Este es un hermoso ejemplo de jade blanco de Lanzhou —famoso por sus
tonos suaves— tallado como racimo de uvas. Tradicionalmente el jade más
apreciado en China es el más blanco, o bien el de verde esmeraldino.
El Libro de los Ritos es una compilación de varios libros escritos entre
los siglos V y I a.C., realizada por los eruditos Dai De y Dai Sheng, que
presenta un amplio estudio de cómo la ética y los valores confucianos se
traduce en conductas y convenciones sociales. En uno de sus capítulos se
encuentra este pasaje, donde se compara a las virtudes con el jade:
Una pieza de jade es temperada y suave, como la benevolencia.
Es fina y firme de textura, como la sabiduría.
Tiene filos pero no daña, como la rectitud.
Al usarse como pendiente, baja de lo alto, como la cortesía.
Sus manchas no oscurecen su esplendor,
y su esplendor no oculta sus manchas, como la lealtad.
Su brillo es transparente, como la confiabilidad.
Brillante como arco iris, hace pensar en el esplendor del Cielo.
Oculto en montañas y ríos, es cercano a la Tierra.
Si se hace de él una tableta ceremonial,
es como la confianza depositada en un hombre de mérito.
Los hombres rectos aprecian el jade como aprecian las virtudes.
¿Cuál es el valor intrínseco del jade que obligó a un emperador chino ofrecer quince ciudades por una pieza que podía sostener en una mano? ¿Qué es lo que hizo a Moctezuma sonreír cuando escuchó los españoles estaban interesados únicamente en el oro, siendo el jade su posesión más valiosa? ¿Qué es lo que ha causado que civilizaciones dividas por tiempo y espacio consideraran el jade como la piedra de la inmortalidad? ¿Por qué es que hay hombres que se gastan la vida haciendo un objeto a partir de un trozo de jade y otros le hablan a través de él a sus dioses? Un pasaje atribuido a Confucio repite:
“Los hombres rectos de la antigüedad encontraron similitudes de todas las cualidades excelentes en el jade. Suave, liso y lustroso, les parecía a ellos como la benevolencia; fino, compacto y fuerte como la inteligencia; recto sin ser filoso, como la justicia; tirante (en perlas) como si fuera a caer al suelo, como la humildad; con sonido de nota clara y prolongada que termina abruptamente, como la musicalidad; sin que sus fallas escondan su belleza, o su belleza sus fallas, como la lealtad; radiante desde cualquier ángulo, como la buena fe; brillante como un arcoíris, similar al cielo; exquisito y misterioso, apareciendo en montañas y ríos, como la tierra; conspicuo en los símbolos de alto rango, como la virtud; estimado por todos bajo el cielo, como el camino de la verdad y el deber.”
La pieza de jade a la que se refiere (que “no puede ser intercambiada ni por 15 ciudades”) es conocida como El Jade de Bian He, y esta es la historia tradicional de su descubrimiento:
En la época de Primavera y Otoño (siglos VIII al V a.C.), había un hombre llamado Bian He, que vivía en el reino de Chu. Un día, caminando por las faldas de una montaña, vio un trozo de roca que reconoció al instante como jade en bruto. Lo tomó, lo limpió un poco, y decidió ir a la corte para presentarlo como regalo al rey, Chu Liwang.
El jade en bruto es una piedra no muy llamativa, y de hecho al verlo así en su estado natural, no es fácil diferenciarlo de una piedra común.
Chu Liwang comisionó a algunos expertos para que apreciaran la piedra, pero al verla no se impresionaron y declararon que no era más que una roca sin valor. El rey se enojó mucho pues pensó que Bian He deliberadamente quería engañarlo, y en su furia, ordenó que le cortaran el pie derecho.
A la muerte de Chu Liwang, lo sucedió su hijo, Chu Wuwang. De nuevo, Bian He pensó en ir a la corte a ofrecer la piedra de jade, pero al verla, los expertos una vez más se mantuvieron en su posición de que era una piedra común y corriente. Esto hizo que el nuevo rey se enfureciera al enterarse de tal atrevimiento, y de inmediato ordenó que a Bian He le cortaran el pie izquierdo.
Pasaron los años y Chu Wuwang también murió. El trono pasó a ser ocupado por su hijo Chu Wenwang. Para este entonces, Bian He estaba viejo y sin sus dos pies, ya no tenía fuerzas para volver a la corte a ofrecer su valioso trozo de jade. Pensando en que ese tesoro moriría con él sin poder ser apreciado, se acercó al pie de la montaña Chushan y, abrazado la piedra contra su pecho, lloró sobre ella por tres días y tres noches.
Esto llegó a oídos de Chu Wenwang, y decidió enviar a algunas personas a inquirir sobre ese extraño hombre que lloraba. Al escuchar su historia, hizo a un lado a los expertos de la corte y envió la piedra a ser cortada y pulida por un joyero, que en efecto, descubrió que se trataba de un ejemplar inmaculado del mejor jade.
Para premiar la determinación de Bian He y asegurarse de que no fuera olvidada, el rey puso esta pieza inestimable en su palacio y la llamó ‘El Jade de He’.
Con el tiempo, esta historia dio origen a una expresión popular que dice ‘Ni un estado entero podría ser intercambiado por el Jade de He’.
Qué bonito post. Nombré Jade a mi hija por lo que significó para mí el pasaje de una novela de Jennings. Le voy a contar de este post. Un saludo o/
ResponderEliminarQué hermoso nombre para una niña! Espero que le guste esta historia! Saludos
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