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Por Hu Chenzhong
Un país tiene su bandera, y una fábrica o una escuela tienen su escudo.
Siempre me pareció raro que mi familia tuviera también un escudo. Esta insignia
familiar no era más que el dibujo de un pez en la puerta de la casa, y de hecho
estaba hecho de una forma tosca y con líneas mal hechas, de modo que a duras
penas se podía interpretar la figura. Y por supuesto, no iba nada bien con la
familia de un pintor cuyo talento se conocía en todo el distrito. Para cuando entré
a estudiar en la Academia de Artes de la provincia, ya me era insoportable
contemplar la existencia de semejante crudeza de dibujo, y mucho menos tenerla
como insignia de nuestra honorable familia.
De modo que un día, me armé de una lija y mezclé un bote de pintura de
color castaña, determinado a quitar esa figura y pintar la puerta con un nuevo
emblema familiar. Pero justo cuando estaba por empuñar el pincel para hacer un
bosquejo de la nueva composición, apareció mi padre.
“¿Qué haces aquí?”, me preguntó con tono triste.
“¿Quieres saber lo que hago? Voy a crear una nueva insignia familiar,”
contesté levantando el pincel.
“¡Espera! Déjame primero contarte la historia de ese pez.” Mi padre
suspiró profundamente antes de encender un cigarrillo, y entonces me emepezó a
contar el secreto de esta imagen, un secreto que tantas veces había querido
averiguar:
“Mi abuelo tenía cuatro hijos, todos altos y fornidos. En aquel
entonces, había guerras que causaban caos por todas partes, y aún con cinco
hombres en casa nuestra familia a duras penas podía ganar lo suficiente para
subsistir.
Una noche, mi padre se despertó y salió al baño del jardín, cuando vio
una figura humana escurriéndose entre las sombras rumbo a la cocina. Gritando
para que sus hermanos vinieran a ayudarlo, rápidamente atrancó la puerta. Todos
se levantaron de un salto, tomaron lámparas, palos y hachas, y se pusieron a
buscar por todos los rincones de la casa. Tienes que entender que en aquel
entonces, un kilo de grano representaba la diferencia entre la vida y la
muerte; así que estaban todos decididos a encontrar al ladrón y dejarlo por lo
menos cojo, si no es que matarlo. Buscaron por todos lados pero al final no
hallaron nada, así que se pusieron a burlarse de mi padre y a decirle que
estaba miope, aunque él juraba que había visto a un hombre. Mientras discutían
de esta forma, llegó mi abuelo y les dijo que se fueran a dormir de una buena
vez.
Cuando se retiraron, mi abuelo se acercó al gran tonel de agua que
teníamos en la cocina y golpeó la tapa, diciendo “Deja de esconderte, sal
pronto de ahí.” Al oír estas palabras, un hombre asomó la cabeza, empapado y
con una palidez de muerte en el rostro. Temblaba de miedo, con una mano
sujetando la tapa del tonel y con la otra una bolsa de arroz.
Viendo al ladrón, mi abuelo suspiró. “Ya ha pasado todo, ahora vete
pronto de aquí, si mis hijos te encuentran seguramente te dejarán malherido.”
El ladrón miraba con incredulidad, sin poder dar crédito de que pudiera
escapar sin daño de la situación. Mi abuelo le hizo seña de que se retirara y
el hombre salió del tonel para irse, cuando mi abuelo notó que había dejado
caer la bolsa de arroz, de modo que la recogió y se la ofreció al ladrón. “Llévatelo,
te puede durar unos días a ti y a tu familia.” El hombre quiso decir algo pero
las lágrimas se le agolparon en la garganta. Sólo pudo bajar la cabeza y
retirarse en silencio. Cuando estaba por llegar a la puerta mi abuelo lo alcanzó
y le dio una tira de monedas de cobre también, diciendo “Toma este dinero
también, quizás con él puedas empezar algún pequeño negocio. Pero abandona esta
actividad deshonrosa.”
El ladrón se puso de rodillas y tocó el suelo con su frente varias veces
antes de por fin retirarse.
Pasó bastante tiempo después de ese episodio y un día muy de mañana, cuando
mi abuelo abrió la puerta encontró un pescado fresco, como de un kilo, colgando
del picaporte. Al principio se sorprendió, pero tras pensar un poco, llegó a la
conclusión que el ladrón debía haberlo dejado ahí. Quizá se había convertido en
pescador o en comerciante de pescado.
A partir de ese día, cada día aparecía un pescado gordo y fresco
colgando de la puerta, y nuestra familia tenía suficiente pescado para comer.
Mi padre y sus hermanos estaban perplejos así que un día mi abuelo finalmente
les explicó la historia del origen de los pescados.
Tras meses de comer pescado diariamente, mi abuelo se preocupó y
consideró que la familia iba a terminar arruinando el negocio del comerciante
de pescado, así que durante los siguientes días se puso a espiar de noche. A la
tercera noche, finalmente descubrió al mensajero, y se enteró de la realidad:
quien enviaba el pescado ya no era el hombre que había entrado a casa una
noche, sino su hijo, a quien su padre le había pedido continuar con esa tarea
poco antes de morir.
Así que mi abuelo propuso algo para cumplir con los deseos del difunto:
le dio un cuchillo al hijo, y le pidió que dibujara con él un pescado en la
puerta, para representar su intención de pagar su deuda.
Desde entonces nuestra familia ha respetado los deseos de mi abuelo, y
hemos mantenido el dibujo del pescado en la puerta, sin importar cuántas veces
la casa en sí ha sido remodelada. De esta forma es que el pescado se convirtió
en el emblema familiar.”
Cuando mi padre terminó su historia, dejé el pincel y me quedé
contemplando el dibujo por un largo, largo tiempo.
* * *
Hu Chenzhong es un editor y escritor casi desconocido, originario de la
provincia de Hunan. Publica en revistas y periódicos locales y es especialista
en historias cortas como esta. En 1997, fue incluido en la antología de Panda
Books, “Anecdotal One-Minute Stories”.
Si quiere ver otros cuentos cortos de escritores chinos contemporáneos, lea Doña Alta y Don Bajito (una historia de amor), o bien la estremecedora Un Puñado de Arroz. O si prefiere a los poetas clásicos chinos, lea El Exquisito Placer del Ocio.
VIDEO DEL DÍA
The Little Match Girl, ó La Niña de
los Cerillos, es un cuento clásico de Hans Christian Andersen (1845), quien lo escribió
con la intención de concientizar a la gente de su tiempo del sufrimiento de los
niños de las clases bajas en Europa. Ha sido animada y filmada muchas
veces, y esta es una muy bella versión:
"Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego" , me recuerda a esa frase que se la atribuyen a Gandhi, no se si sea de el o no,
ResponderEliminarY si aunque a veces la manera mas fácil de reaccionar a una situación como un robo o una mentira parece ser la violencia, no lo es, hay que ver mas allá de nuestras acciones.