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In Memoriam, Robin Williams (1951-2014)
El payaso ha sido siempre una figura mitad trágica, constante
recordatorio de esa frase que dice que “quien canta, llora”: la eterna dicotomía
humana, más inescapable cuanto más cerca caminamos por sus extremos.
Y Williams fue un extremo: en su talento en la comedia de Stand-up, era
eclipsado quizá únicamente por otro que le precedió en el camino, George Carlin
(1937-2008). Famoso por haber mantenido el buen humor de Speilberg durante las
partes más deprimentes de la filmación de La Lista de Schindler, e incluso por
haber mantenido a raya la desesperación del Supermán por excelencia,
Christopher Reeve, después del trágico accidente que lo confinó a una silla de
ruedas, él mismo fue víctima constante de la depresión y de múltiples
adicciones a las que aquéllas lo orillaron. Pero siempre el humorista, incluso se
burló de esas sus partes más oscuras en sus rutinas de chistes.
¿Qué puedo agregar aquí —acerca de él y del payaso arquetípico— que no
haya sido dicho antes y con más arte? Poco, la verdad. Todos sabemos cómo son
nuestros extremos, nuestros demonios: más terribles cuanto más alto vamos.
Smokey Robinson lo dijo en su inmortal canción de 1965, The Tracks of My Tears:
La gente dice que soy el alma de la fiestaAsí que echa un buen vistazo a mi cara:
porque cuento un chiste ó dos.
Pero aunque pueda estar riendo a carcajadas
muy dentro estoy triste.
verás que mi sonrisa está fuera de lugar.
Y lo volvió a repetir en otra de sus
canciones, Tears of a Clown (1967):
Hay cosas tristes que conoce el hombre
pero no hay muchas más tristes
que las lágrimas de un payaso
cuando no hay nadie alrededor.
Quizá el ejemplo más conocido que tenemos en español es el
increíblemente triste poema de Juan de Dios Peza, “Reír Llorando”, con la
famosa escena del paciente con depresión que va a buscar consejo al médico,
quien sin duda le recomienda ir a ver una de las funciones de Garrick, el
cómico más famoso de su tiempo, que puede curar la tristeza del más
desesperado. Pero el paciente responde con la terrible frase que de seguro
hiela la sangre del médico, “Yo soy
Garrick, cambiadme la receta”.
De forma más elegante que Smokey, Peza nos dice:
Y si con esa trágica sentencia volvemos al principio del poema, vemos bajo una nueva luz esas líneas que lo abren, revistiéndolas ahora de una desolación que se antoja insoportable:Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.
Viendo a Garrik, actor de la Inglaterra,
el pueblo al aplaudirle le decía:
“Eres el mas gracioso de la tierra
y el más feliz...”
Y el cómico reía.
Todos sabemos lo que es ponerse una máscara, pero pocos sabemos lo que significa cuando entre el rostro real y la máscara media el abismo. En Pagliacci (Payasos, 1892) de Ruggero Leoncavallo, encontramos Vesti la Giubba (Ponte el disfraz) una de las arias más famosas de la historia operística, en la que el payaso tiene que entrar a escena justo después de que su amante lo abandona:
Vesti la giubba e la faccia infarina.
La gente paga, e rider vuole qua.
E se Arlecchin t'invola Colombina,
ridi, Pagliaccio, e ognun applaudirà!
Tramuta in lazzi lo spasmo ed il pianto
in una smorfia il singhiozzo e 'l dolor, Ah!
Ridi, Pagliaccio, sul tuo amore infranto!
Ridi del duol, che t'avvelena il cor!Viste tu disfraz y pinta tu cara.
La gente paga y quiere reír.
Y si Arlequín ha raptado a tu Colombina
¡ríe, payaso y todos aplaudirán!Transforma en gozo tu espasmo y tu llanto
y en una mueca tu dolor y sollozos.¡Ríe, payaso, de tu amor roto!¡Ríe del duelo que tu corazón envenena!
En la película de 1988, Who Framed Roger Rabbit?, el conejo titular dice
una frase memorable: “La risa puede ser algo muy poderoso. Algunas veces, es
la única arma que tenemos en la vida.”
Pero no quiero cerrar en una nota de deseperanza, sino lo contrario.
Cuando a mediados de los 90 trabajé editando algunos libros para la Asociación
Mexicana de la Retinitis Pigmentosa y Enfermedades de la Retina (AMRP) vi
algunas historias realmente inspiradoras. La retinitis pigmentosa es una
enfermedad irreversible que causa ceguera, y la AMRP trabaja con personas
afectadas para que puedan continuar sus vidas, ya que perder la vista es un
evento tan traumático que un altísmo porcentaje de personas contemplan el
suicidio durante los primeros 12 meses después de ocurrido.
Don R. era una persona afectada por esta enfermedad. Era payaso de
profesión, y no soportaba la idea de dejarla, pues decía que "las risas de los niños eran
su vida." Pasó, claro, por un periodo terrible de adaptación, pero poco a poco
se sobrepuso y más tranquilo, empezó a practicar sin descanso un nuevo
maquillaje, trucos adaptados, un espacio y muebles especiales.
Y volvió a ser payaso.
En la oscuridad, siguió escuchando las risas.
Ríe, payaso, donde quiera que estés.
No se si fue depresión o estrés postraumático, pero cuando tembló en México en el 2017, el edificio donde trabajaba se dañó, vi como se separaban las escaleras y tronaban las paredes,mis hijos de 3 y 4 años estaban en la escuela a 1km de ahí. Recuerdo ver gente caminando como si fuera manifestación, la nube de polvo de los edificios cercanos que colapsaron y todavía escucho el tronido de la explosión del tanque de gas de otro edificio. Cuando llegué por mis niños los tenían sentados en el patio central debajo de las mesas de la cafetería que les servían de sombra, ellos lloraban y me abrazaban balbuceando que la tierra se movió muy fuerte. Yo debía manterme fuerte, cero lágrimas, ecuánime y amorosa. Por tres meses lloré en la noche para que ellos no me escucharan,las ambulancias me sobresaltaban y no se diga de la alerta sísmica. A veces las mamás decimos que todo está bien, aunque las lágrimas y la tristeza nos embarguen.
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