Ayer se me apareció un fantasma. Por internet. Supongo que hasta los
fantasmas se actualizan con la tecnología, así que me sorprendí un tanto menos
de lo esperado, pero de todas formas. Un fantasma no se aparece diario. Pero
antes de describirlo, tengo que remontarme atrás nada menos que 34 años.
En aquel entonces, teniendo 11, descubrí el hard rock y el heavy metal,
y fue amor para toda la vida. Hasta entonces, todo había sido la fantástica
colección de discos de mis padres –que tenía desde Los Panchos hasta Brahms– y
el radio, donde oía a Sandro de América y a Mocedades. Y Cri-Cri, porque una
niñez de ese entonces no podía pasar sin Cri-Cri, aunque fuera medio racista.
A los 9 años había descubierto que existía diferencia entre el AM y el FM,
y que en algunas estaciones de FM pasaban música en inglés, que me había
fascinado. Pero la programación en aquel entonces estaba más del lado de SpeedyGonzalez y Rock Lobster. Lo más rocker que escuchaba era a Queen, con el tema
de Flash Gordon (la mejor película en la historia del universo, como ya he
dicho antes). Nadie programaba hard rock en radio en Monterrey en ese entonces.
Pero todo cambió radicalmente para mí en 1980. Primero, porque descubrí
XERG, una estación ¡de AM! (el 690) que programaba SÓLO ROCK, y ese año
precisamente salió el disco British Steel, de Judas Priest, con el sencillo
Breaking the Law, que tenía el video más ridículo del mundo pero que por
supuesto me pareció lo más cool que había visto en mi vida. Así que rocker de
por vida. Claro que si ahora mismo escuchamos esa canción, no escandaliza a
nadie, de hecho creo que hay fiestas infantiles que ponen música más pesada que
esa. Pero en aquel entonces, era la mera ley.
Así que dejé de lado porquerías pop como Double Dutch Bus y Hands Up,
para pasar a ser de los rebeldes apasionados que oíamos a Iron Maiden y a Deep
Purple. Y he aquí que la RG y otras estaciones como Stereo Rock no sólo fueron
pioneras en programar la música sino en educar: los locutores daban todo tipo
de información histórica acerca de los grupos e incluso había programas
especiales como Barra Rock que presentaban a un solo grupo y ponían 2 horas de
su música. “Este sábado a la medianoche, Barra Rock presenta… Status Quo!”
Qué maravilla.
Otra de las cosas que amaba de esas estaciones, era que uno podía
hablarles por teléfono y pedirles rolas, que supongo que alguien de menos de 25
años ha de encontrar completamente inexplicable, a menos que le esté hablando a
la Rancherita Contenta y quiera dedicársela a su novia. En una de esas, estando
en casa de la familia (muy religiosa) de mi papá, hice un gesto que aún
recuerdo. La conversación se ponía –como
de costumbre– pesadamente evangélica, y mi mamá que no era fan de esas cosas,
hacía lo mejor que podía para ser cortés. Así que me levanté de la mesa, fui al
teléfono y hablé a RG, y esto fue lo que oyeron mis familiares:
- Quiero pedir una canción.
- …
- De Black Sabbath.
- …
- Niños del Sepulcro.
- …
- Gracias.
Se imaginará que el título de la canción causó conmoción, y un silencio –ese
sí sepulcral– se abatió sobre la congregación. Mi mamá dio algunas excusas para
poner pies en polvorosa lo antes posible, y todavía le dije, “¡Pero me voy a
perder la canción!” Me regañó bastante
en el carro, pero sé que estaba más bien aliviada de salirse de ahí. A mi papá
le encantó la anécdota cuando la oyó esa noche y no dejaba de reírse, porque
como ya he dicho, no era entusiasta de persignarse día y noche, ni del “párate-híncate”
de la misa.
A lo que voy es que esas estaciones de radio fueron mis ritos de pasaje
de la adolescencia, y como dice Queen en su canción Radio Ga Ga: “and
everything I had to know, I heard it on my radio”.
La cosa más espectacular que me pasó oyendo RG fue en uno de sus
concursos. Todos los días había preguntas, en las que si uno llamaba y
contestaba correctamente cuáles eran las últimas 3 canciones que se habían
programado, se ganaba algún sencillo de Ted Nugent ó un poster de Elvis
Costello, y si era el afortunado tenía que ir a recogerlos a Paricutín y 2 de
Abril en la Colonia Roma. Pero luego se ponían más imaginativos con programas
como “Cacheteando la Cultura” en donde hacían preguntas de cultura general, o “Rolando
el Rock”, en donde en un intento ochentero de eBay, los radioescuchas podíamos
intercambiar LPs. Así mi mejor amigo y yo conseguimos Paradise Theater, de Styx.
