Discutir de cine es divertido. Es como discutir de deportes, pero mejor.
Y por supuesto, como con cualquier arte, terminamos discutiendo qué es “lo
mejor”, porque así somos. ¿Cuál es la mejor película de todas? ¿Ciudadano Kane,
Cinema Paradiso, Europa? Quién es el mejor director que ha habido: Bergman,
Eisenstein, Buñuel, Coppola, Scorsese?
Podemos hablar mejor de nuestros favoritos, pero es más divertido
comparar. Y si entramos al tema de actores, las listas y las discusiones se
siguen alargando:
Laurence
Olivier, Marlon Brando, Robert Duvall, Jack
Lemmon, Richard Harris, Marcello Mastroianni, Toshiro Mifune, Gerard Depardieu,
Christopher Lee, Robert de Niro, Christopher Walken, Anthony Hopkins, Michael
Caine, Al Pacino, Jack Nicholson, Daniel Day-Lewis, Gary Oldman, Denzel
Washington, Javier Bardem, Christian Bale, Edward Norton, Leonardo di Caprio.
Nadie podría negar que en esa mínima lista
—desde el más viejo hasta el más joven— hay sólo artistas extraordinariamente talentosos. Si alguien se
atreviera a preguntar quién de entre ellos es “el mejor”, difícilmente
podríamos poner a uno por encima de todos los demás de manera definitiva.
Artistas hay por miles, y el genio no se
evalúa en listas, sino que cada uno tiene sus puntos fuertes, sus estilos, sus
intereses, así como su contexto y las herramientas y las tecnologías con las
que trabaja. ¿Podemos decir quién es el “mejor fotógrafo” entre Gabriel
Figueroa y Emmanuel Lubezki? ¿Quién es mejor guionista, David Mamet u Oliver
Stone?
Así es, hasta que llegamos a la discusión
de actrices:
Greta
Garbo, Katharine Hepburn, Elizabeth Taylor, Sophia Loren, Joan Crawford, Romy
Schneider, Catherine Deneuve, Ingrid Bergman, Bette Davis, Sally Field, Judi
Dench, Kathy Bates, Glenn Close, Ellen Burstyn, Emma Thompson, Jessica Lange, Juliette
Binoche, Julianne Moore, Tilda Swinton, Gong Li, Kate Winslet, Natalie Portman,
Dakota Fanning.
Esa lista es igual que la de actores; cada
una de esas mujeres es fantástica, dueña y maestra de su arte y universalmente
reconocida. Pero cualquier amante del cine puede ver a la primera ojeada que en
esa lista, aunque pequeñísima, falta un nombre. Un nombre que simplemente no se
puede omitir, porque si hacemos la pregunta, “¿quién es la mejor de todas?”, es
muy difícil que no vayamos a llegar a una conclusión, a diferencia de los actores,
directores, guionistas, camarógrafos, etc.
Aunque acabo de decir exactamente lo
contrario, quizá la excepción es la que hace aquí la regla. ¿Injusto? Quizá.
¿Subjetivo? Seguramente, pero yo diría, ¿hasta qué punto? Dígame por favor, si
es amante del cine, que la mejor de todas no se le vino a la mente de forma
inmediata. Dígame si una discusión de actrices —o de “la mejor”— tendría la
misma cantidad de aspirantes que una de actores.
Ni de lejos.
El nombre que falta en esa lista es la de
una artista que simplemente está en una categoría por sí misma. Está ella, y
luego siguen todas las demás. Esto es también universalmente reconocido: ha
sido nominada como mejor actriz nada menos que 19 veces, un récord al que nadie
se acerca, hombre ó mujer. Verla actuar es verla desaparecer y crear completo cada
personaje, como sólo un puñado de actores lo puede hacer (Daniel Day-Lewis es
uno de esos pocos). No hay una persona en el medio que no le rinda homenaje a
su talento, que es de esos que aparecen, como se dice a veces, “una vez en cada
siglo”. Es una suerte tenerla y poder apreciar una habilidad de esas
dimensiones.
Es Meryl. Por supuesto que es Meryl.
VIDEO DEL DÍA
Una
muestra de la habilidad de Meryl Streep para los acentos, que raya en lo
sobrehumano:
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