lunes, 21 de octubre de 2019

Buenas intenciones, malas políticas

El presidente: una persona con cualidades y acciones que le permitieron llegar al poder pero que una vez en él, esas mismas cualidades le limitan muchísimo. Veamos. El creer de forma inamovible en sus ideas, el tesón de décadas, el recorrer el país de arriba abajo a pie y el ponerse en contacto directo con la gente para poder hablarles a cada uno de ellos en su idioma, con una sensibilidad que nadie de sus opositores tenía. Además, se benefició de estar en el lugar justo en el momento justo: el poder que había controlado el país por décadas, había acumulado un rechazo generalizado y de esa forma le fue más fácil cohesionar a la gente para asestarle un golpe mortal y desmantelarlo con miras a lograr una renovación total del sistema. 

El problema fatal es este: un líder puede unificar a una nación en torno a un alto ideal, pero una vez en el poder, la ignorancia técnica puede dar al traste con todo. Dos cosas juntas se convierten en una receta para el desastre; primeramente, la ya referida: ignorancia de temas técnicos. En segundo lugar, una fe inamovible en sus ideales y en la creencia de que el poder confiere capacidades mágicas. Esto es, creer que la sola enunciación de una idea, basta para que esa idea se materialice de forma instantánea y perfecta. De esta manera, con una idea muy nebulosa del funcionamiento macro de un país, se pone a listar ideas que si bien responden a una buena intención de mejora, ni son razonables ni están actualizadas con las circunstancias del país.

Este solo problema sería tratable si no estuviera combinado con otro: el rodearse de gente cuya principal cualidad es la lealtad por encima de todo. Este tipo de gente, llamada en inglés yes men (“los que sólo dicen que sí”) crea un peligrosísimo círculo de mentiras en torno al líder: una mala idea no sólo no es refutada oportunamente, sino que se intenta implementar y además se empiezan a crear reportes positivos pero falsos, para dar la apariencia de que “el movimiento” es siempre perfecto y que no acepta errores nunca. Esto no sólo es muy pernicioso para la economía, sino que refuerza el nefasto culto a la personalidad del líder, haciéndolo cada vez más inamovible. En los casos en los que los errores son evidentes, siempre se puede culpar a actores externos y malévolos. Estas acciones, acumuladas, desembocan entonces en catástrofe económica, aislamiento internacional y la peor hambruna de la historia moderna. 

Ah, me olvidaba: estoy hablando de Mao Tse-tung.



VIDEO DEL DÍA   

Podría ser que existan más dimensiones, pero no serían exactamente como las ponen en relatos fantásticos, de donde vienen enemigos de Superman y Dr. Who. Para entender qué son, este video es excelente:



  

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