Por Guy Longworth (@GuyLongworth). Artículo original aquí,
pero con crepas (pancakes). Agradezco a Mr. Longworth por permitirme hacer la
adaptación.
El aguardiente se llama así por una razón.
El
aguardiente es un líquido que parece agua, y arde en la boca al ser ingerido.
Sin embargo, de estas dos premisas no sigue que su nombre venga de esa razón en
particular. O sea: definitivamente hubo una razón para llamarle “aguardiente”
al aguardiente, pero esa razón no es necesariamente que parezca agua y arda en
la boca, aunque de hecho ese sea el caso.
Vamos a ilustrarlo de otra forma. La ciudad de Río Bravo
se llama así porque está al lado del Río Bravo. Pero si al pasar el tiempo el
Río Bravo hubiera desviado su curso e ido por otro lado, la ciudad hubiera
podido seguir llamándose Río Bravo. En ese caso, sería verdad que la ciudad se
llamó así porque estaba al lado del Río Bravo, pero sería falso decir que así
se llama por estar al lado del Río Bravo. Así que, aunque ahora mismo es
verdad que la ciudad Río Bravo está al lado del Río Bravo, de ese hecho no
se puede inferir que se llamó así por esa razón. De forma similar, a partir del
hecho de que al aguardiente se le dijo así alguna vez porque parecía agua y ardía,
y que hoy mismo sigue siendo un líquido que parece agua y arde, no se puede
inferir que se llama así por esa razón en particular.
¿Pero entonces qué podemos inferir? Pues lo primero es: que uno no puede, el día de hoy, decir qué es aguardiente, tan sólo a partir del
hecho de que se llama “aguardiente”. Lo siguiente es preguntar
si alguna vez se pudo haber sabido qué era, tan sólo sabiendo su nombre. Más
específicamente: ¿se podía saber qué era, cuando de hecho era llamado “aguardiente”
por parecer agua y arder?
Pues posiblemente
no. Porque incluso en aquel momento, la palabra aguardiente podría no provenir
de “agua” y “ardiente” sino de alguna otra cosa. Por ejemplo, del nombre de su
inventor: don Juan de Aguardiente, cuya familia había tomado su nombre de haber
vivido por generaciones en un lugar donde había géiseres. Así que, cuando don
Juan de Aguardiente inventó el aguardiente, fue sólo una feliz coincidencia que
el invento fuera una cosa que parecía agua y ardía en la boca.
De todas formas, pensando todavía en aquellos tiempos,
desearíamos que uno podría haber estado en posición de saber qué era el aguardiente basado en el
conocimiento de que (1) la cosa se llamaba “aguardiente”, y (2) “aguardiente”
es una expresión que combina agua y arder. Con estos datos, podríamos por lo
menos saber que algo tiene que ver con agua y con arder, pero ¿sería
suficiente?
Posiblemente no. Porque con sólo esos datos, una cosa llamada “aguardiente”
bien podría ser:
Un géiser.
Un tipo de sopa.
Una pócima de amor.
Una curación líquida que se aplica a una herida y la
hace arder.
Un truco de magia en el que el agua tiene fuego en su
superficie.
Un veneno que mata causando una sensación de ardor
antes de morir.
Agua hirviente arrojada sobre enemigos que escalan las
murallas de la ciudad.
De esta forma, es posible que nunca nadie haya estado
en posición de saber qué es aguardiente tan sólo sabiendo su nombre, incluso sabiendo
que la palabra incluye los conceptos de agua y arder.
Sin embargo, el aguardiente de hecho se llamó así
porque parecía agua y ardía en la boca.
Al final, lo que podemos ver es: que el conocer ese
hecho acerca del aguardiente, es diferente de saber cómo se le llama, diferente
de saber que su nombre es una combinación de agua y arder, y diferente de saber
que de hecho hoy sigue siendo algo que parece agua y arde en la boca.
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