El escándalo es así:
Se publica una noticia diciendo que la directora de Conacyt (el Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología, de México), felicita por tuit a un tal Boris Berenzon por unirse
a su equipo de trabajo.
Los investigadores
periodísticos, prestos, se dan cuenta de que el Sr. Berenzon, además de que no
es científico sino historiador, fue destituido de un cargo hace un tiempo,
debido a acusaciones de plagio en su trabajo.
La gente se indigna y
reclama. La directora borra su tuit, pero desde luego no lo
suficientemente rápido para que le tomen foto y lo reproduzcan. La directora
entonces dice que alguien hackeó su cuenta para publicar ese solo mensaje
maligno, pero que su cuenta ya ha sido recuperada. La gente se indigna más.
OK, todo eso es muy
estándar y fácil de entender.
Pero a mí lo que me
parece más escandaloso no es ni que el Sr. Berenzon sea historiador ni que haya
plagiado unos párrafos para su tesis. Esto es lo que me perturba sobremanera:
Ese es el mensaje
publicado y luego borrado.
Lo más aberrante de
ese texto es la frase “ciencia neo-liberal.” Y además, que exista en el
Conacyt una lucha en contra de ella.
Eso me parece tétrico
y tiene ecos bastante espeluznantes.
Vamos a poner esto
muy claro: CIENCIA SÓLO HAY UNA, y se puede llevar a cabo con mayor o
menor rigor. Pero no hay ciencia
neoliberal ni ciencia comunista, ni ciencia turca ni ciencia esquimal. El método
científico es algo que nos enseñan en la secundaria y es eso, precisamente: un
método para obtener conocimiento. No es complicado: observamos un fenómeno,
imaginamos una razón por la que ese fenómeno pasa (hipótesis), hacemos varias
pruebas para ver si es cierto lo que imaginamos (experimentación) y comprobamos
que estábamos en lo cierto, con lo que podemos hacer predicciones. Si no estábamos
en lo cierto, pues observamos más detenidamente y volvemos a ensayar otra
explicación, de modo que con el tiempo nos podemos ir acercando a modelos (teorías)
que describen las cosas que observamos.
Eso es todo.
Pero lo más
importante es que hay que ser honesto: cuando experimentamos para comprobar
nuestra idea, claro que quisiéramos tener razón, pero a veces los resultados
nos contradicen, así que debemos tragarnos nuestro orgullo y abandonar esa idea
por otra.
Eso es lo maravilloso
de este sencillo proceso: que tiene un mecanismo implícito de autocorrección y
mejora.
La ciencia existe
desde los albores de la humanidad, si bien en aquel entonces nuestro
conocimiento era tan limitado que no podíamos hacer hipótesis decentes: nuestras
explicaciones eran más mágicas que otra cosa (astros, dioses, simpatías con
fenómenos similares, etc.) pero eso no significa que no tuviéramos el embrión
del método científico. Con el tiempo hemos ido acumulando más y más observaciones,
más y más exactas, y eso es lo que nos ha permitido refinar nuestro método.
Esto es, que la
ciencia moderna se lleva a cabo con muchísimo más rigor que la ciencia de hace
siglos. Y si bien es cierto que podemos contaminar el proceso con nuestras
ideologías, envidias, egos, riñas privadas y otras cosas, nuestro método es
inflexible con los errores: si haces eso, otros verán el error y tu teoría será
descartada.
Lo que no podemos decir
que es que exista una “ciencia neoliberal”, ni ninguna otra ciencia que pertenezca
exclusivamente a una ideología, etnia o religión. Un científico musulmán usa
las mismas ecuaciones de Newton que uno budista, y ambos pueden calcular la
misma trayectoria de un proyectil.
La Alemania Nazi
habló de la “ciencia judía” y privó a sus universidades de físicos, matemáticos,
químicos y biólogos de primerísimo nivel, ensalzando su propia “ciencia aria.”
Digámoslo de nuevo:
eso es una postura no sólo equivocada sino peligrosísima. La ciencia se hace
bien o se hace mal; la ciencia no tiene fronteras y es de las pocas cosas
que nos permite comunicarnos realmente de manera universal.
#CienciaParaTodos
VIDEO DEL DÍA
Las Ecuaciones de Navier-Stokes,
que se usan para modelar fluidos en movimiento, son de las cosas más
endemoniadamente difíciles que hay en matemáticas. Tanto, que quien logre “hacer
aportaciones significativas para su entendimiento” se puede ganar un millón de
dólares. Ahora bien, lo que las ecuaciones describen en sí no es tan difícil de
entender, y aquí lo explica con mucho entusiasmo Tom Crawford:
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