martes, 9 de junio de 2020

No es lo plano de la curva...


…sino lo que haces con ella.
Los matemáticos y los lógicos podemos ser gente muy chocante porque tenemos una obsesión con las definiciones claras. Algo así como los nazis de la gramática, pero en nuestra defensa: si pones “s” en vez de “c” lo que escribes se ve mal, pero lo puedes entender en el contexto, mientras que si pones un concepto en lugar de otro aunque sea parecido, ya estás hablando de una cosa diferente y por lo tanto equivocada.
Hablemos de eso de aplanar la curva y de controlar (“domar”) la epidemia, porque son dos cosas muy diferentes.
En el contexto de México, todos los días veo a gente atacar al gobierno federal porque las medidas que han tomado han sido inadecuadas. Esto es cierto. Pero también veo que en la crítica se usa liberalmente el término “aplanar la curva” para demandar que si sí se ha hecho, que si no se ha hecho, que cuándo se va a hacer, y así.
Vamos a ponerlo perfectamente claro: en México se aplanó la curva.
Punto.
En México y en todo el mundo, la curva se aplanó, en diferentes grados. El concepto de “aplanemos la curva” (flatten the curve) se promocionó muy temprano, para decir que si las poblaciones se guardaban y limitaban su movimiento, así como si usaban mascarillas y tomaban otra precauciones, se romperían las cadenas de contagio del virus y por lo tanto se dispersaría más lentamente. El resultado sería una curva más plana y más manejable. Esto pasó en TODO el mundo, aunque como en diferentes países las medidas se tomaron con mayor o menor prontitud, con mayor o menor disciplina, el “aplanamiento” fue diferente, pero definitivamente pasó en todos lados.
Sin embargo, no podemos ver cómo se aplanó, sólo podemos decir que lo hizo. En el caso de China tenemos una excepción: la epidemia se desató en la provincia de Hubei porque no se tomaron medidas sino hasta muy tarde, entonces la curva en esa provincia fue muy pronunciada. Pero la provincia fue aislada y el resto del país se inmovilizó, de modo que podemos ver la diferencia entre la curva alta de Hubei y la curva aplanada del resto del país:

La curva azul es la curva aplanada, y vemos que el resultado de las medidas es espectacular. Esto mismo pasó en todo el mundo, pero no tenemos gráficas así porque no pasó esta misma situación, en la que una región específica y el resto del país tuvieran este tipo de aislamiento.
Así que decir que “no se ha aplanado la curva” es incorrecto. Por supuesto que se ha aplanado, simplemente no sabemos cuánto fue, primero porque no tenemos con qué compararla, como en China, y segundo porque los datos que tenemos son de dudosa calidad.
Ahora bien, lo que no ha pasado es controlar la epidemia. En la gráfica de arriba, vemos que la epidemia se controla más o menos a partir del 16 de febrero: la curva en vez de subir se aplana, pero éste es otro aplanar muy diferente. Más correctamente llega a su meseta, y ahí se queda unos días, hasta que el 20 de febrero empieza a bajar.
Ésta es una gráfica de una epidemia controlada:

Y esto es lo que aún no pasa en México.
El aplanar la curva para que los casos no se disparen es responsabilidad de la población en general, cuidándose. Y eso lo han hecho todos los países: la gente ha visto el peligro y ha seguido las recomendaciones.
Pero lo que se hace con esa curva más manejable es responsabilidad del gobierno: esto es, ya que la población se sacrificó para que el virus se dispersara menos, las autoridades tenían que hacer lo suyo: hacer pruebas, identificar focos y aislarlos, preparar hospitales y provisiones, proteger al personal médico, etc. O sea, la parte de salud pública para que ya con esa gran ventaja otorgada por la población, pudieran controlar rápidamente la epidemia.
Esto es precisamente lo que no se hizo y esto es precisamente lo criticable. Así que dejemos de decir que no se aplanó la curva: claro que lo hizo, nosotros lo hicimos. La crítica es ésta:
Nosotros aplanamos la curva, ¿y qué hiciste con ella?

   

sábado, 6 de junio de 2020

Sociedades y puntos de ebullición: a 6 años de Ayotzinapa


Escrito a finales de 2014, pero válido aún.

