Todos los organismos reaccionan ante estímulos.
Al nivel más básico, los organismos simples reaccionan
ante estímulos meramente químicos o físicos (moléculas en su proximidad, la luz
solar, el frío). Pero los seres más complejos, que tienen sentidos
desarrollados y un cerebro que los procesa, reaccionan ante situaciones: por
ejemplo, aves o reptiles que reaccionan ante sus presas o depredadores, ante
circunstancias de su ambiente, etc.
A medida que vemos cerebros más y más complejos, que
pueden interpretar la información de sus sentidos de formas más y más
complicadas, los organismos no sólo reconocen situaciones, sino que detectan
patrones.
Patrones sencillos pueden ser:
Ves un león ---> El león ataca a tu manada --->
El león se come a uno de tu manada.
Ves una fruta roja ---> Alguien de tu manada la
come ---> Ese alguien se muere.
El reconocimiento de esos patrones repetidos muchas
veces, hace que entendamos relaciones causa-efecto y que incluso se transmitan
a través de generaciones.
Pero nuestros cerebros humanos son incluso mucho más
sofisticados que eso y no sólo hemos desarrollado lenguajes muy complejos que
se pueden compartir de forma artificial (escritura) sino que hemos desarrollado
la capacidad de imaginar e inventar historias.
El cerebro está hecho para identificar patrones y para interpretarlos. Ahora bien: el cerebro no necesariamente quiere “encontrar
la verdad” sino encontrarle sentido a las cosas. Hay muchísimos experimentos que muestran cómo, a partir de información incompleta, el cerebro “llena
los vacíos” para darle sentido a los estímulos que recibe. Se ha ejemplificado
sobre todo con estímulos visuales: a partir de un par de garabatos o de
imágenes parciales, el cerebro completa la información y reconoce letras,
palabras o rostros. Esto pasa con todos los sentidos y es una característica
muy útil que simplifica el tener que procesar cantidades excesivas de información.
Pero a medida que crece el nivel de complejidad, esto se convierte en un “completar espacios” a partir de datos sueltos no necesariamente relacionados. El cerebro
quiere por fuerza encontrar patrones y sentido, así que se inventa narrativas.
Por ejemplo, podemos ver estos dos datos:
(1) Juan era drogadicto.
(2) Juan murió.
Lo primero que queremos hacer es poner esos dos datos,
por sí separados y sin relación necesaria, en una sola historia, que
típicamente es: “Juan murió de una sobredosis.” Y lo que es altamente útil para
evitar depredadores en la selva, o para identificar ciclos de agricultura, o incluso para comunicar sabiduría acumulada en la experiencia, se
convierte en un obstáculo para evaluar racionalmente situaciones de muy alta complejidad.
A medida que crecemos, aprendemos no sólo las cosas
necesarias para sobrevivir y vivir en sociedad, sino que aprendemos un montón
de prejuicios que usamos para “llenar los espacios vacíos.” Vemos datos sueltos
y antes de analizarlos, el cerebro se pregunta “¿cuál es la historia?” y para
crear una narrativa, echa mano de su experiencia, que puede tener mucha carga
de prejuicios de todo tipo; y el más viejo de todos que es el de “Ellos vs. Nosotros”. Aderezándolo con un poco de imaginación, no
tardaremos en inventar conspiraciones fantásticas y malévolas.
Ahora bien, de hecho a lo largo de la historia ha
habido muchas conspiraciones fantásticas y malévolas, pero para comprobar
nuestra hipótesis debemos ser rigurosos: observar los datos y ver muchas
explicaciones, y sobre todo ver cuál de ellas va teniendo poder predictivo. Es
más arduo y desde luego no es tan excitante como imaginar intrigas estilo James Bond, pero a la larga es más práctico y útil.
Es natural que deseemos escuchar cuentos de aventuras para
darle sentido a las cosas: que nos diga con claridad quiénes son el bueno y el malo, para poder identificarnos sin duda con los primeros y odiar a los segundos. Pero esos cuentos nos llevan por caminos peligrosos y peor aún: con una ceguera cada vez más pronunciada.
Esa misma compljeidad de la que hablas hoy esta manchada por demasiado ruido (en la red) lo que hace que a veces si no sabemos discernir correctamente escogemos el camino incorrecto y las observaciones correctas se pierden en un laberinto de datos.
ResponderEliminarMuy buen artículo, gracias.
ResponderEliminarLa narrativa es inherente al ser humano. Esa narrativa es la que hizo que nuestros ancestros descubrieran e imaginarán todo lo que luego se ha descubierto. Esa narrativa mental mata miles de personas cada día, narrativas terroríficas de las que no pueden huir. Siempre recuerdo a aquell@s que se quitan de enmedio, porque no soportan su narrativa interna. Pero y a nivel social, que narrativa colectiva tenemos? Narrativas sociales o sueños colectivos. Nos piden salvaguardarnos del contagio viral, actuar individual pensar global. Como esque no hacemos igual en la narrativa mental?
ResponderEliminarPerdón! Divagué en demasía!? :)
Excelente mi buen amigo !
ResponderEliminarFelicidades muy buen artículo!
ResponderEliminarMuy buen artículo!! Felicidades!!
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