Cuando estaba en la escuela, tocaba la
guitarra en los espectáculos del TEC de Monterrey, y como ya he dicho, era una
gozada interactuar con gente como Leonardo
Daniel ó Guadalupe
Pineda, artistas geniales con quienes tuve anécdotas para recordar toda la
vida.
Pero para poder armar un espectáculo como
Dios manda, teníamos que prepararnos bastante: no íbamos a tocar con un artista
de talla nacional sonando como banda de rancho; así que los horarios de ensayos
eran muy estrictos.
Pero Felipe a cada rato llegaba tarde.
Felipe era nuestro bajista, era boliviano,
y estudiaba agronomía. Y a cada rato llegaba tarde. Pero tenía las mejores
excusas.
Se hizo de hecho tradición el esperar
a ver qué cosa maniática decía Felipe la siguiente vez que llegaba cuando ya
estábamos todos ensayando la segunda pieza. Al principio nuestro director
musical, el legendario Pony, le ponía la misma regañada que nos ponía a
cualquiera. Pero Felipe no salía con las mismas excusas patosas de “vengo de
muy lejos” o “el profe de computación alargó la clase.”
Felipe tenía las mejores excusas.
Un día, por ejemplo, nos dijo: “perdón,
pero es que se me soltaron cien moscas en mi apartamento”, mientras se colgaba
el bajo al hombro y encendía el ampli.
Teníamos que ensayar una pieza
de jazz bastante complicada, pero por supuesto, no podíamos quedarnos sin saber
qué diablos quería decir con eso, el Pony incluido.
“¿Qué dijiste? ¿Moscas??”
Resultaba que, para un experimento al
día siguiente, tenía una jarra con cien moscas que por alguna razón había
cerrado mal, y se le salieron todas. Así que tuvo que pasarse un buen rato cazándolas
sin matarlas y metiéndolas de vuelta en la jarra.
Esa pieza de jazz nomás no salió ese
día.
Así que cada vez que empezábamos a
tocar sin bajista, no nos enojábamos: sabíamos que íbamos a escuchar alguna
anécdota involucrando hiedra venenosa, plagas en su colchón o costales de
frutas putrefactas.
Pero nunca nada superó esa vez que
llegó cojeando al ensayo.
— ¿Y ahora qué te pasó?
— Pues que me pisó una vaca.
— Jajajaj what.
Hay maneras de que te pise una vaca, y
hay maneras de que te pise una vaca. Esta debe de ser la manera más graciosa y memorable
del universo.
Resulta que Felipe estaba estudiando
la forma de inseminar vacas, en específico el “método rectocervical”, en el que
hay
que introducir el brazo por el recto del animalito. El caso es que, ocupado en ese trance, siendo inexperto y estando la vaca un poco inquieta, ésta se
movió y le pisó el pie a Felipe. El pobre no podía sacar ni el brazo ni el pie
de los dos lugares donde estaban atrapados.
¿Nos importó tener que quedarnos hasta
entrada la noche para que saliera bien esa pieza de jazz?
Por supuesto que no. Cuándo vas a
escuchar otra vez una anécdota así.
Tenía una compañera así en la Universidad. En cada entrega en lugar de llegar con la maqueta y los planos requeridos llegaba con las mejores excusas del mundo.
ResponderEliminarUna vez se equivocó en la escala de la maqueta y ésta no cabía por la pureta de su cuarto. Otra vez subió todas sus cosa a un taxi y en lo que regresaba por una última cosa a su casa y un cura le ganó el taxi y se fue.
Claro que esperábamos con ansia los pretextos en cada entrega. XD