miércoles, 18 de marzo de 2020

No queremos hechos, queremos CUENTOS


Todos los organismos reaccionan ante estímulos.
Al nivel más básico, los organismos simples reaccionan ante estímulos meramente químicos o físicos (moléculas en su proximidad, la luz solar, el frío). Pero los seres más complejos, que tienen sentidos desarrollados y un cerebro que los procesa, reaccionan ante situaciones: por ejemplo, aves o reptiles que reaccionan ante sus presas o depredadores, ante circunstancias de su ambiente, etc.
A medida que vemos cerebros más y más complejos, que pueden interpretar la información de sus sentidos de formas más y más complicadas, los organismos no sólo reconocen situaciones, sino que detectan patrones.
Patrones sencillos pueden ser:
Ves un león ---> El león ataca a tu manada ---> El león se come a uno de tu manada.
Ves una fruta roja ---> Alguien de tu manada la come ---> Ese alguien se muere.
El reconocimiento de esos patrones repetidos muchas veces, hace que entendamos relaciones causa-efecto y que incluso se transmitan a través de generaciones.
Pero nuestros cerebros humanos son incluso mucho más sofisticados que eso y no sólo hemos desarrollado lenguajes muy complejos que se pueden compartir de forma artificial (escritura) sino que hemos desarrollado la capacidad de imaginar e inventar historias.
El cerebro está hecho para identificar patrones y para interpretarlos. Ahora bien: el cerebro no necesariamente quiere “encontrar la verdad” sino encontrarle sentido a las cosas. Hay muchísimos experimentos que muestran cómo, a partir de información incompleta, el cerebro “llena los vacíos” para darle sentido a los estímulos que recibe. Se ha ejemplificado sobre todo con estímulos visuales: a partir de un par de garabatos o de imágenes parciales, el cerebro completa la información y reconoce letras, palabras o rostros. Esto pasa con todos los sentidos y es una característica muy útil que simplifica el tener que procesar cantidades excesivas de información.
Pero a medida que crece el nivel de complejidad, esto se convierte en un “completar espacios” a partir de datos sueltos no necesariamente relacionados. El cerebro quiere por fuerza encontrar patrones y sentido, así que se inventa narrativas. Por ejemplo, podemos ver estos dos datos:
(1) Juan era drogadicto.
(2) Juan murió.

Lo primero que queremos hacer es poner esos dos datos, por sí separados y sin relación necesaria, en una sola historia, que típicamente es: “Juan murió de una sobredosis.” Y lo que es altamente útil para evitar depredadores en la selva, o para identificar ciclos de agricultura, o incluso para comunicar sabiduría acumulada en la experiencia, se convierte en un obstáculo para evaluar racionalmente situaciones de muy alta complejidad.
A medida que crecemos, aprendemos no sólo las cosas necesarias para sobrevivir y vivir en sociedad, sino que aprendemos un montón de prejuicios que usamos para “llenar los espacios vacíos.” Vemos datos sueltos y antes de analizarlos, el cerebro se pregunta “¿cuál es la historia?” y para crear una narrativa, echa mano de su experiencia, que puede tener mucha carga de prejuicios de todo tipo; y el más viejo de todos que es el de “Ellos vs. Nosotros”. Aderezándolo con un poco de imaginación, no tardaremos en inventar conspiraciones fantásticas y malévolas.
Ahora bien, de hecho a lo largo de la historia ha habido muchas conspiraciones fantásticas y malévolas, pero para comprobar nuestra hipótesis debemos ser rigurosos: observar los datos y ver muchas explicaciones, y sobre todo ver cuál de ellas va teniendo poder predictivo. Es más arduo y desde luego no es tan excitante como imaginar intrigas estilo James Bond, pero a la larga es más práctico y útil.
Es natural que deseemos escuchar cuentos de aventuras para darle sentido a las cosas: que nos diga con claridad quiénes son el bueno y el malo, para poder identificarnos sin duda con los primeros y odiar a los segundos.  Pero esos cuentos nos llevan por caminos peligrosos y peor aún: con una ceguera cada vez más pronunciada.

   

6 comentarios:

  1. Esa misma compljeidad de la que hablas hoy esta manchada por demasiado ruido (en la red) lo que hace que a veces si no sabemos discernir correctamente escogemos el camino incorrecto y las observaciones correctas se pierden en un laberinto de datos.

    ResponderEliminar
  2. La narrativa es inherente al ser humano. Esa narrativa es la que hizo que nuestros ancestros descubrieran e imaginarán todo lo que luego se ha descubierto. Esa narrativa mental mata miles de personas cada día, narrativas terroríficas de las que no pueden huir. Siempre recuerdo a aquell@s que se quitan de enmedio, porque no soportan su narrativa interna. Pero y a nivel social, que narrativa colectiva tenemos? Narrativas sociales o sueños colectivos. Nos piden salvaguardarnos del contagio viral, actuar individual pensar global. Como esque no hacemos igual en la narrativa mental?

    Perdón! Divagué en demasía!? :)

    ResponderEliminar