China tiene una larga y
venerable historia de producción de vino; de hecho tiene una de las más
longevas tradiciones, pues se dice que ya desde las épocas del mítico rey Shen
Nong (神农) —el inventor de la agricultura y de la herbolaria—
el vino era parte de los alimentos básicos. En las leyendas chinas se menciona
a Du Kang (杜康) como el iniciador de la práctica de hacer vino,
del que se convirtió luego en deidad tutelar. Los historiadores dicen que es
probable que en la remota Dinastía Xia (c. 2100 - c. 1600 a.C.) ya se conocían
las técnicas de fermentación, y los registros más antiguos indican que ya en
esas fechas se hacían vinos a partir de arroz y de sorgo. Se dice que el
legendario rey Yu (大禹) de la Dinastía Xia rehusó
tomar vino por temor a ‘perder la razón y lastimar a su pueblo’ debido a su
sabor tan agradable y su potente efecto.
Para el periodo de Primavera
y Otoño (770-476 a.C.), la producción de vino —tanto fermentado como destilado—
era ya muy popular, y con el tiempo el vino que llegó a ser el más apreciado
fue el fermentado de arroz, llamado Vino Amarillo (黄酒, huáng jiǔ). Y de las regiones que se hicieron más famosas por este
vino, destaca la ciudad sureña de Shaoxing (绍兴), en la provincia de Zhejiang,
que por supuesto tiene historias y leyendas asociadas con su producto más
famoso:
Cuando nacía una niña en
esta ciudad, sus padres hacían varias jarras de vino, que eran tapadas
cuidadosamente, selladas con barro y enterradas en el jardín familiar, para ser
destapadas años después en la ceremonia nupcial de la hija. Este vino en
especial llegó a conocerse como ‘Vino de la Hija’ (女儿红 , nǚ'ér hóng) o literalmente “Hija (Vestida) de Rojo”, que es el
color del traje de bodas tradicional. Así se conoce hasta el día de hoy, y es
una de las marcas más populares de vino amarillo en China.
Sin embargo, mi leyenda
favorita es la del “Vino de la Amistad”: también se refiere al vino amarillo de
Shaoxing, en este caso durante el mencionado periodo de Primavera y Otoño,
cuando la ciudad pertenecía al Estado de Yue (越). Existen variaciones sobre
esta historia pero la que más me conmueve es esta:
El rey de Yue había perdido
su trono en una guerra, y había vivido varios años en el exilio, en compañía de
sus tropas más fieles. Después de mucho tiempo, sus soldados, volviendo a jurar
su lealtad incluso en medio de tal adversidad, le convencieron de regresar a la
capital de Yue a recobrar su trono o morir intentándolo. Conmovido, el rey
emprendió el camino con sus famélicas tropas, y cuando pasaron por la ciudad de
Shaoxing, la gente salió a recibirlos. Impresionados por la voluntad del rey y
de sus hombres, pero demasiado pobres para hacerles un regalo adecuado,
desenterraron su mejor jarra de vino y la ofrecieron al soberano. Éste, no
queriendo tomar para sí lo que por derecho debía ser de todos sus hombres, se
acercó al río y, vertiendo el vino en él, dijo, “¡Que todos ustedes
participen de este vino!” Así, todos los soldados tomaron un sorbo de agua
mezclada con vino. Este acto levantó de tal manera la moral de las tropas, que
al llegar a la capital la tomaron en pocos días, y el soberano fue reinstalado
en su trono. Desde entonces, cuando los monarcas de Yue salían en una
expedición militar, realizaban sin falta este gesto de compartir el vino en el
río.
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