En su genial Cuentos del Taoísta
Pueblerino, el filósofo japonés Issai Chozanshi cuenta la historia de una rata
enorme y violenta, que no podía ser capturada por los mejores gatos del
vecindario. Uno tras otro lo intentaron, para ser perseguidos y aporreados por
el temible animal.
Finalmente se acordaron de un gato viejo
que vivía al otro lado del pueblo, a quien trajeron para que intentara capturarla:
“Al ver al gato entrar con paso perezoso,
la rata de inmediato se acobardó y se quedó sin poder moverse. El gato caminó
con parsimonia hacia ella, la sujetó entre sus dientes, y se la llevó del lugar
como si nada.
“Tras la hazaña, los gatos invitaron
al gato viejo a que les explicara su técnica maravillosa. Cada uno describió su
técnica primero: rapidez, agilidad, exactitud de movimiento. Pero el gato viejo
dijo:
“Las disciplinas que me han
explicado ciertamente son valiosas. Cuando decimos que el espíritu y la forma
son consistentes, lo que queremos decir es que los principios más profundos
pueden estar contenidos en el despliegue de una técnica. Estando en un estado
de serenidad, el cuerpo responde sin obstrucción a todas las cosas. Así, al ver
a un oponente sin haber tranquilizado tu mente, existirá en ti la mentalidad de
la oposición. La única manera de proceder es usar el estado de serenidad y
responder con naturalidad.
“Hace mucho, había un gato en mi
vecindario: se la pasaba durmiendo casi todo el día y no exhibía trazos de
vitalidad; parecía más una estatua de madera que un gato real. La gente nunca
lo vio atrapar ratas, pero en cualquier lugar en el que se encontrara, no había
ni una rata que se acercara, y esto era cierto aún si cambiaba de casa. Una vez
fui a preguntarle cómo podía lograr semejante portento, pero no me respondió en
absoluto. Cuatro veces pregunté y las cuatro permaneció en silencio. No es que
no pudiera responder, sino que no sabía qué decirme. Este es un ejemplo vivo de
la frase los que saben no hablan, los que hablan no saben. Ese gato había
incluso olvidado el hecho de que se había olvidado de sí mismo y había
regresado a un estado de "Ser Nada". Siendo la encarnación misma del espíritu
marcial, no mataba nada. Yo estoy muy lejos de acercarme siquiera al nivel
alcanzado por aquel gato.”
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