sábado, 4 de enero de 2020

Discurso y creación de realidades


Dicen los chinos que “tres hombres hacen un tigre”, refiriendo una leyenda en la que un hombre llegó a la corte a reportar que había visto un tigre en la ciudad. No le creyeron, pero cuando un segundo testigo reportó lo mismo empezaron a dudar. Y cuando un tercero llegó y lo repitió, despacharon a los guardias para cazar al tigre. Este dicho se usa para explicar la fuerza de los rumores y, en terminología moderna, la “construcción de realidades” a base de repetición. Esta construcción puede ser positiva o negativa. Otra historia cuenta que preguntaron a Confucio qué era lo más importante para una nación, si el ejército, la comida o la confianza en su gobierno. Respondió sin vacilar que la tercera, porque “las personas mueren por agresión o por hambre en toda época, pero sin confianza una nación no puede sobrevivir”. De modo que el “discurso nacional” es entonces fundamental y más en el mundo moderno, en el que la coherencia entre el hecho y el dicho es mucho más fácil de poner en tela de juicio.
Hasta los 80, la comunicación social del gobierno mexicano era bastante sólida y efectiva; y esto no es para decir que la gente creyera en él ciegamente, porque chistes de políticos corruptos los ha habido siempre, aquí y en China; pero había una especie de confianza básica en la comunicación. No hablo de slogans, porque cosas como “Arriba y Adelante” ó “Administremos la Riqueza” siempre han sido vistas con el apropiado cinismo; tomemos la creación de campañas nacionales, para ejemplificar mi punto.
Si mi lector creció en los 80s, recordará la efectividad que tuvieron las campañas contra el dengue, la de planificación familiar (“La Familia Pequeña Vive Mejor” y "Aprendamos a Planificar la Familia", 1980), la de cuidar el agua (“¡Amanda, ciérrale!”, 1984) o la de no despilfarrar el aguinaldo (“Regale Afecto, No Lo Compre”, 1982). Había en ellas un entendimiento fundamental de que eran honestas.
Desde entonces será que somos menos inocentes, más sofisticados, más cínicos, pero ya nada nos impresiona más de unos segundos sin burlarnos y descreerlo inmediatamente. ¿En qué momento se perdió el toque para la comunicación, y la sociedad pasó a ser fundamentalmente cínica ante todo?
Creo que fue mucho antes del internet: cuando la campaña de Hacienda decía un ominoso “Pagas y te llevas con Lolita; fallas y te enfrentas con Dolores” al son de una orwelliana y alegre melodía. Y luego crearon el personaje ‘Justino Morales’ el cobrador de impuestos (1989), que es como si en la Unión Soviética hubieran hecho una campaña para cooperar con la KGB con un personaje llamado Iván Buenaondavich Komprensivoff. El cinismo y la desconfianza actual no aparecieron de la noche a la mañana, es un proceso que ha tomado décadas y está explotando hoy.
Es un hecho fehaciente que con nuestro discurso creamos realidades; y dejando de lado disquisiciones filosóficas, es algo que se usa en el discurso público de muchas formas, siendo las dos más importantes el crear una identidad de grupo y el legitimar al gobierno. En tercer lugar viene el discurso del “otro”, el que está más allá de la redención, que es percibido como malo (porque nuestro grupo no es jamás el malo) y que es imagen poderosa para poder crear unidad en nuestro propio grupo, para hacerle frente y vencerlo o, en casos extremos, destruirlo.
El discurso para hacer parecer al enemigo como malo e inferior ha sido usado desde que el mundo es mundo. Pero desde que la palabra propaganda tomó un sentido generalmente negativo, se hace de una forma más políticamente correcta en nuestros días. Los ejemplos son incontables. 
La imparcialidad en el discurso público es prácticamente inexistente; lo que hay son posturas que se quieren promover como exclusivamente válidas, de uno y otro lado.

  

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