Allá a principios de los 90, cuando el internet todavía no era una cosa,
la vida era bastante diferente. Mi lectores de menos de 25 años seguramente no
visualizan “escribir una carta”, así de una forma tan primitiva como tomar una
pluma y un papel, meter el mensaje en un sobre y ponerlo en el correo. ¿Esperar
dos semanas a que llegue a su destino? ¿Qué eso no se hacía en la Edad Media?
Había otras cosas diferentes aparte de eso; por ejemplo, la información
se conseguía también de forma más lenta y más exclusiva. Hoy se puede teclear
en Google la frase “mejores comerciales” y encontrar 2 millones de hits; pero
en aquel entonces, para quienes nos interesaba el arte de la mercadotecnia, había
colecciones de comerciales galardonados que se podían ver ya fuera en VHS muy
difíciles de conseguir, o en eventos anuales en alguna sala de cine rentada,
donde se proyectaban a un público exclusivo. Una “reliquia” de esos tiempos que
aún subsiste en México es el evento de La Noche de los Publívoros, donde se
continúa la tradición de proyectar varias horas de los mejores comerciales de
la historia y hasta el año más reciente, del que se incluyen los que son premiados
en el Festival de Cannes y otros similares.
Estos eventos normalmente dividen la proyección en varias secciones, por
ejemplo, Comerciales de Comida, Comerciales de Autos, Comerciales Sexy, etc. Hay
una sección que se llama Comerciales de Concientización Social, que siempre es
la parte seria de la presentación, y en la que los anuncios pueden llegar a ser
muy impactantes por su contenido. Recuerdo uno en el que el anuncio empieza en
oscuro total, y tras unos segundos, una luz cenital deja ver a una persona en
silla de ruedas, horriblemente desfigurada y viendo directamente a la cámara.
Después de unos momentos, aparece este mensaje: “No, claro que no todos los que
manejan borrachos se matan”.
Le voy a contar al lector el anuncio más brutal que he visto en mi vida.
Realmente es en extremo perturbador, así que si es de sensibilidad delicada, le
aconsejo sin exageración dejar de leer aquí mismo.
En 1995, fui junto con algunos amigos a una de estas presentaciones de
los mejores anuncios del año. Íbamos ya pasando la mitad de la proyección
cuando empezó la sección de Concientización Social, así que ya sabíamos lo que
seguía. Pero de todas formas, tras ver el anuncio que cerraba la sección (el
que le voy a referir), hubo una reacción colectiva y audible en la sala que
creo que nunca he vuelto a ver; y varias personas se salieron, llorando.
De nuevo le digo que el anuncio es devastador, y la historia que cuenta
en sólo tres frases, es durísima.
*
No hay sonido.
La cámara está situada en el fondo de una piscina, viendo hacia arriba, donde se
adivina la luz del sol. Vemos en primer plano a un niño nadar hacia arriba, en
cámara lenta.
Aparecen estas palabras:
“El día más feliz de mi vida fue cuando nació mi hijo.”
El niño sigue nadando hacia arriba, hasta que lo perdemos fundido en la
luz.
Oscuro.
Aparecen estas palabras:
“Y también cuando murió.”
Oscuro.
Aparecen estas palabras:
“Asociación de Padres en Contra de las Drogas.”
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