El reconocimiento y la creación ó
re-creación de la belleza es algo universal en el hombre y aunque una u otra
cultura use expresiones particulares con mayor frecuencia, la esencia es
hallada en todo lugar. Abundando un poco en el tema, doy un ejemplo concreto:
El concepto de “sugerir” o “aludir”,
es explícito en mucho arte ‘Oriental’ y esta cualidad evocativa u oblicua quizá
se ha hecho famoso por sus pinturas envueltas en bruma, sus koanes Zen y sus
jardines que “siempre esconden una sorpresa más para quien los visita”. En la recopilación del s. X, “Historias
Maravillosas del Periodo Taiping” aparece por primera vez la frase “el
Significado trasciende la Imagen”, un concepto caro al arte pictórico y
poético chino; y un siglo después, el escritor Chen Shidao refiere esta
historia acerca de Han Gan, pintor de la dinastía Tang famoso por sus caballos:
Una pintura de Han Gan mostraba a un
caballo al galope, pero había sido dañada y las patas del animal habían
desaparecido. Cuando el pintor Li Gonglin la vio, dijo, “El caballo aún sigue
galopando.”
Así, aunque la imagen estaba
incompleta, su esencia permanecía y podía ser apreciada. Pero este concepto no
es de ninguna manera oriental. En su pintura El Sacrificio de Ifigenia, el
griego Timantes (s. IV aC) representa a una joven a punto de ser sacrificada.
Un velo cubre el rostro de Agamemnón, su padre: hay en él un dolor que sólo
podemos adivinar, una turbación más allá de la que en efecto es representada en
los otros cuatro rostros de la pintura. Hablando del artista, el comentador
Plinio el Viejo dijo: In omnibus eius operibus, intelligitur plus semper quam
pingitur (“en todas sus obras, siempre plasmó más significado del que pintó”).
En su poema “La Violación de
Lucrecia”, el mismo Shakespeare hace una celebración de una pintura en la que
se adivina la presencia del héroe Aquiles:
Había
mucho campo para la fantasía,
concepción ilusoria tan completa y tan grata,
que para ver a Aquiles, bastaba ver su lanza.
Él se conserva invisible, salvo para los ojos
de la mente: un pie, un rostro, una pierna,
una cabeza basta para el que quiere ver.
concepción ilusoria tan completa y tan grata,
que para ver a Aquiles, bastaba ver su lanza.
Él se conserva invisible, salvo para los ojos
de la mente: un pie, un rostro, una pierna,
una cabeza basta para el que quiere ver.
Y Goethe, en su poemario “Diván
Oriental-Occidental”
(1819), inspirado en la sensibilidad persa y árabe y en especial en el poeta
Hafiz, nos dice que “La palabra es como un abanico que esconde la cara de
una bella mujer, mas no sus ojos. Y sobre la tela se asoma su hermosura que
hasta mis ojos llega.”
Oriente, Occidente: corazón, ojos, comprensión humana.
El arte de evocar y adivinar.
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