miércoles, 9 de septiembre de 2020

Para excusas, las de Felipe


Cuando estaba en la escuela, tocaba la guitarra en los espectáculos del TEC de Monterrey, y como ya he dicho, era una gozada interactuar con gente como Leonardo Daniel ó Guadalupe Pineda, artistas geniales con quienes tuve anécdotas para recordar toda la vida.
Pero para poder armar un espectáculo como Dios manda, teníamos que prepararnos bastante: no íbamos a tocar con un artista de talla nacional sonando como banda de rancho; así que los horarios de ensayos eran muy estrictos.
Pero Felipe a cada rato llegaba tarde.
Felipe era nuestro bajista, era boliviano, y estudiaba agronomía. Y a cada rato llegaba tarde. Pero tenía las mejores excusas.
Se hizo de hecho tradición el esperar a ver qué cosa maniática decía Felipe la siguiente vez que llegaba cuando ya estábamos todos ensayando la segunda pieza. Al principio nuestro director musical, el legendario Pony, le ponía la misma regañada que nos ponía a cualquiera. Pero Felipe no salía con las mismas excusas patosas de “vengo de muy lejos” o “el profe de computación alargó la clase.”
Felipe tenía las mejores excusas.
Un día, por ejemplo, nos dijo: “perdón, pero es que se me soltaron cien moscas en mi apartamento”, mientras se colgaba el bajo al hombro y encendía el ampli.
Teníamos que ensayar una pieza de jazz bastante complicada, pero por supuesto, no podíamos quedarnos sin saber qué diablos quería decir con eso, el Pony incluido.
“¿Qué dijiste? ¿Moscas??”
Resultaba que, para un experimento al día siguiente, tenía una jarra con cien moscas que por alguna razón había cerrado mal, y se le salieron todas. Así que tuvo que pasarse un buen rato cazándolas sin matarlas y metiéndolas de vuelta en la jarra.
Esa pieza de jazz nomás no salió ese día.
Así que cada vez que empezábamos a tocar sin bajista, no nos enojábamos: sabíamos que íbamos a escuchar alguna anécdota involucrando hiedra venenosa, plagas en su colchón o costales de frutas putrefactas.
Pero nunca nada superó esa vez que llegó cojeando al ensayo.
¿Y ahora qué te pasó?
— Pues que me pisó una vaca.
— Jajajaj what.
Hay maneras de que te pise una vaca, y hay maneras de que te pise una vaca. Esta debe de ser la manera más graciosa y memorable del universo.
Resulta que Felipe estaba estudiando la forma de inseminar vacas, en específico el “método rectocervical”, en el que hay que introducir el brazo por el recto del animalito. El caso es que, ocupado en ese trance, siendo inexperto y estando la vaca un poco inquieta, ésta se movió y le pisó el pie a Felipe. El pobre no podía sacar ni el brazo ni el pie de los dos lugares donde estaban atrapados.
¿Nos importó tener que quedarnos hasta entrada la noche para que saliera bien esa pieza de jazz?
Por supuesto que no. Cuándo vas a escuchar otra vez una anécdota así.

   

1 comentario:

  1. Tenía una compañera así en la Universidad. En cada entrega en lugar de llegar con la maqueta y los planos requeridos llegaba con las mejores excusas del mundo.
    Una vez se equivocó en la escala de la maqueta y ésta no cabía por la pureta de su cuarto. Otra vez subió todas sus cosa a un taxi y en lo que regresaba por una última cosa a su casa y un cura le ganó el taxi y se fue.
    Claro que esperábamos con ansia los pretextos en cada entrega. XD

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