Duck Dodgers in the 24½th Century (Warner Bros.) Fair Use. |
Don Benjamin Franklin era un hombre renacentista, activo en la ciencia y en la política, nos ha dejado un legado de contribuciones apabullante: inventor, editor, filósofo, diplomático... seguro también hacía barbacoa los domingos.
Y como muchas mentes brillantes de su tipo, era también un agudo satirista. Le interesaba tanto la electricidad en las nubes como la ridiculez de la condición humana, en particular en el ejercicio del poder, y en septiembre de 1773 publicó un ensayo corto, titulado “Reglas por las Cuales un Gran Imperio Se Puede Reducir a Uno Pequeño” (Rules by Which a Great Empire May Be Reduced to a Small One).
En tono sarcástico, eran recomendaciones dadas por un imaginario asesor a un no tan imaginario poder colonial, para deshacerse de la monserga de estar gobernando colonias lejanas; y el método era hacerse tan odioso como fuera posible, de modo que las colonias se rebelaran.
A dos siglos y medio de ese texto, dos escritores modernos, John Maxwell Hamilton y Kevin R. Kosar, publicaron un agudo homenaje/actualización llamado “La Última Carta de Franklin”, supuestamente escrita en su lecho de muerte, perdida por mucho tiempo y recién encontrada. El tono satírico es el mismo, y en esta ocasión son recomendaciones de “Cómo Destruir Una República”.
Éstas son las diez reglas que presentan:
1. En la democracia hay siempre disputas de ideas: entonces debe usarse esta caracteristica normal para obstruir en lugar de avanzar. Por ejemplo, dispútese como falso o nocivo absolutamente todo lo que dice el otro bando.
2. La verdad y la mentira deben confundirse por completo: no debe importar el significado de las palabras, sino sólo su impacto. Un hecho inconveniente debe ser llamado mentira; una opinión inconveniente debe ser una conspiración.
3. Envuélvete en “principios” aunque sea obvio que eres un cínico descarado. De hecho entre más descarado mejor, porque el efecto de la hipocresía es mayor.
4. Sé desdeñoso de los deseos de los votantes, pues poco a poco esto inculcará la idea de que votar es inútil.
5. Si pierdes una elección, nunca lo aceptes: grita que fue robada por alguna fuerza nefasta. No te preocupes por ofrecer ningún tipo de prueba, el grito es lo importante.
6. Promueve las patologías en el discurso público: insulta y denigra a todos. Usa incluso la idea de que la república misma es corrupta y no vale la pena.
7. Selecciona para tu gobierno sólo a gente con poca experiencia, y presenta esto como una virtud en sí misma. Explica que una nación sana lo requiere, ya que este tipo de gente es más cercana al ciudadano de a pie.
8. Alienta a los militares, activos y en retiro, a que sean más activos en la política, no sólo en sus deberes. Si pueden, que critiquen a tus adversarios.
9. La moderación no funciona para discutir; busca lo extremo en todas las cosas. La cacofonía del ruido exacerba las emociones por sobre las razones, y lo que quieres de tu lado son las emociones.
10. Si aún así sigue funcionando la nación, no te desanimes y sigue adelante: recuerda la máxima que dice que “es mucho más fácil destruir una democracia que crearla.”
Igual que con Franklin y con otros satiristas, el resultado no fue muy bueno, porque sabemos que la sátira divierte a los de mente abierta y ofende a los de mente cerrada, pero difícilmente logra conversos a su causa.
Aunque por supuesto que no por eso vamos a dejar de practicarla.
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