Los hijos de mi maestro
discutían.
El niño preguntó a su
hermana: “¿Qué prefieres, dar o recibir?” Ella sabía que si decía “prefiero dar”,
la respuesta preparada sería: Si das y das, te quedas sin nada. Y si decía “prefiero
recibir”, su hermano diría, ¿Recibir golpes e insultos?
La respuesta fue,
“Prefiero conservar, ¿y tú?”. Su hermano se quedó sin saber qué decir. Todavía,
ella se burló: “¿Qué no puedes ver más opciones? ¿No prefieres atraer, o tomar
por la fuerza, o crear? ¿O por lo menos no las puedes ver como opciones? Eres un
simplón.”
¡Cuántas de nuestras
opiniones están polarizadas por dos opciones que se nos presentan! El viejo
truco del “Policía Bueno y el Policía Malo” nos ciega ante el hecho de que
ambas buscan lo mismo: ¡engañarnos para que cooperemos con ellos! El concepto
que tenemos de libertad de elección se limita hacia la libertad de elegir entre
dos opciones “opuestas”, que no son sino caras de la misma moneda. La libertad
de pensamiento se ha hecho frágil, atados como estamos en el proceso de
masificación de la conciencia que ya preconizaba Ortega y Gasset en sus apuntes
Rebelión de las Masas, allá por los 30s.
¿No podemos salir de las
dicotomías y ver más allá? La respuesta es que sí, desde luego podemos. Pero no
es fácil porque la cultura nos programa constantemente (y no hablo de forma
conspiratoria) para sólo ver dicotomías y para agregarnos a las cadenas de
control. Un excelente ejemplo es la película The Ring (2002), basada en una
película japonesa del mismo nombre de 1998: hay un video maldito, que mata a
quien lo ve. Los protagonistas encuentran una forma de escapar a la muerte: no
venciendo al mal, sino reproduciendo su mensaje y dándoselo a alguien más.
Así entonces, ¿qué escogeremos,
izquierda o derecha, infierno o paraíso? El “paraíso” parece tentador, pero no
lo es tanto si no es nuestra construcción de él, sino la definición dada por
alguien más. ¿Es suficiente estar en lugar seguro? ¿Es suficiente escapar al
fantasma a costa de reproducir su mensaje? Seguramente hay más opciones entre “aceptar
morir” y “salvarme a costa de que otros mueran.”
Si no está la opción de
luchar, seguramente la podemos escribir nosotros mismos.
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