Al lector le puede parecer que esa imagen no son más que pedacitos de
bambú, amontonados al azar. A mí también me lo parecería si la viera de buenas
a primeras. Pero eso es porque ni mi lector ni yo, tenemos ya los ojos de un
niño de dos años.
Eso de ahí es una jirafa. Una jirafa de seis cuernos, para ser más
exacto. Me lo dijo mi niña, y es verdad.
Es verdad que con la edad nuestros ojos se van empañando de más de una
manera, o es quizá que la mente va aceptando rangos de explicaciones cada vez más
estrechos, o simplemente se olvida de ver todo lo que es posible por estar más
preocupada en lo inmediato.
Veo cubitos, sí. Pero me pongo a hacer bizcos y estrecho los ojos y
volteo la cabeza de lado. Quiero volver a ver la Jirafa.
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