Escrito a finales de 2014, pero válido aún.
En un artículo
del 5 de octubre de 2014, “Tlatelolco,
la Primavera Árabe, Tiananmen y Occupy Hong Kong”, discutí las
diferencias entre esas diferentes manifestaciones sociales, en cuanto al
entorno que los define. Las protestas tienen lugar de diversas maneras y con
diferente intensidad de acuerdo a la cultura de cada lugar, y a la situación
económica y social. Pero en todos los casos, debe haber un disparador: un hecho
aislado que detone la acumulación del descontento y galvanice a la sociedad a
la acción.
Ahora bien, en
México se habla cada vez más de revoluciones —aunque sean de redes sociales— y
grandes cantidades de gente salen a la calle a protestar. ¿Estamos en vías de
un estallido a nivel nacional? Antes de contestar, veamos el caso de la muerte
de un joven negro por un policía blanco en Ferguson, Missouri. Los detalles son
poco claros, pero el hecho es que el fallo del tribunal de no presentar cargos
contra el policía, ha causado una serie espectacular de manifestaciones a todo
lo largo del país. Este disparador puso de relieve el descontento acumulado por
las tensiones raciales que sigue permeando a EUA, a 60 años de distancia de
Martin Luther King.
En México el
descontento acumulado a lo largo de los últimos 10 años es enorme: a partir de
mediados de la presidencia de Fox, en que vimos que era claro que las cosas no
estaban cambiando como se esperaban y con la posterior exacerbación de la
violencia. El descontento no es basado sólo en pobreza como en Egipto, sino más
en una crisis gigantesca de confianza. Pero nuestra sociedad civil dista mucho
de la organización y el sentido de colectividad que tiene la de EEUU, como lo demuestra
el hecho de que en la última década no hemos tenido uno, sino docenas de
disparadores equivalentes a Ferguson, pero todos han fallado en galvanizar a la
mayor parte de la sociedad a nivel nacional. Mientras se debate si esto es
bueno o malo, las tensiones siguen escalando.
* *
Casi toda
persona tiene un punto de ebullición: un punto de incomodidad en el que, al
llegar, ya no puede tolerarla y hace algo al respecto. Esta incomodidad puede
ir de lo más trivial a lo más serio, y cada quien llega a ese punto a distintas
velocidades: hay gente muy paciente, hay gente con la “mecha muy corta.” Lo
mismo pasa en las sociedades: tienen su punto de ebullición, pero por
definición es muchísimo más lento que el de un individuo, porque la cantidad de
agravio o de tensión se tiene que acumular en un número suficiente de sus
miembros para que la sociedad en sí “haga ebullición”: esto puede tomar años y
décadas.
En estos
momentos hay ebulliciones sociales en muchas partes del mundo —como México,
Estados Unidos y Egipto— a las cuales se han llegado después de más o menos
tiempo de tensión; y que se disparan por razones muy diversas pero que siempre
tienen en común una percepción generalizada de injusticia.
El disparador
en EEUU —ausencia de castigo para la brutalidad policiaca con tintes raciales—
parece haber tomado al mundo por sorpresa, pero un hecho como este de ninguna
forma es aislado, sino que es la gota que derrama el vaso y que lleva a evaluar
y a darse cuenta de que la situación simplemente no se había percibido como un
daño sistemático por la gran mayoría. en menos de un mes se han sumado la
muerte a balazos de un niño negro que jugaba con una pistola de juguete en
Cleveland, un hombre negro desarmado en Arizona, y la estrangulación de otro
hombre más en Nueva York, todos a manos de policías blancos. La última víctima,
Eric Garner, no sólo es agredido por cinco policías y estrangulado hasta la
muerte con una técnica prohibida desde 1993, sino que de igual forma no se
presentan cargos, aunque todo el episodio es filmado en video. Esta actuación
criminal de la policía ha hecho ver que en los últimos cinco años se han
presentado 1128 casos similares (no todos fatales) sólo en Nueva York, y este
reconocimiento de injusticia generalizada es el que ha disparado las protestas
en todo el país. Es comprensible cómo las protestas se pueden volver violentas
en la misma comunidad donde se perpetra el hecho, pero podemos observar cómo
fuera de Ferguson, las protestas han sido masivas pero mesuradas.
Al parecer la
más reciente tragedia en México —Ayotzinapa— podría ser un catalizador
equivalente; pero sabemos que nuestra sociedad civil es mucho menos organizada,
y su punto de ebullición, más esquivo y caótico.
CAVEAT: Las revoluciones como tales, rara
vez son espontáneas. La sociedad puede estar en punto de ebullición y entonces sólo se
necesita un disparador que puede ser usado por algún grupo con intereses
particulares. Muchas veces, una revolución es sólo un medio para conseguir un fin: lideradas por quienes
saben lo mucho que pueden ganar, y para eso usan a quienes no saben lo mucho
que van a perder.
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