Para el señor Guo Chongdao
El señor Guo Chongdao
fue de mis primeros amigos en China, a pesar de nuestra diferencia de edades. Y
fue de mis primeros amigos porque habla español perfectamente, ya que empezó a
estudiar el idioma en 1954, cuando a nadie aquí se le pasaba por la cabeza que
el español fuera importante. Pero como las clases de ruso estaban saturadas, se
le ocurrió tomarlo y esto fue para bien, porque el resto de su vida ha estado
relacionada íntimamente con países de habla hispana, en particular con México.
Cuando terminó su
carrera, fue asignado prontamente a oficinas de gobierno relacionadas con temas
internacionales y se pasó un número de años estudiando el potencial de
relaciones con Latinoamérica, hasta que en 1982 fue asignado como Agregado
Comercial en la Embajada China en México, donde se quedó desempeñando ese
trabajo hasta 1996.
Durante esos 14 años
el señor Guo fue de los pioneros en abrir las relaciones bilaterales, cuando
China no figuraba en el mapa y llevar y traer a empresarios y oficiales de un
lado a otro en apenas los primeros escarceos, era una labor de convencimiento
intensa. Así el señor Guo viajó por todo el país, y conoce más México que la
mayoría de los mexicanos, además de que fue quien primero empezó a establecer
relaciones con empresarios que hicieron joint-ventures con empresas
chinas en uno y otro país.
Hoy el señor Guo está
retirado y vive tranquilo en Hangzhou, una de las ciudades más turísticas de
China y mi ciudad adoptiva. Cuando lo conocí, nos veíamos al lado del famoso
Lago del Oeste para pasear por su orilla y conversar acerca del enorme
potencial en la relación de nuestros países, que más de 30 años después de que
él empezó sus esfuerzos de acercamiento sigue sin explotarse a cabalidad. El señor
Guo aún está en el rolodex de muchos empresarios mexicanos que, si bien por su
edad ya no lo invitan a hacer el largo viaje, sí lo consultan seguido y él está
siempre dispuesto a seguir dando consejo.
Una de sus actividades
favoritas era ir a uno de los establecimientos donde se podía “jugar a la bolsa”:
esto es, un salón en donde la gente se podía sentar y observar en grandes
pantallas los movimientos de la bolsa de Shanghai, usando sus celulares ó
laptops para comprar y vender acciones. Era, en pocas palabras, un casino pero
con acciones y desde hace algunos años la gente lo sigue practicando pero ahora
usando aplicaciones especiales en sus celulares.
Antes y ahora, el señor
Guo no apuesta: con su libreta y su lápiz, toma apuntes, hace cálculos y
gráficas, y predice resultados, lo que le produce un gran placer. En uno de aquellos
lejanos paseos al lado del lago le pregunté por su curioso hobby y me contestó:
“Hay que mantener la mente ocupada para no estar pensando en tonterías.”
Hoy, que me paso los
días tomando apuntes y haciendo cálculos y gráficas acerca del comportamiento
de un virus, pienso seguido en el señor Guo. Hace un par de horas le llamé y me
asegura que está bien; que cumple la cuarentena más por su avanzada edad que
por detener sus deseos de caminar por el lago. Me dice que ve los dibujos de mi
niña que publico en WeChat, y que en cuanto nos veamos tenemos que ir a comer a
su restaurante favorito, donde lo conocen de años y le tienen reservada siempre
su mesa favorita: lejos de la puerta principal, donde no hay corrientes de aire.
Espero obtener mi “permiso verde” pronto, para poder regresar a Hangzhou y tomar
té con mi querido amigo de tantos años.
Mientras, trato de no
pensar en tonterías.
Cuando veas al señor Guo, entrega el respetuoso saludo de otro mexicano.
ResponderEliminarMe gusto tu historia. Describe bien al buen Señor Guo.
ResponderEliminarSeñor Guo de ésas lindas personitas que la vida nos presenta que se convierten en nuestros guias que nos protege n las espaldas y abren nuestros ojos ante la adversidad el conocimiento y la belleza de vivir. Gracias Sr. Guo y gracias por compartir tu experiencia
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