Jerzy Popieluzko (1947-1984) fue un
sacerdote católico polaco que se asoció con el famoso movimiento ‘Solidaridad’
de Lech Walesa cuando Polonia aún se hallaba bajo el yugo soviético, y por esas
actividades fue asesinado por el servicio de inteligencia comunista.
La película To Kill a Priest (1988)
dramatiza la vida del sacerdote y aunque es producción de Hollywood, fue dirigida
de forma excelente por Agnieska Holland, una directora polaca famosa por sus
contribuciones políticas al cine de su país, incluso en aquellos tiempos difíciles,
y la historia de su familia parece en sí una película: su padre, miembro del Partido
Comunista y veterano del Ejército Rojo, empezó a criticar al gobierno de su
país después de la Segunda Guerra Mundial y murió en circunstancias extrañas,
aunque se dictaminó suicidio. Su madre, judía, fue parte de la Resistencia polaca
durante la guerra.
De modo que Holland trae un gran bagaje
emotivo a la película, cuyo personaje principal es protagonizado por
Christopher Lambert cuando estaba en su mejor momento, y tiene en papeles
importantes a Ed Harris y Tim Roth cuando aún no eran muy famosos, así que le
echaban sangre, sudor y lágrimas a cada papel. Además incluye al final una de las mejores y menos celebradas canciones de Joan Baez, The Many Crimes of Cain.
En la película se describe la asociación
temprana de Popieluzko con los movimientos obreros, su anti-comunismo y las
antipatías oficiales que se iba ganando con sus sermones donde motivaba a la
gente a protestar. Vemos la evidencia inventada contra él que incluso lo llevó
a la cárcel pero no impidió que detuviera sus sermones, y finalmente, su brutal
muerte.
Claro que como buena película de
Hollywood, hay también un romance con una mujer de su iglesia, que nunca se
llega a consumar. Y aunque parezca cliché, esta tensión le da a la película una
de sus mejores escenas, y para mí, una de las más memorables de este tipo de
relación, mostrando la humanidad total del personaje, si bien en forma
romantizada.
Cuando, poco antes de partir a una
travesía peligrosa, Halina, quien está enamorada de él, le dice: “Bésame antes
de irte”. Él le responde negativamente.
Cuando Halina le dice de nuevo: “Tan sólo
un beso”, él responde con un tono que encierra toda la tensión entre un corazón
desgarrado y un ideal irrenunciable: “No soy tan fuerte”.
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