Vamoavé.
Las palabras cuentan, y mucho. Usémoslas con cuidado. Si desde el altavoz más alto del país se usan de forma promiscua, provocadora y peligrosa, no contestemos de la misma forma, porque las palabras están asociadas a ideas y las ideas a acciones. Hay ideas muy delicadas y que no deben ser invocadas a la ligera.
La traición a la patria, como el genocidio, son los crímenes más altisonantes que existen y tienen una definición muy específica. Es un despropósito usar esos términos a tontas y a locas.
Si a lo que queremos oponernos es a la estridencia, a la confusión y a la devaluación de las ideas, si lo que queremos es oponernos a la mentira y a la manipulación, seamos cuidadosos con las palabras y las ideas que invocamos.
El español es muy rico.
Podemos decir que quienes acusan de ese crimen, son ellos mismos traicioneros, en el sentido de “desleal”. O para ser más exacto, como en inglés que sí hay dos distintas palabras para indicar dos tipos de traiciones: betrayal y treason. La primera es traicionar o abusar de la confianza de alguien, pero la segunda se reserva para ese alto crimen que se perpetra contra la sociedad o la nación.
Hay muchas más palabras:
falso, hipócrita, alevoso, fementido, embustero, frauduento, desleal, pérfido, doloso, doble cara, que te da puñaladas traperas.
Pero dejemos de hablar en constantes superlativos y a gritos, que eso a lo único que abona es a desvirtuar la discusión completa.
No porque el otro quiera vociferar y decir sandeces, debes tú hacer lo mismo y empezar con un "pero tú más", "no, tú más" de niños sin madurez.
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