martes, 18 de junio de 2013

Padre, soy un prisionero


Wikipedia


El caso de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti es uno de los precedentes legales más famosos de la historia de EU; por años se convirtió en una causa célebre y con el tiempo fue usado como un caso ejemplar para sentar las bases de lo que hoy se conoce como Debido Proceso.

Sacco y Vanzetti eran anarquistas radicales en los 20s, y fueron acusados del asesinato de dos hombres durante un robo. El hecho de que el caso tuvo lugar durante la primera fiebre anti-comunista (1919-1921) y de que se creó un circo mediático en contra de ambos influyó decisivamente para que fueran hallados culpables y ejecutados. Aunque el análisis histórico muestra que probablemente sí eran culpables de las acusaciones, el proceso fue tan escandalosamente injusto que el caso de Florence Cassez parece un modelo de civilidad en comparación.

Independientemente del hecho en sí, el caso de Sacco y Vanzetti inspiró a muchos luchadores sociales y también a artistas, entre las cuales está Joan Baez, de quien hablo hoy.

Joan Baez es, junto con Bob Dylan, un icono de los 60s y una de las mejores letristas que ha habido en la música popular en inglés. Ha hecho canciones clásicas como Diamonds and Rust (que hasta en estilo de heavy metal ha sido tocada) y soundtracks como la tremenda Many Crimes of Cain, para la película To Kill a Priest (1988) donde se recuerda la vida del sacerdote y mártir polaco Jerzy Popieluszko.

Así que con ese amor por las causas de los afligidos, era normal que Baez fuera elegida en 1971 para hacer la estremecedora letra de La Balada de Sacco y Vanzetti, que basó en el diario de Vanzetti y fue musicalizada por nada menos que Ennio Morricone, para un docudrama dirigido por Giuliano Montaldo. La letra es indescriptiblemente hermosa a pesar de lo terrible de sus palabras, y en vez de hablar de ella me limito a hacer aquí una traducción al español. Ponga el lector atención a la cuarta y la sexta estrofa, y si tiene tiempo busque más canciones de Joan Baez:

Padre: sí, soy un reo. No temas decir mi crimen:
el crimen es amar a los olvidados.
Sólo mi silencio sería vergonzoso.

Y ahora te diré quién está contra nosotros:
un arte que ha vivido por siglos.
Ve la historia y encontrarás lo que la ha ensombrecido.

En nuestra contra está la Ley, con su inmensidad 
  de fuerza y de poder: en nuestra contra está la Ley.
La policía que sabe hacer de un hombre un culpable o inocente:
  en nuestra contra está el poder de la policía.
Las mentiras descaradas que los hombres dicen 
y que se pagan en oro:
  en nuestra contra está el poder del oro.
En nuestra contra el odio en contra de otras razas
   y el simple hecho de que somos pobres.

Querido padre, soy un prisionero.
No te averguences de nombrar mi crimen:
el crimen del sentimiento de hermandad;
tan sólo mi silencio me avergonzaría.

Conmigo están mi amor y mi inocencia, 
y los que trabajan y los pobres.
Por todo esto estoy seguro y soy fuerte, y es mía la esperanza.
Las rebeliones y revoluciones no necesitan dólares,
sino imaginación y sufrimiento, luz y amor
y empatía por los seres humanos.
No robas, no matas, eres parte de la esperanza y de la vida;
la revolución va de corazón a corazón.

Y siento, cuando veo las estrellas,
que todos somos hijos de esta vida,
y que la muerte es pequeña.



VIDEO DEL DÍA


Los hermanos Stephen y Timothy Quay son gemelos idénticos y visionarios del cine. Quizá no tan famosos como los Cohen o los Wachowskis, pero el trabajo que han hecho con sus cortometrajes surrealistas y de animación de stop-motion es realmente legendario. La Épica de Gilgamesh es una excelente introducción a su estilo extraño y onírico, y si el lector realmente quiere sumergirse en una experiencia surreal, le recomiendo The  PianoTuner of Earthquakes, una de los dos largometrajes que han realizado:

No hay comentarios:

Publicar un comentario