martes, 14 de abril de 2020

Emergencia, y porqué odio a Hong Kong y Singapur


Bueno, no odio a HK y Singapur así tal cual; de hecho son muy bonitos lugares. Los odio como podría odiar a Luxemburgo, Malta y el Vaticano. Pero vamos por partes.
Para explicar cómo los odio, tengo que hablar primero del concepto de Emergencia, pero sin estar enmarcada por signos de admiración:
La emergencia quiere decir que tú puedes tener un objeto o un elemento, al que observas con detenimiento y lo ves comportarse de cierta forma. Si tienes dos de esos objetos, o tres, o diez, siguen comportándose igual. Pero si tienes millones, se comportan de una forma totalmente nueva: se crea (emerge) un nuevo comportamiento por la cantidad de cosas o por la forma en que interactúan o se estructuran. Veamos algunos ejemplos.
Si tienes una piedra en tu mano, puedes observar su color, su textura, su peso, etcétera. Puedes imaginar que un montón de piedras te pueden servir como barrera. Pero una montaña causa cosas nuevas: si tienes una pradera y pones en ella una piedra, el clima sigue exactamente igual. Si pones el Everest, el viento se estrella ahí, recoge nieve y de deshiela formando ríos, acoge vegetación y animales que cambian el ecosistema por completo.
Si tienes hidrógeno en una mano y oxígeno en la otra, ves que son gases. Se comportan como gases, uno más pesado que el otro, pero básicamente observas un comportamiento gaseoso. Pero si los juntas, resulta que forman una estructura nueva, que de ninguna manera te hubieras imaginado: crean agua y tiene cualidades totalmente diferentes de cualquiera de los dos.
Si tienes una neurona, la ves como una estructura interesante, que puede recibir y transmitir impulsos eléctricos. Si tienes dos, puedes verlas pulsar. Si tienes mil, también. Pero no puedes saber que cien mil millones de ellas pueden crear conciencia e imaginar la historia de Frankenstein.
El tamaño importa. La estructura importa. La complejidad de interacciones crea comportamientos nuevos.
Por eso odio a Hong Kong y a Singapur: porque hacen muchas cosas bien, y seguido la gente los usa como ejemplos de políticas públicas, cuando no es posible hacerlo.
Ambos lugares son ciudades, no naciones. Aunque son ciudades populosas, no tienen ni pueden tener la complejidad de una nación con geografía extensa, con problemas logísticos y disparidades demográficas severas.
Claro, si las quieres usar como ejemplo de cosas que sean reproducibles en muchas ciudades sin importar su interconexión, puedes hacerlo. Por ejemplo, el impacto del apoyo del arte urbano en la disminución de criminalidad; el uso de bicicletas para la reducción de la contaminación; la forma en que la publicidad afecta a una población, etc. Todas estas cosas son válidas y los resultados se pueden usar como modelo, en naciones que quieran aplicarlo en sus ciudades una por una.
Pero no se pueden usar como modelo de políticas públicas que implican manejo de poblaciones grandes.
No es en absoluto lo mismo controlar la población de una cuidad, que la de una nación con cientos de ciudades con características muy diversas y con interconexiones económicas y políticas complejas. Son bestias diferentes.
En la actual pandemia, no se puede hablar de “los ejemplos de Singapur y Hong Kong” porque no son relevantes en el sentido de la aplicación a gran escala. Ninguna tuvo que lidiar con éxodos masivos de una región a otra de su territorio, o con el descontrol administrativo entre regiones. Para países europeos, el modelo es Taiwan o Corea del Sur, que son más pequeños en extensión, pero con poblaciones grandes y con docenas de ciudades. Para países como México, Brasil, India o EEUU, el ejemplo es necesariamente China, que se aproxima más a la complejidad demográfica/geográfica.
Vale la pena repetir que no se habla de modelos políticos, sino de estrategias para aplicar medidas de salud pública en poblaciones de diferentes tamaños y con distintos niveles de complejidad.

No puedes usar el Everest como pisapapeles, ni usar un guijarro para predecir el clima.


   

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