Cada idioma tiene sus particularidades, tanto fonéticas como ideológicas, que hacen que algunas cosas sean muy difíciles —y a veces imposibles— de traducir, pero al mismo tiempo ahí está el sabor de la variedad; el que nos fuerza a entender la cultura para poder entender una palabra.
Sonidos
En la parte fonética, tenemos el hecho de que, como cada idioma tiene un rango de sonidos muy propio, y algunos de ellos no existen en otros idiomas, nuestros oídos se van haciendo a la idea de que nuestros sonidos son la manera más natural de interpretar el mundo, y nos sorprende mucho cuando escuchamos otras formas que son igualmente válidas.
Esto es muy gracioso de ver en las onomatopeyas.
Por ejemplo, el sonido que hace el gallo al cantar. En español sabemos que es, por supuesto, “kikirikí”, y no nos sorprende que el italiano (chicchirichì) y el catalán lo interpreten igual (quiquiriquic), pues son lenguas muy cercanas. Más sorprendente nos puede parecer que el checo también lo diga igual: “kykyryký”; y que incluso el alemán haga un sonido muy similar: “kikeriki”.
Pero luego empezamos a explorar otros idiomas y escuchamos nuevas interpretaciones: en francés la onomatopeya es “cocorico” y en holandés, "kukeleku”, sustituyendo el sonido de la “i” por “o” y “u”. El inglés es parecido: “cock-a-doodle-doo”, pero quizá lo más sobresaliente de esa interpretación es que usa cinco sílabas, mientras que la gran mayoría de los otros nos hemos puesto de acuerdo en que son sólo cuatro. Incluso el tagalog de Filipinas, con sus consonantes extrañas para nosotros, usa también cuatro sílabas: “tik-ti-la-ok”.
En chino la onomatopeya para el gallo es simplemente “o” : 喔 (ō), también repetido cuatro veces (“o-ó-o-ooo”).
Siguiendo con el chino, el ladrido del perro se asemeja más al “guau” español: 汪 (wāng), pero con terminación nasal, a diferencia del inglés, que dice “woof”. En lo que todo mundo parece estar de acuerdo es que los gatos, aquí y en China, dicen “miau” (喵, miāo).
Palabras-actitud
Pero las onomatopeyas son meras curiosidades de traducción. Por ejemplo, algo mucho más complejo es la palabra “ahorita” que se usa en español mexicano. Es una palabra que se usa de forma contextual y que dependiendo del tono en que se diga, puede significar desde “ahora mismo” hasta “jamás”, pasando por todas las opciones temporales que están en medio.
Igual de interesante es su construcción: es un diminutivo de “ahora” que simplemente no se puede hacer en otros idiomas: en ingés no podemos decir “little now” , ó “nowish”. Igualmente, en chino tendríamos que usar una gran cantidad de frases para poderlo traducir dependiendo de lo que queremos decir. Pero curiosamente, hay dos formas chinas que en efecto son más o menos diminutivos de “esperar”: 等一等(děng yī děng) y 等等 (děng děng), aunque ambas quieren decir “espera un momento” y no tienen la infinita flexibilidad del “ahorita”.
¿Sabores intraducibles?
Parece extraño decir que no podemos traducir un sabor, pero así es. Tanto en Occidente como en Oriente tenemos la idea de los “cinco sabores”, pero no son equivalentes entre sí. En Occidente los cinco sabores básicos en la era moderna son: dulce, salado, agrio, amargo y umami. El sabor “umami” sustituyó al más antiguo sabor “quemado”, y es bastante reciente: fue “descubierto” en 1908 y se adoptó oficialmente en 1985. Es difícil de describir y de hecho es una palabra prestada del japonés, porque es intraducible a otros idiomas. Científicamente, el umami está hecho de glutamatos y nucleótidos, pero para que mi lector se dé idea de a qué sabe: está presente en el pescado, el tomate y los champiñones. Trate de imaginar algo en común entre ellos, y eso es umami.
Los cinco sabores tradicionales chinos son diferentes: 酸甜苦辣咸 (suān tián kǔ là xián), que indican agrio, dulce, amargo, picante y salado. El picante aquí no es sorprendente y es algo perfectamente traducible, pero hay dos sabores extra que son más esquivos.
El primero de ellos es 鲜 (xiān) y aunque algunos lo comparan con el umami, no es igual: los chinos lo usan para referirse a un sabor propio de pescados y mariscos, y no tiene la base científica del umami. Ha sido traducido como “fresco”, pero en español esa palabra aplica para una variedad muchísimo más grande de comidas, incluyendo frutas y vegetales. Es una especie de “sabor de agua” —ciertamente fresco, pero que incluye algo más sutil— que posee la comida que de ella proviene, y puede aplicarse a veces a sopas ó carnes, si se considera que comparten esa característica “marina”.
¿Suena confuso? El caracter está compuesto de dos partes: pescado y cordero (鱼y 羊 ) y eso indica que es un sabor fuerte (el cordero) pero que se refiere a pescados. Es la meta-lógica china en todo su esplendor.
El segundo sabor es 麻 (má). Es una especie de sabor picante ó muy condimentado, que además también se puede traducir literalmente como “tener agujas”, lo que nos da una idea de cómo es. Está presente en la pimienta sichuanesa (花椒, huājiāo) y es parte fundamental de su cocina: se usa en los famosos platos de tofu picante, Mapo doufu (麻婆豆腐; má pó dòufu) y Mala doufu (麻辣豆腐; málà dòufǔ):
Epicurious |
Pero en cuanto a la interpretación del sabor má en español u otros idiomas, es prácticamente imposible: no pica como pican los chiles o los pimientos, no hiere la lengua, y no es fuerte en el mismo sentido que son fuertes la pimienta o la mostaza.
Ha sido descrita como una pimienta con sabor a madera de pino y sí, si me lo dicen a mí, que la he probado, me suena razonable la descripción, pero si usted no la ha probado, simplemente no tiene manera de imaginar ese sabor. Aunque cuidado: no vaya a morder descuidadamente una de esas bolitas de pimienta sichuanesa que flotan en su plato, porque una sensación que sí se puede describir es: que al morderla, se le adormecerá la cara como si fuera anestesia.
Todo un párrafo para tratar de traducir má , y no está ni cerca.
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