Pero los locutores, Adrián Peña y Ricky Luis (el de “Tengo un Mes con el
Mismo Pantalón”), se la pasaban inventando más y más cosas. Y así llegamos al
meollo de la historia: el concurso de la Guitarra Rocker.
Fue lo más impactante que hizo RG en aquel entonces (1982): un concurso
que duró dos semanas, y que tenía como premio mayor ¡una guitarra eléctrica
estilo Gibson Les Paul! Así como la de la foto. Claro que era una copia
mexicana marca Sonatone, pero bueno. Era lo máximo.
Lo que tenía que hacer uno, era escribir una frase con el tema de “Qué es el rock”, y la mejor definición iba a
ser la ganadora, para anunciarse dos semanas después, un viernes a las 7 de la
noche. El ganador iba a ganarse la guitarra y aparecer en una entrevista en el
programa dominical de videos, RG en TV, con el mismísimo Adrián Peña, la voz
inconfundible de la estación. POR SUPUESTO que yo envié mi frase, porque todos
los que no ganaran, de todos modos se ganaban sencillos de Plasmatics o de Rod
Stewart o lo que fuera su voluntad.
Pero pasaron las dos semanas y yo –pegado día y noche al radio, que era
el propósito– estaba decepcionado de que no me ganara nada. ¿Cómo era posible
que entre todas las frases infames que se estaban ganando sencillos de The
Kinks, no mencionaran la mía? Seguramente era mejor que “El Rock es lo que me
despierta en las mañanas”, ó “El Rock es mi corazón”. Por favor. Hasta teniendo
13 podía escribir algo mejor que eso.
El caso es que fue un martirio. Llegado el viernes en la noche, ahí
estaba yo con la esperanza de que fuera de los últimos mencionados, antes de
anunciar al ganador. Faltaban 15 minutos, 10 minutos… 5 minutos. ¡Nada! ¿Ni un
sencillo de Pat Travers me iba a ganar? ¿No había llegado mi carta? No podía
ser.
Completamente deprimido, al tocar las fatídicas 7:00 escuché a Adrián
Peña decir: “Y el ganador de la Guitarra Rocker es… ¡Alfonso Araujo!”,
WHAT.
Me quedé estupefacto por unos segundos. ¿Era yo? No lo podía muy bien asimilar,
hasta que sí, vi que era yo, porque Adrián Peña dijo al aire esta blasfemia que
escribí:
“La Música es la expresión más alta del Hombre,
el Rock es es la expresión más alta de la Música.”
El lector me tendrá que tener alguna consideración recordando que tenía
yo 13 años. Además, la primera parte me la fusilé de Beethoven (o eso decía el
número de Selecciones donde la vi). Y en fin, todo ese fin de semana lo
recuerdo como en un sueño: el alarido que di que sacó a mi mamá de su cuarto,
toda espantada; la llamada a la estación para decirles que era yo y para que
Polo Álvarez dijera al aire que “La guitarra se la había ganado un mocoso de 13
que le ganó a todos los rockers”; la entrevista en la tele, con mi camiseta de
Iron Maiden; el conocer en persona a Adrián Peña y los otros locutores.
¿Cuántas veces en los siguientes años me puse con esa guitarra frente al espejo
a hacer como que era Jimmy Page ó Ritchie Blackmore? Pues unas diez veces al
día, supongo. ¡Qué diferencia a usar una regla T! Luego esa guitarra la cambié
por otra y luego por otra, hasta llegar a Nancy. Pero esa es otra historia.
Y bien ¿qué pasó con el fantasma de internet? Pues que estando en
Facebook muy campante, vi una notificación de alguien que me mandaba una
solicitud de amistad. Nada raro. Así que hago click ahí, se abre la lista, y
aparece… Adrián Peña.
Dije, ¡Ah, como el locutor de hace tanto tiempo! Veo el perfil y… es el
locutor de hace tanto tiempo.
¡¿?!
Desde luego que le puse Aceptar, y después de unas horas (porque
viviendo 14 horas delante de México, siempre hay que esperar a que amanezca) lo
veo en línea, y empiezo a platicar con él. Resulta que ni se acordaba de mí,
sino que me agregó porque tenemos a varios amigos músicos en común, pero ya que
le recordé lo de la Guitarra Rocker, por supuesto se acordó, por lo menos del
hecho.
¡Fantasmas del pasado!
Pero este, en vez de asustarme como a
Scrooge, más bien me hizo poner My Sharona a todo volumen, como hace 30 años.
VIDEO DEL DÍA
Un
video más de aquella época. No es lo más rockero que escuchaba, pero me daba
mucha risa:
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