Consideremos tres de las peores cosas a las que nos podemos enfrentar: Ignorancia,
Furia y Pánico.
La Ignorancia primero. En general se puede decir que es de los peores
males que podemos enfrentar, pero: puede vencerse. Lo bueno de la ignorancia es
que es un estado más bien pasivo y que sabemos que con paciencia y educación se
vence. De hecho, esa es la historia de la humanidad y de la de cada ser humano:
nadie nace sabiendo. Todos aprendemos poco a poco y cuando nos estancamos por
terquedad o por apego, aún así se nos puede enseñar. La ignorancia se enfrenta
y se vence con paciencia. Por supuesto que está la ignorancia supina, aquélla
que provoca el fanatismo, pero incluso esa en ocasiones puede ser vencida: la argumentación,
la práctica y el ejemplo son las herramientas. Una sola persona puede vencer la
ignorancia de otras e incluso de varias y de muchas, con suficiente tiempo. No
siempre, pero es lo bastante común para que todos podamos pensar en ejemplos.
Pasemos a la Furia. El enojo súbito es mucho más difícil de vencer,
porque es alguien poseído de una fuerte emoción en un momento dado. Es
diferente a la ignorancia porque ésta es un estado normal, ni siquiera
consciente, y pasivo. No así el enojo. En algunas ocasiones, de una persona a
una, o de una a algunas pocas, puede ser vencido con ecuanimidad y
argumentación. Pero el enojo no da tiempo, como la ignorancia. Tiene que ser
vencido en el momento o pasar a algo peor.
Pasemos a una dimensión social. Una persona furiosa que no entiende
razones puede ser sometida por la fuerza. Diez personas furiosas pueden ser
controladas por diez policías; cien por cien. ¿Y mil? Se tiene que pasar a usar
cosas más drásticas: lo que hacen las fuerzas antimotines. Una turba de 5 ó 10
mil personas furiosas no pueden ser controladas por un número equivalente de
policías. En estos casos, el aumento de los números crea situaciones emergentes
como inclinación al pillaje, que no pueden ser controlados en números pequeños,
como el uno a uno ó cinco a cinco. Aún así, diez mil personas furiosas pueden
ser controladas, si bien con violencia.
PAUSA: estamos evaluando la posibilidad de
controlar algo, no lo ético del medio para hacerlo.
Pasemos al tercer caso.
El Pánico. Aquí estamos ante algo que se sale de control muy rápido.
El pánico es por definición un miedo incontrolable. Pone a una persona
fuera de sí y la convierte en puro instinto animal, de supervivencia inmediata.
¿Has intentado controlar a un gato en pánico? Es extremadamente difícil. ¿A un
perro grande? Buena suerte con eso. Una persona en pánico puede ser abofeteada
para que reaccione, pero puede ser que se necesiten dos o más personas para
someterla. Aquí el paso de lo posible a lo imposible se da de inmediato: unas
cuantas docenas de personas en pánico, digamos en un lugar cerrado que se
incendia, no son controlables de ninguna manera. Se convertirán en una
estampida que literalmente matarán a otras bajo sus pies. ¿Mil personas en
pánico? Olvídalo, es materialmente imposible. El pánico es una bestia invencible
en cuanto el número llega al punto crítico.
Imagine mi lector una ciudad, o un país en pánico.
Esto viene al caso en estos días, como podrá darse cuenta. Ninguna sociedad
puede darse el lujo de entrar en pánico ante una emergencia. El pánico es
catastrófico y en muchas ocasiones es peor que la emergencia misma, o por lo menos
la potencia de forma exponencial.
Tenemos miles de años de estar aprendiendo, de estar acumulando
conocimientos, habilidades, especializaciones. Hay muchos de nosotros; aquí estamos,
uno al lado del otro. Hemos vencido emergencias antes. Si en situaciones
normales somos como los dedos de una mano abierta, cada quien apuntando a lados
distintos, en la emergencia cerrémonos como se cierra un puño ante un
adversario.
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