“Ningún reino ha
derramado más sangre que el Reino de Cristo.”
--Montesquieu (1689-1755)
Montesquieu de hecho
sí dijo eso, pero lo dijo en cierto contexto de su época, en Francia y haciendo
un punto en su argumento, más o menos 50 años después de la devastadora Guerra de los Treinta Años. Hoy en día, que a partir del 9-11 el ateísmo se ha puesto
de moda y han explotado las cosas burlonas en el internet como el “Domingo Sacrílego”
ó la iglesia del “Monstruo de Spaghetti Volador”, la frase del pensador francés
se ha convertido en meme también.
La crítica a los
vicios de la religión —y a los vicios de cualquier cosa humana— me parecen muy
bien; ya antes he dicho que mi padre no era ningún fan de los curas y que yo
fui un monaguillo rebelde. Pero a como somos, que nos encanta pensar lo menos
posible y tomar la posiciones más fáciles posibles, la crítica también degenera
con rapidez si es ignorante y/o superficial. A mí no me da ningún tipo de
escozor que esta o aquella persona critiquen este o aquel pensamiento, ya me
sea caro o no. Como ya sabrán mis lectores que me hayan seguido un poco, yo me
burlo de cosas a diestra y siniestra; así que si alguien se burla de ideas que
a mí me parecen buenas, también es aceptable. Así se progresa y se aprende;
dicen los chinos que “el escuchar con frecuencia palabras que no deseamos
escuchar y el provocar a la mente con con cosas que la molestan, nos acerca a
la virtud, así como una piedra afila un cuchillo.”
Siempre y cuando…
¡Porque claro que tiene
que haber un “siempre y cuando”!
Si te vas a burlar de
algo, que sea desde el conocimiento y no desde la ignorancia. Lo que sí me da
comezón mental es una argumentación ignorante o estúpida, no el blanco al que
se dirige la crítica. Por ejemplo, siguiendo la misma forma de la crítica de
arriba, tenemos a Bill Maher, un cómico progre de Estados Unidos, que se la
pasa atacando la religión entre otras cosas. Como digo, eso en sí no me parece
ni bien ni mal, pero aquí está un extracto de su show “But I'm Not Wrong”
(2010):
Cuando me preguntan qué tengo en contra de la religión, digo bueno, pues aparte de la mayoría de las guerras, las Cruzadas, la Inquisición, el 9-11, matrimonios arreglados con menores de edad, poner bombas en escuelas, la sujeción de mujeres y homosexuales, fatwas, limpieza racial, violaciones de honor, sacrificios humanos, la quema de brujas, bombas suicidas, condonar la esclavitud y la violación sistemática de menores, no, no tengo mucho problema.
OK, eso ya me pareció
mal.
Primero, porque es
ignorante y segundo porque —si el lector vio el video— lo dice con una suprema
condescendencia y una actitud de “yo sé lo que digo y tú no” que más estúpidas
hace sus declaraciones. Ahora bien, Maher es un cómico y no un historiador ni
un filósofo así que le podría pasar un poco su ignorancia; pero dado que tiene
más audiencia que muchos pensadores serios y que mucha gente forma sus
opiniones en este tipo de información sesgada, no se puede ser tan pasalón.
Primeramente la
pregunta, ¿por qué estos nuevos ateos dicen “religión” cuando obviamente lo que
quieren decir es “Cristianismo e Islam”? Pero dejemos eso de lado, que acepto
que normalmente ese es el contexto en el que se habla.
En segunda instancia,
el largo rosario de barbaridades que desgrana es de las típicas mezclas
tramposas que mezclan problemas humanos en general, con temas específicamente
religiosos. De las que menciona, únicamente las fatwas y la quema de brujas
están necesariamente relacionadas con la religión. En el caso de las fatwa, son
en el Islam literalmente “opiniones” ó “decisiones” emitidas por los eruditos
en algún tema concerniente a la aplicación de la ley religiosa a la vida diaria;
o sea que es simplemente un veredicto dentro de la jurisprudencia islámica. La
palabra se hizo famosa y además sinónimo de “sentencia de muerte” cuando un
mullah extremista decretó que el escritor Salman Rushdie había insultado al
Profeta con su libro “Los Versos Satánicos” (1988) y que merecía la muerte. Eso
es, por supuesto, una barrabasada imperdonable. Pero el decir que se está “en
contra de las fatwas” es tanto como decir que se está en contra de las
encíclicas papales, sin importar su contenido. Cierto que ha habido a lo largo
de la historia encíclicas con contenidos bastante retrógrados, pero también
otras con buenas ideas y la más reciente, acerca de la nueva postura del
catolicismo ante el medio ambiente, ha sido casi universalmente bien acogida en
cuanto a sus declaraciones iniciales.
