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Cuando hacemos siempre lo mismo y no hay nada que la mente tome para aprender,
o para maravillarse, para detenerse por cualquier razón y mirar dos veces con
una pequeña duda por lo menos; entonces se empieza a ver una sucesión de hechos
con cada vez menos sentido intrínseco, o se empieza a sentir que hay menos
razones para atribuirle significado a esas cosas que se nos presentan, se
sienten menos ganas de descifrarlas, de re-imaginarlas, de jugar con ellas. Y al
no hacer nada por poner conciencia en las cosas da la impresión de que el
tiempo se va cada vez más rápido. Pero cuidado porque ahí surgen dos aparentes paradojas:
las horas pueden sentirse lentas y pesadas, con esa pesadez del tedio y del
desgano, pero al final del día y de la semana y del mes reaccionamos brevemente
para decir ¿a dónde se fue todo ese tiempo? Una breve, desagradable sorpresa
que golpea la boca del estómago y luego se aleja a la sombra, a esconderse de
nuevo para que no vaya a ser reconocida, y así pueda seguir vegetando. La otra contradicción
que no lo es, se reconoce al ver que asentados en la molicie o en actividad
frenética, nada cambia: pues el hastío no proviene del desuso o el cansancio de
las extremidades, sino del no poder HALLAR.
¿Hallar qué? Algo, cualquier cosa, todo. Somos seres que buscamos, monos
curiosos que anhelamos tomar algo y nombrarlo y cambiarlo de lugar, ordenarlo
de forma diferente, pintarlo, esconderlo. No siempre es necesario poseerlo,
pero sí usarlo, destruirlo; compartirlo y reír o aullar de rabia al perderlo.
Buscar y hallar o no; la búsqueda impulsa, la curiosidad y el humor, la
experiencia que se acrecenta y que se perpetúa en otros.
Buscar Verdad y hallar Sentido: eso ser humano, detenerse en medio del caos ó despertar
en mitad de la languidez. En un niño no existe el hastío porque todo es nuevo, todo
es exploración, y entonces todo es maravilla, nada es prohibido, nada es
malévolo ni ideal aún. Cada cosa que pasa, pasa por única y última vez. Esto es
tan estúpidamente cierto, es tan claro y ha sido tantas veces repetido —en altas
filosofías y en grafittis de internet— que todos lo olvidamos, o lo recordamos
por segundos antes de decir “¡Muy Cierto!” y volver a olvidarlo de inmediato, y
vivimos nuestras vidas de la misma forma que alguien que se sabe inmortal,
desperdiciando minuciosamente cada minuto sin saborear realmente el vino que
pasa por nuestras bocas ni las lágrimas al despedirnos.
Por única, última vez hoy me despedí de alguien, aunque quizá mañana
vuelva a encontrarla. Sólo hoy caminé por el parque viendo esos pájaros que
nunca volverán a volar así a mi alrededor, y únicamente hoy podré escribir
estas palabras sintiendo lo que hoy siento.
Sí, probablemente vuelva a ver a esa persona, y a caminar por el parque
entre pájaros y a venir a aporrear las teclas a la computadora. Pero esos serán
vinos de otras cosechas, con diferentes tonos y aromas. Y también me quiero
detener —por cualquier razón— a aspirarlos y saborearlos lentamente.
VIDEO DEL DÍA
BALANCE, realización
de los hermanos (gemelos) Christoph y Wolfgang Lauenstein, fue el cortometraje
animado que ganó el Oscar en 1989. Sin palabras, muestra magistralmente una
situación de precario balance, de debilidad humana y de sus consecuencias.
Los niños berrean cuando se los saca de los columpios donde han estado jugando y no quieren ir a casa. No hay manera de convencerles aunque se les diga que mañana podrán volver. Sencillamente porque ellos no tienen el concepto del tiempo. Ese momento de sus juegos es único, hoy y ahora.
ResponderEliminarSimplemente hermoso...
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