lunes, 2 de septiembre de 2019

Ciencia sólo hay una


El escándalo es así:
Se publica una noticia diciendo que la directora de Conacyt (el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, de México), felicita por tuit a un tal Boris Berenzon por unirse a su equipo de trabajo.
Los investigadores periodísticos, prestos, se dan cuenta de que el Sr. Berenzon, además de que no es científico sino historiador, fue destituido de un cargo hace un tiempo, debido a acusaciones de plagio en su trabajo.
La gente se indigna y reclama. La directora borra su tuit, pero desde luego no lo suficientemente rápido para que le tomen foto y lo reproduzcan. La directora entonces dice que alguien hackeó su cuenta para publicar ese solo mensaje maligno, pero que su cuenta ya ha sido recuperada. La gente se indigna más.
OK, todo eso es muy estándar y fácil de entender.
Pero a mí lo que me parece más escandaloso no es ni que el Sr. Berenzon sea historiador ni que haya plagiado unos párrafos para su tesis. Esto es lo que me perturba sobremanera:
 
Ese es el mensaje publicado y luego borrado.
Lo más aberrante de ese texto es la frase “ciencia neo-liberal.” Y además, que exista en el Conacyt una lucha en contra de ella.
Eso me parece tétrico y tiene ecos bastante espeluznantes.
Vamos a poner esto muy claro: CIENCIA SÓLO HAY UNA, y se puede llevar a cabo con mayor o menor rigor.  Pero no hay ciencia neoliberal ni ciencia comunista, ni ciencia turca ni ciencia esquimal. El método científico es algo que nos enseñan en la secundaria y es eso, precisamente: un método para obtener conocimiento. No es complicado: observamos un fenómeno, imaginamos una razón por la que ese fenómeno pasa (hipótesis), hacemos varias pruebas para ver si es cierto lo que imaginamos (experimentación) y comprobamos que estábamos en lo cierto, con lo que podemos hacer predicciones. Si no estábamos en lo cierto, pues observamos más detenidamente y volvemos a ensayar otra explicación, de modo que con el tiempo nos podemos ir acercando a modelos (teorías) que describen las cosas que observamos.
Eso es todo.
Pero lo más importante es que hay que ser honesto: cuando experimentamos para comprobar nuestra idea, claro que quisiéramos tener razón, pero a veces los resultados nos contradicen, así que debemos tragarnos nuestro orgullo y abandonar esa idea por otra.
Eso es lo maravilloso de este sencillo proceso: que tiene un mecanismo implícito de autocorrección y mejora.
La ciencia existe desde los albores de la humanidad, si bien en aquel entonces nuestro conocimiento era tan limitado que no podíamos hacer hipótesis decentes: nuestras explicaciones eran más mágicas que otra cosa (astros, dioses, simpatías con fenómenos similares, etc.) pero eso no significa que no tuviéramos el embrión del método científico. Con el tiempo hemos ido acumulando más y más observaciones, más y más exactas, y eso es lo que nos ha permitido refinar nuestro método.
Esto es, que la ciencia moderna se lleva a cabo con muchísimo más rigor que la ciencia de hace siglos. Y si bien es cierto que podemos contaminar el proceso con nuestras ideologías, envidias, egos, riñas privadas y otras cosas, nuestro método es inflexible con los errores: si haces eso, otros verán el error y tu teoría será descartada.
Lo que no podemos decir que es que exista una “ciencia neoliberal”, ni ninguna otra ciencia que pertenezca exclusivamente a una ideología, etnia o religión. Un científico musulmán usa las mismas ecuaciones de Newton que uno budista, y ambos pueden calcular la misma trayectoria de un proyectil.
La Alemania Nazi habló de la “ciencia judía” y privó a sus universidades de físicos, matemáticos, químicos y biólogos de primerísimo nivel, ensalzando su propia “ciencia aria.”
Digámoslo de nuevo: eso es una postura no sólo equivocada sino peligrosísima. La ciencia se hace bien o se hace mal; la ciencia no tiene fronteras y es de las pocas cosas que nos permite comunicarnos realmente de manera universal.
 #CienciaParaTodos

VIDEO DEL DÍA
Las Ecuaciones de Navier-Stokes, que se usan para modelar fluidos en movimiento, son de las cosas más endemoniadamente difíciles que hay en matemáticas. Tanto, que quien logre “hacer aportaciones significativas para su entendimiento” se puede ganar un millón de dólares. Ahora bien, lo que las ecuaciones describen en sí no es tan difícil de entender, y aquí lo explica con mucho entusiasmo Tom Crawford:




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