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La orden divina más obviamente innecesaria de todo el Génesis —y puede
ser que de toda la Biblia— es esa de “Sed fecundos y multiplicaos”; que si la
tarea fuera desagradable a duras penas llegaríamos a ser cinco mil en todo el
mundo, pero viendo que el mecanismo de arranque es tan infinitamente
placentero, la verdad es que no había mucho qué sonsacarnos y no hay
mandamiento que nos espante tanto como para dejar de cumplir la orden a diestra
y siniestra, aunque sea de las formas que le parezcan más incorrectas a los
doctores de la ley.
Ahora bien, desde luego que no siempre vamos y la acatamos pensando en
la fecundidad y la multiplicación, sino simplemente porque el mecanismo es
fascinante en su variedad y el gozo que da; y siendo entes que han desarrollado
unos cerebros desproporcionadamente grandes como para hacer todo tipo de
tormentas mentales, el placer que obtenemos, ¡vaya que va más allá del
repertorio limitado de nuestros colegas del reino animal! Esto es, no sólo en
las posiciones físicas —que sí tienen su límite a menos que arriesguemos un par
de vértebras por andar con más entusiasmo que capacidad para el Kamasutra— sino
más que nada en lo sicológico, que como digo, es lo que nos distingue para bien
y para mal.
Vamos a echarle una ojeada a esos placeres. A uno en específico. O
séase, el del título de este texto.
El sexo oral tiene menos que ver con la orden divina que casi cualquier
otra práctica y posición; es placer puro y me interesa porque es representación
de esas dicotomías que siempre nos habitan en todo lo que hacemos. Son las
contradicciones las que nos hacen eternamente fascinantes, no las certezas.
Aquí, me voy a referir a un tipo de sexo oral solamente: aquél en el que el
hombre es el receptor, sin importar si el que lo ejecuta es hombre ó mujer. El
lector verá la razón en un momento.
Primero que nada, como cualquier otra actividad sexual, se puede
practicar con y sin compenetración emocional. En la medida que exista más de lo
segundo, es un poco menos ambigua porque va a formar parte de un amplio
repertorio de actividades, juegos, posturas, complicidades que forman un
conjunto único de expresiones sentimentales.
En el más ideal de los casos, es como dice el personaje Oscar en la
película “Bitter Moon” (1992). Está hablando de su amante Mimi, con quien
practica actividades de todo tipo y que a su interlocutor Nigel le parecen
extremas: “¿Alguna vez has idolatrado a una mujer? Nada es obsceno en un amor
así. Todo lo que pasa entre ellos se convierte en un sacramento.”
Es interesante y de hecho se ha mencionado en filosofías y prácticas
antiguas, en la que el sexo es sagrado. El mencionado Kamasutra es ejemplo de
este caso. Pero vamos a ver el otro caso, el de las contradicciones, en donde
estamos viendo únicamente el placer y de preferencia entre dos personas que
imaginemos que no tienen lazos sentimentales especialmente fuertes.
La contradicción que quiero hacer notar es entre el placer derivado de
la entrega emocional ya mencionada y el placer más animal derivado de la
dominación, aunque ninguno de los dos entren explícitamente en la conciencia, y
que lo más común es que estén mezclados.
El sexo oral con el hombre como receptor tiene, más que otras
posiciones, un elemento muy explícito de dominación y violencia, en cómo es
percibido normalmente. De hecho hay posturas sexuales en las que la dominación
es mucho más aparente —con nombres como La Profunda ó La Esclava— en donde
el dominante sujeta al dominado de forma
que éste queda sin defensa ni forma de moverse. Pero en el sexo oral la
dominación es casi totalmente psicológica, aunque el acto en sí mismo, o sea en
lo físico, es absolutamente lo contrario.
El acto, repito, es el más contradictorio entre lo que es físicamente y
cómo se percibe emocionalmente. En el lenguaje, es abiertamente visto como
dominación hacia el que lo practica. En “La Máquina de Follar” (1972) Charles
Bukowski describe escenas de este tipo que son violentas y degradantes; en el
lenguaje existe con muchas variantes y Eddie Murphy lo usa de esa forma con su famoso “suck my
dick” (Raw, 1987). La película “Sleepers” (1996) lo hace parte de una serie de
abusos que se cometen en un internado, y la serie de TV “The Shield” causó
conmoción con un capítulo (Temporada 3, Episodio 5, 2004) en el que un policía
es forzado a punta de pistola. Todas estas imágenes en literatura, lenguaje y
cine son consistentes con esta idea de la dominación/indefensión.
Pero he aquí la cuestión: el acto sólo puede ser percibido así si la
dominación es ejercida psicológicamente de antemano. Porque en realidad es efectiva y literalmente,
poner la parte más delicada y valiosa del cuerpo —por lo menos en ese momento—
dentro de la parte más peligrosa de todas; es un desafío. Es poner la cabeza
dentro de las fauces de un león. Pero el domador ya lo ha hecho sentir los
latigazos y la bestia ha perdido su coraje; a nadie se le ocurriría intentar hacer
eso con un león en la sabana, sólo con uno que ha sido domado.
La película “The Shawshank Redemption” (1994) lo retrató perfectamente cuando
está desprovisto de dominación psicológica: el personaje Andy Dufresne está en
la cárcel y es violado a veces por otros reos; entre varios pueden sujetarlo e
inmovilizarlo. Sin embargo nunca lo pueden forzar a esa dominación suprema,
pues él advierte “Voy a cerrar los dientes”. El violador dice “Te mataremos si
lo haces”, pero Andy contesta “Me puedes matar pero te vas a quedar sin miembro
de todas formas”.
De modo que esta práctica es en extremo interesante porque a diferencia
de otras, puede ser vista por ambas partes como la forma definitiva de dominio
sobre el otro, y ambos puntos de vista tienen mucho de razón. Aunque las
imágenes y las razones que acabo de decir no se hacen patentes en la conciencia
del acto, están presentes porque están imbuidas por la percepción que la
sociedad tiene de él. En lo físico, el
hombre está a merced absoluta de quien le practica el sexo oral. En lo
sicológico, hay una mezcla de dos ideas extremas, que puede ir moviéndose de un
lado al otro entre ambas percepciones, mezclando esa idea de dominación con el
placer puro que ambos experimentan.
Lo cierto es que si se hace consciente esta idea, el sexo oral se puede transformar,
elevándose para ser además de una práctica placentera, en una de las
experiencias más íntimas y que más alto grado de confianza requiere entre los
amantes, en donde ambos se ponen totalmente a la merced del otro.
VIDEO DEL DÍA
PES (Adam Pesapane) es un director
de animaciones estilo “stop motion” pero con un estilo muy moderno e
instantáneamente identificable por su uso exótico de cosas de uso común. Roof
Sex es una de estas animaciones, que va bien con el tema de hoy: