¿Dónde está, o mejor, dónde existe la música? ¿En dónde está antes, en
dónde se instala durante su personificación y a dónde va después?
Oprimo el PLAY del aparato, me acuesto y me pongo a escuchar. Oh Freunde
nicht diese Tone... y me maravillo por el sonido pero no por el hecho de
escucharlo: evoco, acompaño con el pie o con los dedos o en voz baja ... Freude
schöner Götterfunken tochter aus Elysium ... y no me maravillo ante el hecho de
estar en
(escuchar
con)
(asirme a)
(bebernadar
en) sonidos de donde viene un alma, un hilo precioso desde alguien que quizá ya
no está pero que es, a través de espacio y tiempo. Quizá sean sólo minutos los
que nos separan pero pueden ser siglos o miles de kilómetros. Probablemente
nunca lo conoceré ni pude haberlo conocido ...alle Menschen werden brüder wo
dein sanfter flügel weilt!... incluso en otra vida si él vivía en Alemania y yo
era un watusi en las estepas africanas.
Y después de tanto tiempo, tantas vueltas, hemos coincidido —viajeros
en caminos dispares pero entretejidos— en una medianoche con resaca de
cigarro, en un cuarto que es un espacio reducido pero que sin explicación se
expande y se une a otra cosa en otro lugar. Un lugar que de vez en cuando se
puede atisbar pero. De pronto ya no, pero sigue ahí e intento
seguirlo ... Such' ihn überm Sternenzelt...! Búscalo en las estrellas, dice la
letra ¿quién dice, quién y dónde, y porqué lo escucho justo después de haberme
hecho la pregunta?
Etérea, inatrapable y aun así es real, es real porque la escucho y ahí
está, pero no en la cinta, no en la partitura, no en ninguna onda acústica,
sino que necesita hacerse, crearse, re-crearse a sí misma cada vez para existir
y llegar a estos oídos. Y después, otro día, enmedio de un embotellamiento
atrapado en mi auto la puedo recordar y evocar, la puedo escuchar dentro... pero
dónde, dónde. Porque al mismo tiempo que yo la recuerdo existe en una sala de
conciertos tal vez en Milán y en cientos o miles de personas que la estarán
escuchando, recordando, interpretando pero dónde a dónde va; no la puedo asir,
no la puedo hacer palpable, necesito crearla para que exista, para entrar en
ese lugar en donde me entreteje también. Una nota, otra, otra, creando una
melodía que va y viene libre, que va indicando el rumbo a medida que avanza,
junto con muchas más notas al mismo tiempo, todas armonía perfecta, ritmo que
nace en cada segundo pero que nace completo y maduro, pues su infancia y
adolescencia transcurrieron una sola vez dentro de un alma lejana que la trajo
al mundo adulta y terminada.
Sonidos que representan cosas inaudibles, inauditas, que hacen
escuchable alguna sinfonía o una danza más grande que viene y cuyo afán quizá
es reflejarse o darse a pequeños pedazos, en manos que rasgan cuerdas y labios
cuyo aliento pasa por pasadizos y se convierte en la música en ese solo momento,
en cada momento que transcurre y en todos los momentos y que después se queda
en mi mente o en mi corazón o en lo que sea que use para traerla de nuevo a la
existencia, al reconocimiento.
Cada lugar alrededor y lejos se llena y cada cosa es una parte de la
música, un triángulo o un timbal o una flauta y cada uno de ellos como cada
hilo que formara un tejido inmenso, hecho en algún telar inimaginable. Y de
pronto puedo cantar y bailar con estrellas y gusanos aunque mi boca no se abra
y mi cuerpo no se mueva.
- Telares. V,2.
VIDEO DEL DÍA
Fantasía Coral en Do menor para Piano, Coro y Orquesta, Op. 80; de
Beethoven. La obra maestra antes de la obra maestra:
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