Publio Terencio (195-159 a.C.) nació como esclavo en Cártago pero se
ganó su libertad tras ser comprado por un senador romano, quien lo educó y se
impresionó tanto con sus habilidades que lo hizo un hombre libre. Para los 26
años ya había publicado seis obras teatrales que aún se conservan. En una de
ellas, Heauton Timoroumenos (“El
Atormentador de Sí Mismo”), tiene esta frase que lo hizo famoso:
Homo sum, humani nihil a me alienum
Que significa “Hombre soy, y nada de lo que es humano me es ajeno”. Pero
es que Terencio no tenía YouTube. Si no, quién sabe si hubiera osado escribir
eso.
Y aunque de ninguna manera voy a hacer menos las orgías romanas de aquel
entonces, estoy convencido de que se llevaban a cabo por lo menos a puerta
cerrada y que no repartían mosaicos de lo que ahí pasaba entre los niños que
pasaban por el Coliseo, que es básicamente lo que tenemos hoy en internet y que
hace que todo el porno asqueroso del mundo no cueste ni medio sestercio para
verlo.
Pero el porno asqueroso en sí, difícilmente escandalizaría a Terencio. No
creo que el hecho de que tengamos acceso instantáneo e irrestricto a ver toda
clase de, um… inclinaciones, haya hecho que de repente hayamos pensado en
fetiches que no existieran hace dos mil años. Supongo que los griegos ya tenían
alguna depravación low-tech equivalente al fetiche de cuadritos de Tetris. Y sí,
existe eso. Y no, por favor no lo busque.
Ahora bien, esa universal diseminación de todas estas prácticas exóticas
que deberían ser privadas, tampoco escandalizaría a Terencio. De hecho a
nosotros ya nos escandaliza sólo un poco; recordemos que ya en 1932 Aldous
Huxley cacheteó las buenas conciencias del siglo 20 con su “Mundo Feliz” y la
idea de las orgías obligatorias (“Orgía-Porfía”) a las que las personas eran
expuestas desde la infancia en su futuro distópico.
Lo que sí me parece que le podría revolver la panza a Terencio –y qué digo
Terencio: al mismo Calígula– son algunas de las cosas que juzgamos divertidas
hoy en día. Aquí va:
En 2007 un video porno (“de cuyo nombre no quiero acordarme”) ganó mucha
notoriedad en el internet. Los actos mostrados no eran ni remotamente sexo
normal, sino que involucraban prácticas escatológicas bastante extremas. POR
FAVOR no lo busque.
El punto es que el video era tan perturbador que la gran mayoría de la
gente que lo veía no podía terminarlo, o vomitaba a medio video, lo que
inauguró otro tipo de video que se hizo igual de popular: gente viendo el video
original y grabando sus reacciones. Y la verdad es que tan sólo de ver las
reacciones de las personas, se le quitaban a uno las intenciones de buscar la
fuente.
Pero nada de esto es lo que me escandaliza a mí, ni mucho menos al ya
multimencionado Terencio. Lo que me inflama es esto:
Que entre esos videos de “reacciones” había uno –de hecho uno de los más
populares– en el que la persona que estaba viendo el porno asqueroso y cuyas
reacciones estaban siendo grabadas, era una señora de unos setenta años, que
por supuesto no podía creer lo que estaba viendo y se ponía enojadísima y le
decía a su nieto que fuera con el sicólogo porque algo malo tenía que tener en
la cabeza, lo cual es probablemente muy cierto.
Déjeme recalcar para que no quede duda del punto: a un fulano le pareció
divertida la idea de mostrarle A SU ABUELA un video de pornografía extrema y
vomitiva, con el fin de escandalizarla, FILMARLA Y PONERLA EN INTERNET para que
cualquier extraño se riera de ella.
Ni a Calígula se le hubiera ocurrido.
VIDEO DEL DÍA
Sean Connery. El 007más icónico. La Voz. Difícilmente
podemos pensar en otro actor que evoque tal imagen de ser cool. Pero Sir Sean no hizo solamente personajes
aterciopelados y dignos. En 1974 quizá le faltaba dinero para pagar algunas cuentas,
y aceptó filmar Zardoz, una película de ciencia ficción delirante que no se
puede describir, sino sólo contemplar en su extrema rareza:
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