Mis lectores más
inquisitivos se estarán preguntando dónde dejo a las Cruzadas, la Inquisición y
los sacrificios humanos. Refiriéndome al último, cierto que estuvo presente en
religiones primitivas y que aún subsiste en ciertas ideologías, pero el
concepto en sí mismo es más amplio y es muy frecuente en cualquier conflicto
armado, “por el bien común”. Y esto me da para pasar aquí a lo principal: las
guerras, con el argumento ahora muy común pero totalmente equivocado, de que “la
religión es el principal causante de guerras y muerte en la historia”.
Quizá sea que las
Cruzadas, la Inquisición y las Brujas de Salem dejaron una marca indeleble en
el imaginario occidental y que además han sido temas populares en la literatura
y el cine, pero pasar de eso a la afirmación primera, es no saber historia.
Obviamente no quiero tratar de justificar estos males haciéndolos contrastar
con un mal mayor: mi punto es sólo que la afirmación mencionada es falsa.
Es bien cierto que la
religión, junto con el nacionalismo o regionalismo, ha sido usada
frecuentemente como bandera (como herramienta) que unifique a la gente para ser
movilizada, pero la religión como motivo primario de un conflicto armado es raro:
cito como ejemplo paradigmático la expansión del Islam a partir del siglo VII,
y aún éste no estuvo libre de motivaciones de poder geográfico y político, tras
la muerte de Mahoma y sus discípulos directos.
Otros conflictos en
los que la religión ha jugado papeles importantes pero igualmente mezclada con
consideraciones más mundanas, son las Cruzadas, el conflicto anglo-irlandés, el
conflicto islámico-hindú que resultó en la partición de Pakistán y Bangladesh
de la India, la Guerra de los Treinta Años que también ya mencioné, y más
recientemente los conflictos en el sur de Tailandia.
Por contraste y sin
ponerme a buscar a conciencia, se me ocurren los siguientes conflictos de todas
épocas y lugares que han causado pérdidas catastróficas de vida humana: las
invasiones vikingas de Europa, la caída de la Dinastía Han, las invasiones
mongolas, el descubrimiento y conquista de las Américas por ingleses y
españoles, la conquista de la India por los mogoles, la rebelión de An Lushan y
la rebelión Taiping en China, las purgas soviéticas, las guerras holandesas en
Indonesia, el genocidio armenio, la Primera y la Segunda Guerra Mundial, las
guerras de Corea y Vietnam, todas las guerras de independencia de países
africanos, el genocidio en Ruanda, la guerra de Kosovo, y las guerras de
Afganistán e Irak.
Ni una sola de ellas
ha tenido a la religión como motor, aunque un par de ellas la han usado como
herramienta de unificación (la rebelión Taiping en especial). De modo que la
religión no sólo no es la primera causa de guerra y muerte como dice el famoso argumento:
no lo es ni con mucho.
Pensemos en este
ejemplo: tú eres hindú. Alguien viene a tu casa, entra por la fuerza y te echa
de ella. Resulta que la persona es budista. La pregunta es: ¿lo odias y estás
dispuesto a pelear con él por ser budista, o por haberte despojado de tu casa?
Se abusa del fervor
que la religión causa, eso sí; y pasa a ser una herramienta más de la ambición
humana, esa que va a la guerra en busca de
poder, pero no es un instrumento de manipulación en sí misma.
Si realmente queremos
saber el principal y real motivo de conflictos armados en la historia de la
humanidad, en todas las culturas y todas las épocas sin importar la religión,
no tenemos más que ver un mapamundi. Ahí vemos las masas de tierra que hay en
el mundo y veremos que esas masas están divididas por muchas líneas, a veces
rectas, a veces caprichosas. Se llaman fronteras.
La tierra está ligada
al poder, el poder a la ambición, la ambición a lo más profundo del alma
humana.
Propongo este símil:
un vaso puede ser usado para matar a alguien, pero no fue creado con ese fin,
sino con el fin de beber agua. No confundamos un vaso con una pistola, que fue
creada con el fin específico de destruir. Y en esto el hombre es el hombre, con
y sin religión. No nos engañemos pensando que si eliminamos ésta, por alguna
mágica razón cambiaría la naturaleza de aquél.
VIDEO DEL DÍA
No todo en el internet son gatos con mala gramática y
porno, la verdad es que hay más bueno que malo, basta con no cometer algún
error de ortografía al hacer una búsqueda. Una de las cosas buenas es la
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