En un artículo del 5 de octubre de 2014, Tlatelolco, la Primavera Árabe, Tiananmen y Occupy Hong Kong, discutí las diferencias entre esas diferentes manifestaciones sociales, en cuanto al entorno que los define. Las protestas tienen lugar de diversas maneras y con diferente intensidad de acuerdo a la cultura de cada lugar, y a la situación económica y social. Pero en todos los casos, debe haber un disparador: un hecho aislado que detone la acumulación del descontento y galvanice a la sociedad a la acción.
Ahora bien, en México se habla cada vez más de revoluciones —aunque sean de redes sociales— y grandes cantidades de gente salen a la calle a protestar. ¿Estamos en vías de un estallido a nivel nacional? Antes de contestar, veamos el caso de la muerte de un joven negro por un policía blanco en Ferguson, Missouri. Los detalles son poco claros, pero el hecho es que el fallo del tribunal de no presentar cargos contra el policía, ha causado una serie espectacular de manifestaciones a todo lo largo del país. Este disparador puso de relieve el descontento acumulado por las tensiones raciales que sigue permeando a EUA, a 60 años de distancia de Martin Luther King.
En México el descontento acumulado a lo largo de los últimos 10 años es enorme: a partir de mediados de la presidencia de Fox, en que vimos que era claro que las cosas no estaban cambiando como se esperaban y con la posterior exacerbación de la violencia. El descontento no es basado sólo en pobreza como en Egipto, sino más en una crisis gigantesca de confianza. Pero nuestra sociedad civil dista mucho de la organización y el sentido de colectividad que tiene la de EEUU, como lo demuestra el hecho de que en la última década no hemos tenido uno, sino docenas de disparadores equivalentes a Ferguson, pero todos han fallado en galvanizar a la mayor parte de la sociedad a nivel nacional. Mientras se debate si esto es bueno o malo, las tensiones siguen escalando.
* *
Casi toda persona tiene un punto de ebullición: un punto de incomodidad en el que, al llegar, ya no puede tolerarla y hace algo al respecto. Esta incomodidad puede ir de lo más trivial a lo más serio, y cada quien llega a ese punto a distintas velocidades: hay gente muy paciente, hay gente con la “mecha muy corta.” Lo mismo pasa en las sociedades: tienen su punto de ebullición, pero por definición es muchísimo más lento que el de un individuo, porque la cantidad de agravio o de tensión se tiene que acumular en un número suficiente de sus miembros para que la sociedad en sí “haga ebullición”: esto puede tomar años y décadas.
En estos momentos hay ebulliciones sociales en muchas partes del mundo —como México, Estados Unidos y Egipto— a las cuales se han llegado después de más o menos tiempo de tensión; y que se disparan por razones muy diversas pero que siempre tienen en común una percepción generalizada de injusticia.
El disparador en EEUU —ausencia de castigo para la brutalidad policiaca con tintes raciales— parece haber tomado al mundo por sorpresa, pero un hecho como este de ninguna forma es aislado, sino que es la gota que derrama el vaso y que lleva a evaluar y a darse cuenta de que la situación simplemente no se había percibido como un daño sistemático por la gran mayoría. en menos de un mes se han sumado la muerte a balazos de un niño negro que jugaba con una pistola de juguete en Cleveland, un hombre negro desarmado en Arizona, y la estrangulación de otro hombre más en Nueva York, todos a manos de policías blancos. La última víctima, Eric Garner, no sólo es agredido por cinco policías y estrangulado hasta la muerte con una técnica prohibida desde 1993, sino que de igual forma no se presentan cargos, aunque todo el episodio es filmado en video. Esta actuación criminal de la policía ha hecho ver que en los últimos cinco años se han presentado 1128 casos similares (no todos fatales) sólo en Nueva York, y este reconocimiento de injusticia generalizada es el que ha disparado las protestas en todo el país. Es comprensible cómo las protestas se pueden volver violentas en la misma comunidad donde se perpetra el hecho, pero podemos observar cómo fuera de Ferguson, las protestas han sido masivas pero mesuradas.
Al parecer la más reciente tragedia en México —Ayotzinapa— podría ser un catalizador equivalente; pero sabemos que nuestra sociedad civil es mucho menos organizada, y su punto de ebullición, más esquivo y caótico.


CAVEAT: Las revoluciones como tales, rara vez son espontáneas. La sociedad puede estar en punto de ebullición y entonces sólo se necesita un disparador que puede ser usado por algún grupo con intereses particulares. Muchas veces, una revolución es sólo un medio para conseguir un fin: lideradas por quienes saben lo mucho que pueden ganar, y para eso usan a quienes no saben lo mucho que van a perder.