas y salieron
de la presidencia/casa. A las dos horas, llegaron de vuelta con una carretilla,
con un gringo de 1.90 atravesado en ella y arrastrando las botas por el suelo. Sobre
la panza habían puesto algunos libros e instrumentos raros. Don Poseidón,
alarmado, tiró la cerveza del susto.
- ¡Ah jijos de la…! ¿Pos qué hicieron, mataron un cristiano?
- Pos es el geólogo.
- ¿Este es el jólogo??!!
- Pos sí. Hasta le preguntamos y todo.
- ¿Pos porqué no me dicen, cab…? ¡Yo pensé que era algún pájaro haciendo
destrozos en la milpa!
- …
- …
- ¿Y pos qué hacemos?
Tras cavilar de nuevo profundamente, el insigne munícipe finalmente
sentenció:
- Pos entiérrenlo.
- ¿Lo enterramos?
- Pos sí.
- Pos bueno.
Y allá van los dos rancheros, ajustándose las guaripas porque ese sol
nomás no perdona. Don Poseidón se sentó de nuevo, meneando la cabeza y viendo
la cerveza tirada. ‘¡Mejor fuera sangre!’, pensó para sí, y abrió otra para
quitarse el bochorno. Esta vida moderna con tanta palabra nueva nomás no era
para él. Pero por lo menos la cervecita estaba fría.
(De los cuentos de El Salado, que solía contar mi padre).
(De los cuentos de El Salado, que solía contar mi padre).
😏
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